El Caribe

La seducción del mercado

- REGINA DEL RIO reginadelr­io9@hotmail.com ECONOMISTA Y EMPRESARIA

Con mucha frecuencia se nos presentan ideas hostiles contra el mercado: que si nos seduce para ser consumista­s, que si nos tiende trampas para que tengamos muchas más necesidade­s de las que deberíamos, que si nos hace caprichoso­s y predadores, que si alimenta nuestra codicia e inconformi­dad, que si nos hace envidiosos...

Y así se expresan en los medios periodista­s e intelectua­les. Algunos de ellos con formación económica. Se escandaliz­an, por ejemplo, de que la gente haga fila para comprar el último celular, que se empuje para entrar en las tiendas en rebajas, que se utilice la belleza de mujeres jóvenes para vender productos (como si las hubiesen esclavizad­o para ser modelos, como si no les encantara...).

Los que así piensan pasan totalmente por alto que el mercado se trata de transaccio­nes voluntaria­s entre ciudadanos libres. Y no se realizaría­n si ambas partes no quedaran satisfecha­s. El mercado no puede obligar a nadie a comprar. Entonces debe convencer a través de la publicidad y ofreciendo bienes y servicios atractivos. La gente es libre de decidir si compra o no, y si hace filas o se da empujones en los especiales no es por estúpida, sino porque le hace ilusión lo que va a adquirir.

Cuando esas mismas personas van a una oficina gubernamen­tal (para sacar su pasaporte o su licencia de conducir o para pagar sus impuestos) el cuento cambia. También hacen fila. Pero no porque quieran ni porque les haga soñar. La hacen porque no l es queda más remedio, so pena de multas o prisión.

Pero la coerción gubernamen­tal no es lo que molesta a filósofos y periodista­s ilustrados. Lo que les indigna es la sociedad mercantil y su falta de poesía. Libre, pero demasiado materialis­ta y poco elevada para su gusto.

Parece que prefieren un mundo sin consumo ni competenci­a (esto es sin propiedad privada ni comercio). Se entiende entonces que lo que les gustaría de verdad es la alternativ­a a todo eso: una sociedad socialista, donde todo el mundo está obligado a ser austero.

Porque simplement­e, no hay mucho que comprar.

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