Otra prueba de la UASD
LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA de Santo Domingo (UASD) está convocada mañana miércoles a otra prueba, que al mismo tiempo es una oportunidad.
Una prueba que debe pasar con magníficas notas como centro donde prevalecen las esencias democráticas de participación y libre elección y oportunidad porque con las votaciones para escoger nuevas autoridades puede decidir el mejor futuro apostando a los mejores equipos.
Las elecciones en las naciones, instituciones y sociedades constituyen siempre una oportunidad para revisarse, renovarse, o reinventarse. La UASD no es la excepción, y cada proceso de este tipo se convierte en una coyuntura para hacer lo más conveniente a sus propósitos académicos e institucionales.
Una diversa gama de propuestas y candidatos implican el escenario ideal para el mejor propósito. Profesores, estudiantes y representantes administrativos decidirán el futuro de la UASD para los próximos cuatro años. Reunidos en asamblea conocida como Claustro Mayor Electoral, los universitarios elegirán el rector, los cuatro vicerrectores, los decanos y demás autoridades.
Agotar la jornada electoral como se espera es de rigor. Esta vez la participación ha sido más que llamativa, por tantos candidatos y propuestas de mejorías de la gestión académica y administrativa.
La realidad es que como siempre en los discursos uasdianos se encontrarán las afirmaciones de siempre para un mejor modelo de academia, en todos los ámbitos. La renovación y el cambio, la superación de prácticas clientelares, el mejor uso de los recursos asignados, mediante el saneamiento de los procesos, el impulso de proyectos de investigación e innovación científica. Convertir los diferentes módulos o entes productivos en verdaderas fuentes de generación de recursos. Es decir, la UASD que desea la familia universitaria y la sociedad.
Pero se trata de un proceso eleccionario y las ofertas no siempre se compadecen con el ejercicio del gobierno y el cumplimiento de los presupuestos comprometidos.
Quizás las elecciones sean un camino para que la UASD se reencuentre mediante la escogencia del mejor equipo para cumplir su misión académica. Que sirva para dar un salto y a partir del mismo servir a una sociedad que requiere acompañamiento de profesionales que contribuyan a su desarrollo social, económico e institucional.
Enrique Krauze publicó hace un tiempo un enjundioso artículo sobre el antisemitismo en la región, que atribuye al “enojo” de los sectores liberales y de la izquierda por los acontecimientos en la Franja de Gaza y Cisjordania. La irracionalidad de ese prejuicio racial tiene pro- fundas raíces históricas, como bien resalta el insigne intelectual mexicano, autor de un ensayo sobre el chavismo titulado El poder y el delirio, lectura imprescindible para entender la tragedia venezolana y el fracaso del experimento revolucionario de la izquierda latinoamericana.
El artículo publicado en El País, se refiere a los grados de antisemitismo resaltados por encuestas. En el caso dominicano, dice, el sentimiento de rechazo a los judíos se estima en un 41%, superior al 31% de América Latina y muy por encima del 9% para todo el continente. La cifra es espeluznante porque implica una aceptación de prácticas odiosas que a través de los siglos han intentado justificar los genocidios y restricciones que todavía prevalecen en muchos países contra los judíos, negán- doles el derecho incluso a vivir en paz dentro de fronteras seguras.
Según Krauze, dos factores adicionales han incrementado el antisemitismo latinoamericano, la propaganda chavista y el crecimiento de las redes sociales, reforzado en el tradicional sentimiento antisemita de la vieja derecha con un fuerte endoso de los círculos académicos e intelectuales de la región. El artículo de Krauze me recuerda un pasaje de una novela de Pitigrilli titulada “Moisés y el señor Levy”, ambientada en la Italia de preguerra. El autor menciona la imaginaria conversación de dos ancianos sentados en un parque de Roma. “Habrá guerra por culpa de los judíos”, dice uno. “De los judíos y de los ciclistas”, responde el otro. ¿Y por qué los ciclistas?”, agrega el primero. ¿Y por qué los judíos?, pregunta el segundo.