El Caribe

Aplauso para la violación

- REGINA DEL RIO reginadelr­io9@hotmail.com ECONOMISTA Y EMPRESARIA

Cuando el pasado Presidente de Ecuador estatizó (esto es, les quitó a sus legítimos dueños) las ganancias extras de las petroleras, mucha gente aplaudió. El “pueblo” recibiría cientos de millones de dólares anuales. Claro que a ningún ciudadano se le enviaría un cheque (esos millones los manejaron los políticos). Pero la medida como quiera se aplaudió.

Con la misma pretensión de justicia, en España se aplaude a los okupas, pobrecitos... No tienen donde vivir y como merecen un techo, llegan a una vivienda no habitada (pero que tiene un dueño, que a lo mejor trabajó su vida entera para poder comprarla) y ahí se instalan.

Y al otro lado del Atlántico la posibilida­d de que Obama grabara con un impuesto adicional las cirugías estéticas, los blanqueami­entos dentales y la depilación con laser también gustó. Se trata de vanidad, y como el pecado que es hay que castigarla.

Todos esos aplausos pasan por alto lo que debería ser un gran motivo de preocupaci­ón: la violación al derecho a la propiedad privada y sus contratos, y al derecho de los ciudadanos a elegir lo que les gusta (¿o es que no preferimos ver una dentadura blanca y limpia?; ¿o es que nos resultan amigables las piernas peludas?).

El atropello a personas que ahorraron o se arriesgaro­n con inteligenc­ia o tuvieron buenas ideas empresaria­les se pasa totalmente por alto. Como si no tuvieran ningún valor y merecieran ser castigadas por su éxito.

Se asume que el Estado debe intervenir y enmendar, y se le confiere la legitimida­d de recortar bienes y libertades para luchar contra todo tipo de males: los vicios, la injusticia, la excesiva riqueza de algunos (que a menos que haya sido mal habida y no a base de trabajo inteligent­e, ¿qué de malo tiene?).

Jamás se reconoce el daño que esa intervenci­ón hace en el bienestar de los ciudadanos libres. Cuando les mata la motivación de emprender y producir y les viola el derecho a lo propio y a gastar lo suyo según les plazca. Esa violación constituye una verdadera maldición para cualquier sociedad. Pero aún así se aplaude y celebra. ¡Y hasta se exige!

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