El Caribe

“Descubrí a los cuatro años que la música era vital, como el aire”

Tomás (Fellé) Vega PERCUSIONI­STA Y COMPOSITOR

- WENDY ALMONTE FOTO: ABEL UREÑA

La impronta de Vega está en produccion­es de renombrado­s artistas, en sus composicio­nes musicales y en instrument­os que ha creado

Fellé Vega, percusioni­sta, compositor y creador de instrument­os musicales, tiene una carrera de más de 30 años, a la cual ingresó por casualidad, una noche cuando le prestaron un instrument­o, pese a haber estado explorando desde niño el mundo del arte. Tiene la habilidad de convertir objetos cotidianos como latas, cubos o tapas en instrument­os musicales, con el privilegio de ser la primera persona en patentizar y registrar un instrument­o en el país: el Boombakiní. Tomás Vega (nombre de pila), un hombre sensible, bohemio, amante de lo simple, hace unos años le dio rienda suelta a otra faceta, con jocosidad, como integrante del Trío Mi Amorch, con el cual reconquist­ó al publico y ganó nuevos adeptos.

1. La música, vital en su vida

Momentos inolvidabl­es en mi vida hay muchos, el primero fue cuando descubrí la música, como a los cuatro años. Ahí descubrí que era vital como el agua, como el aire. Recuerdo que la señora que me cuidaba, a quien llamábamos Bu, me llevaba cargado al parque Valerio a ver las retretas en las noches, porque vivía a media cuadra de ahí; y cuando regresaba del concierto sacaba todas las pailas y cosas de la cocina de mi abuela y formaba una orquesta, todo era con percusión, yo hacía la melodía con la boca. Recuerdo esos momentos como vitales en mi vida”.

2. En el patio

No olvido el patio de mi casa, que era el gran escenario, porque ahí desarrolla­ba mi juego. El teatro Brito quedaba a pocas cuadras de mi casa, y en el patio jugaba en la semana lo que veía en el matiné los domingos. Me encantaba la guerra, pero yo siempre estaba del lado bueno, eso fue muy importante para el desarrollo de mi vida también; ahí tenía clasificad­as mis armas, de madera regularmen­te, yo las hacía y un carpintero me ayudaba. Me gustaban los juegos, si desarmaba uno y para volverlo a armar me sobraban piezas, entonces inventaba otro juego con las piezas que quedaban, definitiva­mente eso me ayudó a realizar los instrument­os musicales. La imaginació­n era vital, hasta tal punto que vivía mejor en mi mundo que en el real; después que llegaba de mi escuela todo era un paraíso, hasta las 5:00 de la tarde que me caía el síndrome de pesar de que había que volver al otro día”.

3. Música como profesión

Duré un período grandísimo sin hacer nada, hasta que a los 25 años descubrí la música como profesión, gracias a Jochy Sánchez y Víctor Víctor, que en esa época tenían el grupo Flamboyán, me dieron un chance y resultó ser que ahí descubrí quién era, de ser una persona insegura e inmadura descubrí que no era tan bruto en la vida, lo que me faltaba era desarrolla­r lo que me gustaba. Fui autodidact­a, una de mis mayores escuela fue mi casa, escuchaba mucha música, desde boleros cubanos, son, merengue...y tenía un tío que escuchaba una banda de jazz norteameri­cana; sin saberlo, siempre tuve una inclinació­n para un gusto no tan popular, sino más refinado. Cuando vine a tener 15 años comencé a descubrir que habían más cosas en la vida más allá de la esquina de mi casa. Comencé una etapa muy interesant­e, me fui a vivir a los Estados Unidos, pero no estudié en ninguna universida­d hasta que en el año 79 hice una carrera de dos años en Mecánica de Aviación, creyendo que la habilidad que tenía me iba a ayudar. Sin embargo, desde el primer momento que entré a esa escuela técnica supe que nunca me iba a gustar. Trabajé unos meses en Dominicana de Aviación después que regresé, pero a mí me sonaban mejor los aviones, eso era como percusión para mí. Yo era un cambia piezas, un cambia aceite, porque aquí no había mecánica autorizada, hasta que una noche, que recuerdo como ahora, me prestaron un instrument­o, y esa noche no pude dormir; y aunque ya me había salido la residencia norteameri­cana duré como 2 años sin ir, porque empecé a tocar, a hacer mis propios instrument­os”.

4. Vida cultural

Hice una vida cultural de 18 años en Casa de Arte, tuve un pequeño taller en un cuarto, donde guardaba mis instrument­os, y se suponía que allí iba a dar clases, pero nunca las di, era un sitio para estar, y artísticam­ente ahí fui evoluciona­ndo. Al poco tiempo empecé a formar pequeñas bandas de experiment­ación, me fui a la capital por un tiempo, conocí a Rafelito Mirabal, un músico co el que hemos recorrido un gran trecho musical, y cuando tocamos

junto hay una simbiosis entre él y yo, es como si fuéramos gemelos.

5. Proyectos musicales

He formado muchas bandas, ahora tengo un proyecto que se llama Folklore Imaginario. No tengo un repertorio, si nos piden un merengue lo hacemos, pero siempre sacamos música de la nada, armamos piezas y así nos divertimos. La otra banda es la Orquesta de las Danzas Mezcladas, ahí toco piezas mucho más estructura­das, la mayoría de las piezas son mías. Tengo otro proyecto que se llama Dominitrón­ica, un trío que todavía no ha salido a la luz. Yo en la parte percusiva, pero electrónic­a; Cubo Mambo, un genio autodidact­a que ha tenido poca oportunida­d, y el DJ todavía lo estoy buscando. La meta es llegar a un punto en que hagamos la música totalmente en vivo, porque actualment­e ponemos la música de un DJ y le tocamos encima, y eso es sumamente interesant­e”.

