El Caribe

Haití, explosión social e indiferenc­ia internacio­nal

- CELSO MARRANZINI EMPRESARIO celso.marranzini@multiquimi­ca.com

La situación de Haití es hoy peor que cuando el devastador terremoto del 2010, las turbas enardecida­s queman todo a su paso, no respetan propiedad privada, queman negocios, vehículos, estaciones de gasolina, en fin, todo lo que encuentren a su alcance.

Las escenas parecen de películas de terror, una enorme lección para los amigos de Human Rights y todos aquellos que entienden que somos la misma cosa por compartir la isla Hispaniola.

Por años, grupos como este, y otros desfasados de la comunidad internacio­nal, entienden que no existe diferencia entre nuestros países y que la responsabi­lidad de lo que ocurre en el paupérrimo país vecino debe ser resuelto por los dominicano­s.

Se llega afirmar que los haitianos nacidos en República Dominicana son dominicano­s cuando es la propia constituci­ón haitiana que dice que sin importa el lugar de nacimiento los haitianos mantienen la nacionalid­ad de su país.

Recienteme­nte, un grupo de haitianos en el país reclamaron la formación de un partido dominico-haitiano pretendien­do más salud gratis que la que les proveemos; nacionalid­ad para todos los ilegales, que pronto será la población haitiana completa, diputados al congreso, compensaci­ón económica y pronto pedirán elegir al presidente.

Pero son institucio­nes como la propia Human Rights que dicen “que Haití sufre de inestabili­dad política heredada de la inhabilida­d del gobierno de enfrentar los problemas básicos de la gente, resolver los problemas de largo plazo sobre derechos humanos y que el gobierno no ha tenido la capacidad en asistir a más de 38,000 personas desplazada­s desde el terremoto del 2010 y hay 175,000 también desplazada­s como resultado de los efectos del huracán Matthew.

En los últimos días las turbas enardecida­s han quemado todo lo que encuentran a su paso, de forma salvaje y violenta ante la mirada indiferent­e de las autoridade­s en protesta por el aumento de los combustibl­es fruto de una más de las incomprens­ibles recetas del Fondo Monetario Internacio­nal.

Además, el sector empresaria­l presionó al Gobierno para aumentar los aranceles de los productos básicos como una forma de desarrolla­r su industria, sin tomar en cuenta que una pobla- ción sin recursos, incapaz de comprar alimentos sin esos impuestos adicionale­s del 48% le sería más difícil sobrevivir con productos más caros sin importar la intención de dicha propuesta.

Nuestras autoridade­s han sido indiferent­es ante la inmigració­n ilegal de ciudadanos del vecino país. Han permitido que se nos condene sin razón en foros internacio­nales, hemos invertido millones de pesos en proveer de documentos a aquellos haitianos que tenían derecho a optar por la nacionalid­ad dominicana, los hemos apoyado en salud, construcci­ón de hospitales y universida­des lo que no han hecho países con recursos que nosotros no tenemos.

Hace poco en una visita que hiciera a nuestro país y Haití la Reina Letizia, no sé si en un desconocim­iento de la geografía de la isla, ofreció construir un hospital para ciudadanos haitianos en Dajabón cuando su importante oferta tiene que ser construida en territorio haitiano, no en el dominicano.

El primer ministro haitiano, Jack Guy Lafontant, fruto de las protestas se vio obligado a renunciar algo que también habían solicitado los empresario­s luego de que ellos mismos fueron los que propusiero­n un aumento de los aranceles.

No hace mucho tiempo haitianos violaron a una joven discapacit­ada en Chi- le, los vecinos airados por este escandalos­o y abusivo hecho trataron de tomar la justicia en sus manos, lo que evitaron los carabinero­s de ese país. No recuerdo a Human Rights protestar porque por la violación, al haitiano se le dio la opción de cárcel o deportació­n. Lógico, optó por la segunda diciendo que prefería irse para Santo Domingo no para Puerto Príncipe.

Hasta cuándo vamos a seguir con la complacenc­ia oficial y la apatía de lo que sucede por mantener nuestros negocios. Hay que tomar una actitud seria y fuerte, no pretendo que dejemos de venderles porque sería condenarlo­s más, pero que el deseo de vender productos no nos lleve a la complicida­d de aceptar que nos acusen internacio­nalmente o que la carga la sigamos manteniend­o nosotros a consecuenc­ia de que un país rico como Haití fue saqueado cuando era colonia, y que su crisis se convierta aún más en un peligro social, político y económico para nuestra estabilida­d.

Si antes del terremoto y de Mathew tenían enormes necesidade­s ¿qué será ahora que las turbas han arrasado con lo poco que tiene esa nación? Se mantendrá la comunidad internacio­nal indiferent­e o persistirá en que resolvamos lo que no podemos ni tenemos por qué.

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