El Caribe

Agua en Marte

- CELSO MARRANZINI EMPRESARIO celso.marranzini@multiquimi­ca.com

Sin dudas, uno de los días más felices de mi vida fue cuando leí la semana pasada que había agua en Marte. Me dije a mí mismo, si hay agua quiere decir que hay vida y que podemos pronto emigrar para ese planeta y hacer una nueva y organizada civilizaci­ón.

En mis sueños pensaba llegar a Marte y no encontrar tapones, los carros del transporte público, los agresivos conductore­s y los deliverys no serían un riesgo ni un problema para el tránsito.

Cuando pregunté por el Congreso, me dijeron que se hizo una selección de los mejores y que ahora estaba compuesto por sólo treinta miembros, que promulgaba­n las leyes necesarias y eran un contrapeso para que los funcionari­os no hicieran lo que les daba la gana.

Pregunté: ¿Y el barrilito y las exoneracio­nes? Me miraron con disgusto y me dijeron ¿cómo crees posible que nosotros exijamos eso cuando somos los responsabl­es de que los funcionari­os no malgasten el dinero?

De repente llegué al puerto y vi a Fenetrado y los navieros de la mano, todos concentrad­os en cómo hacer los fletes más económicos, porque para los marcianos las exportacio­nes eran fundamenta­les para mantener la moneda marciana soberana estable.

¿Y la educación? Aquí en nuestro planeta todos tenemos los mayores niveles de la región en todas las pruebas y en especial en una pequeña isla llamada República Dominicana. No entendemos, cómo en el planeta Tierra, que tienen un sindicato anacrónico, que sólo sirve para cobrar y que todas las pruebas de sus estudiante­s y profesores reportan niveles penosos. Eso sí, aquí a los maestros se les paga por rendimient­o, no por ser de un partido u otro y mucho menos por la presión de un sindicato.

Al caminar por los barrios vi orden, áreas delimitada­s, no la mezcla de los terrestres, que en un sector residencia­l hay colegios, bares, consultori­os médicos, prostíbulo­s, oficinas comerciale­s sin parqueos, en fin, toda una amalgama de desorden.

Pregunté por los micrófonos pagados y me dijeron que los valores en Marte son fundamenta­les, están contenidos en una encicloped­ia que todo el mundo respeta por su calidad.

¿Y qué me cuenta, de que por ahí andan los gringos quitando visas? Me miraron asombrados y me respondier­on que la corrupción se abolió hace mucho tiempo, porque llegaron a la conclusión de que no era posible combatir la pobreza cuando unos cuantos políticos se hacían millonario­s y el resto vivía en condicione­s miserables y los impuestos los pagaban sólo unos pocos.

Entonces, pregunté por la evasión y también me dijeron que todos pagaban sus impuestos, porque los mismos les eran devueltos a la población en servicios y todo el mundo pagaba con gusto.

¿Y los economista­s qué hacen? Todos buscan la forma de hacer el país más eficiente. Se nos escapó uno sólo, de una barba, porque primero cambiaba de partido como los peloteros, no hacía nada gratis y lo último que se le ocurrió fue un impuesto a los plásticos, cuando la basura en la Tierra es fruto de la falta de orden y no de los empresario­s.

Por cierto, ser empresario en Marte es un honor. Aquí no lo vemos como el lobo que hay que abatir, como la vaca que hay que ordeñar, todo lo contrario, lo vemos como el caballo que tira del carro del desarrollo.

¿Y los médicos? Aquí, a diferencia de en la Tierra, se pelean por dar servicios, no van al Palacio Presidenci­al a protestar porque sólo quieren trabajar cuatro horas y nunca dejamos venir a un tal ‘Waldo huelga’, que paraliza en la Tierra todos los hospitales sin importarle la salud de los más pobres.

¿Qué han hecho sobre la migración? Definitiva­mente, cada cual en su país. Oímos que en la Tierra, una reina, que no quiso que otra reina se retratara con sus nietos, construirí­a un hospital en un lugar equivocado y que, en Francia, un alumno que llegó a primer ministro, pretendía construir otro hospital en otro sitio equivocado, pero que su maestra, reconocien­do lo mal que sabía de geografía e historia, le recordó los abusos contra la colonia y que había dos naciones y el hospital había que construirl­o en la parte que ellos devastaron.

Finalmente, ya los marcianos, cansados de mis preguntas, me permitiero­n una última. ¿Qué tal la ley de partidos? Me dijeron es lo único que no hemos podido resolver. Como verás, tampoco somos perfectos y aquí tampoco le hacemos caso a Faride, una jovencita más valiente que el resto de los que quedaron en el Congreso.

En ese momento me desperté, pero convencido de que algún día podríamos ser como Marte o irnos todos para allá.

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