6. Creación de instrument­os

El Boombakiní me surgió hace 25 años, fue un día que iba a hacer una marimba, la iba a hacer portátil y por eso la curva del instrument­o, es de madera preciosa. Esa vez lo arrumbé porque era burdo, feo, un prototipo, y una tarde comencé a tocarlo, lo volteé y descubrí que tenía un tambor. Con el tiempo lo fui refinando, estudiando la madera, el grosor, cómo sonaría mejor; y cuando lo fui a registrar resultó ser que ese instrument­o ha sido el primero que se inventa y se patentiza en la República Dominicana, ningún instrument­o se había inventado antes. Inventé otro, con un tanquecito de gas, que le abrí unas orejitas, se llama Támbiro; ahora pienso hacer uno más sofisticad­o, ese no lo he registrado, lo publiqué en YouTube y me lo han copiado”.

7. Tocando vidas

Algo importante son l os talleres Tocando la Vida, que imparto en escuelas y empresas para cualquier tipo de situación grupal, para enseñar a trabajar en equipo. A través de estos he vivido tremenda experienci­a, empiezo con la voz y el cuerpo como elementos primarios, voy enseñándol­es los instrument­os que he hecho, cómo he podido viajar a otros países con instrument­os de materiales reciclable­s como latitas, tapitas y he hecho un nombre con este tipo de trabajo. Con esto lo que busco es tocar vidas. De esos talleres tengo muchos momentos inolvidabl­es, porque es muy doloroso cuando me preguntan dónde pueden seguir, ven con en- tusiasmo una puerta, una ventana, porque en su casa ven el cubo como instrument­o para limpiar el piso. Pero lo que más pena me da es que se quedan con ese deseo, aquí no hay una escuela de percusión. Yo voy a ver si el año venidero puedo hacer un centro de acopio para darles clase a estos muchachos, pero para eso uno necesita ayuda, pero tengo la esperanza de que algún día se pueda”.

8. Mi Amorch

Con el trío mi amor fue otra cosa. Óscar Almonte y Cruzmonti estaban buscando un percusioni­sta para ir a La Vega, y ese viernes el único que estaba disponible era yo. Ellos no me buscaban porque creían que cobraba caro, pero yo estaba pasando una prángana, estaba en olla, y nos juntamos a tocar. Después de ahí, nos llevaron a comer donde una señora detrás de un colegio, y ella todo era: “mi amorch”, y al otro día se nos ocurrió ese nombre, el Trío mi Amorch. Empezamos a tocar, hasta que una buena tarde Cruzmonti dijo: tengo una parodia, y fue la parodia aquella que se hizo viral “Y e’aquí”, la cuestión es que grabamos eso en el celular y al otro día teníamos 10,000 vistas, cada día fue aumentando, eso fue en noviembre, y empezaron a llamarnos, y entre noviembre y diciembre de ese año tuvimos 76 fiestas, parecíamos un combo; y duramos un buen tiempo, tuvimos el grupo por más de 4 años, allí le di rienda suelta a otra faceta mía, que es mi lado jocoso. Con el Trío mi Amorch vino una nominación a los premios Soberano, no ganamos pero la experienci­a fue buena. Me di cuenta que soy alérgico a los premios, he descubiert­o que el mayor premio que un artista recibe es cuando estás en el corazón de la gente. .

9. Sus hijos, el mayor tesoro

Mis hijos me han salido un tesoro. Tomás y Patricia han sido un premio para mí, verlos nacer fue inolvidabl­e, la relación que tengo con ellos... La hembra se graduó Summa cum laude de Arquitectu­ra, y el otro salió a mí, bohemio, es cantante, toca guitarra, compone, entrena perros, es un ser de otro mundo, especial. Él es bohemio, y me dice: salí a ti papá, y digo: bueno, me fuñí. Son muy reales, muy llanos, de trato muy simples, creo que heredaron de mí y de la mamá el querer tratar a la otra persona con justicia. Entonces, ese es mi mejor premio, me puedo morir mañana, por esa parte yo estoy tranquilo”.

10. Viajes artísticos

He tenido viajes importante­s. Por ejemplo, un viaje a Francia hace muchísimos años con mi amigo Guarionex Aquino, que es el padre de la percusión moderna de este país. Fuimos él, yo y un tocador de gagá de Villa Mella para tocar en un proyecto con cuatro franceses. Allá estuvimos un mes, en dos ocasiones, fue un proyecto muy ambicioso, anduvimos muchísimas ciudades; luego los viajes con el Trío mi Amorch, con Rafelito Mirabal al festival de Canadá, de Montreal; y varios viajecitos que he dado, como a una feria del libro en México con Cukin Curiel. Han sido bastantes, aunque no como me hubiera gustado, me hubiera gustado viajar más, estoy loco por ir a Colombia a tocar, pero creo que mi vida ha sido plena”,

 ?? ABEL UREÑA ?? El autoprocla­mado “folklorist­a imaginario” tiene la habilidad de convertir objetos cotidianos en instrument­os musicales.
ABEL UREÑA El autoprocla­mado “folklorist­a imaginario” tiene la habilidad de convertir objetos cotidianos en instrument­os musicales.

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