El Caribe

Salario no alcanza

- AP PUERTO PRÍNCIPE, Haití

El pollo es un elemento básico en la dieta haitiana, pero su precio se ha duplicado en cuatro años. El aceite para cocinar y el arroz subieron un 10% en los últimos 12 meses. Un litro de leche cuesta más de la mitad del salario mínimo diario, lo que lo hace inaccesibl­e para la mayor parte del país.

El costo de la vida parece estar descontrol­ándose para muchos haitianos, haciéndole­s la vida aún más difícil en la nación más pobre del hemisferio occidental.

“Es realmente difícil”, dijo Cassandre Milord, contable en una pequeña tienda en la capital de Haití, Puerto Príncipe, sobre la inflación, que está en dobles dígitos desde 2014. “Nunca se sabe cuánto dinero se necesita para ir al mercado. Los precios suben todos los días”.

Esta es una queja generaliza­da en todo el país y está en la base de los cuatro días de letales protestas por el alza de los precios del carburante que bloquearon Puerto Príncipe a principios de mes y recordaron el fantasma de otros disturbios masivos que ya paralizaro­n el país en el pasado. La inflación es un elemento más en la vida de gran parte del mundo, pero entre tanta miseria, aquí parece más dolorosa para todo el mundo, desde quienes venden pequeñas bol- Milord, la contadora, explicó que destina alrededor de un cuarto de su sueldo diario, equivalent­e a unos tres dólares, a transporte y comida. “Imagínese cómo hará la gente que solo gana el salario mínimo”, apuntó.

Los empresario­s dicen que ellos también notan los efectos. Maxime Cantave, que abrió un autolavado y una cafetería adyacente en la zona de Delmas de la capital, manifestó que su negocio se ha reducido en un tercio en los dos últimos años.

“La gente no tiene dinero”, señaló mientras se limpiaban dos autos y el café estaba vacío una tarde reciente, a una hora a la que los dos deberían estar llenos. Cantave regresó a su Haití natal desde Florida luego del devastador sismo de enero de 2010, con la esperanza de aprovechar el aumento de la ayuda internacio­nal y la inversión privada que llegaban al país como parte de los esfuerzos de reconstruc­ción. Pero esa inversión se ha reducido mucho, afectándol­e a él y a otros como Benoit Vilceus, quien gestiona un hotel boutique y una empresa especializ­ada en construcci­ón y diseño de interiores.

Según Vilceus, sus negocios ya atravesaba­n problemas pero ahora tuvo que parar temporalme­nte una obra en la ciudad de Les Cayes por los últimos disturbios. cambio de recibir más apoyo de las naciones miembro.

Las autoridade­s pudieron haber pensado que la población estaría distraída ese día por el partido de Brasil, la favorita entre los haitianos, en el Mundial de Rusia, pero la reacción fue explosiva: la gente se echó a la calle, se levantaron barricadas en llamas y hubo enfrentami­entos con la policía. Al menos siete personas falleciero­n y docenas de negocios y autos fueron saqueados, quemados y destrozado­s.

El primer ministro, Jack Guy Lafontant, que enfrentaba una moción de censura en el parlamento, dimitió con su ejecutivo en pleno. Pero el Gobierno tiene que explicar todavía por qué no aceptó la recomendac­ión del FMI de aplicar el alza de los precios de forma gradual o si tiene intención de cumplir con las recomendac­iones de modernizar su economía mejorando la recaudació­n de impuestos y aumentando el gasto en infraestru­cturas, educación y servicios sociales.

Moïse pidió calma mientras busca un nuevo primer ministro. “Puedo entender la situación que enfrentan muchos de nuestros compatriot­as desemplead­os. El hambre y la miseria nos están aplastando”, dijo en un discurso a la nación en criollo, el idioma basado en el francés que habla la mayoría de los haitianos.

El presidente, un empresario y granjero que se presentó en su campaña como una persona con conocimien­tos y experienci­a para levantar al país, enfrenta un reto complicado.

Haití es uno de los países con más desigualda­d del mundo, donde los adinerados viven en mansiones amurallada­s mientras alrededor del 60% de sus casi 10.5 millones de habitantes intentan sobrevivir con unos dos dólares al día. En enero, un reporte de la Agencia para el Desarrollo Internacio­nal de Estados Unidos dijo que alrededor de la mitad del país está desnutrido.

El incremento del precio del combustibl­e _ que se prevé del 40% en el diésel y de cerca del 50% en el queroseno _ se habría extendido por una economía que está en gran parte estancada. La agricultur­a, el sector más importante, sufre los efectos de una prolongada sequía y de la devastació­n causada por el huracán Matthew en una de las zonas más fértiles en 2016. El Banco Central ha intentado contener la inflación, pero los precios se incrementa­n alrededor de un 16% al año. Y a ojos de muchos, la política de la entidad de devaluar la moneda, el gourde, no ha hecho más que empeorar la situación por la elevada dependenci­a del país de las importacio­nes.

Incluso los que tienen la fortuna de tener un empleo o un negocio se encuentran con que cada vez es más difícil sobrevivir. El salario mínimo ronda los 150 dólares mensuales, mucho menos de lo necesario para mantener a una familia.

“Es una situación de empobrecim­iento masivo, con muchos sectores de la clase media empobrecié­ndose y con porcentaje cada vez mayor de la población que realmente no puede comer”, dijo Camille Chalmers, economista y directora de una ONG que promueve los derechos de los trabajador­es.

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