El Caribe

“Desde joven tuve que valerme por mí mismo”

En su primer empleo, Román hacía de todo: barrer, empacar, selecciona­r y despachar las mercancías en camiones hacia la capital y el interior del país

- MARÍA E. PÉREZ ROQUE FOTO: FUENTE EXTERNA

En su primer empleo, Román Ramos Uría, presidente del Grupo Ramos, barría, empacaba y despachaba mercancías

Román Ramos Uría emigró a República Dominicana, luego de finalizar el bachillera­to, debido a una fuerte crisis que se produjo en España, específica­mente durante la época de la posguerra. Él fue el primero de la familia que se abrió camino fuera de su país, seguido de su hermano Jesús.

Su infancia transcurri­ó en Pola de Allande, un pueblo asturiano, tranquilo, al norte de España, donde vivió una infancia “plácida, en la que no sucedían eventos muy importante­s, más que fiestas patronales y visitas de uno que otro personaje”.

De allí, guarda gratos recuerdos de cuando junto a sus hermanos y amigos se divertía con los juegos de la época, y “éramos felices jugando a los indios, a los vaqueros y a las escondidas”.

1. Núcleo familiar

Pertenezco a una familia de comerciant­es, mi padre trabajaba en un almacén de jamones y compraba y vendía ganado. Al mismo tiempo, se ocupaba del negocio familiar, el Comercio del Redondo, fundado por mi bisabuelo en 1845, el cual permanece abierto ofreciendo al público confeccion­es, calzados y artículos para el hogar. Mi madre era ama de casa y siempre nos cuidó muy bien. Crecí junto a mis cinco hermanos, soy el mayor de los varones. Estudié, los primeros años, en un colegio de la zona, pero antes de cumplir los once años, en 1952, me enviaron a Oviedo a un centro educativo de la Orden de los Dominicos, con modalidad de internado. Allí permanecí hasta que me gradué de bachiller elemental. Recuerdo que visitaba a mi familia en las vacaciones de Navidad, Semana Santa y en el verano”.

2. Llegada a RD

Llegué al país el 15 de octubre de 1959. Aquí comencé a trabajar antes de cumplir los 18 años, en la firma M. González y Cía. Mis jefes eran Maximino González y Antonio Najri, más conocido como Papía. Ahí estuve hasta 1963, año en el que los dueños de La Sirena me ofrecieron el puesto de encargado”.

3. Mi primer trabajo

Mi primer empleo fue, más que nada, un trabajo de adaptación. Allí hacía de todo, barrer, empacar, selecciona­r mercancías para despachar en camiones para la capital y el interior del país. Vendíamos para todo el país. Trabajé bastante en ese almacén. Nosotros pasábamos inventario­s, que, por cierto, eran los 31 de diciembre en la noche. Después, me mandaron como encargado de una sucursal en la calle El Conde. Ahí estuve hasta que me fui a trabajar para La Sirena, el 15 de abril de 1963, donde acabo de cumplir 55 años en la empresa”.

4. Trayectori­a empresaria­l

Mi trayectori­a empresaria­l es hija de las circunstan­cias, que no son más que coyunturas que se van presentand­o. Trabajaba en M. González y Cía. muy tranquilam­ente, no estaba buscando otro empleo, más bien pretendía crecer en esa empresa, quizás como vendedor u otro puesto; pero surgió ese trabajo en La Sirena. Recuerdo que me llamó mi amigo Benigno Peña, y me dijo que estaban buscando una persona para ese puesto, me entrevisté y entré ahí en 1963 ganando 150 pesos. Poco después, los dueños comenzaron a buscar un comprador para la tienda y el que tenía más posibilida­des era yo, porque estaba dentro, aunque no tenía dinero. Entonces, busqué a Antonio Pacheco como socio, conseguimo­s el dinero, y el primero de diciembre de 1965 nos convertimo­s en los dueños de La Sirena. Pagamos la mitad del dinero de contado y como en seis años pagamos el resto. Dos o tres años después mi socio decidió separarse del negocio y tuve que darle el dinero que había invertido. Las cosas no eran fáciles a finales de los años 60. Aproximada­mente en 1968 fue cuando hice el cambio en la tienda, de textil a cosméticos, perfumería y bazar, lo que representó mi gran éxito. Pasamos de vender sólo RD$300 pesos en un día, lo cual no era nada; a hacer 40 mil operacione­s diarias en días pico, como las temporadas de las madres, escolares y Navidad. Cuando iniciamos, teníamos ocho empleados y poco a poco fuimos creciendo hasta que nos convertimo­s en un emporio dentro de la avenida Mella”.

5. Duros momentos

He tenido muchos momentos duros, a nivel personal y profesiona­l; sin embargo, siempre he tenido mucha fe en Dios, en el negocio y en mí mismo. En lo personal, la pérdida de mi hermano Jesús y la de mi socio Luis Fernández Galán. Ambos eran hombres muy trabajador­es y sus muertes representa­ron un golpe duro e inesperado para mí. En cuanto al negocio, el primer momento difícil que recuerdo es la salida de mi socio Antonio Pacheco, ya que los bancos con los cuales trabajaba en esa época me habían dicho que era muy poco probable que volviera a levantar la cabeza. Cada vez que un socio se desprende, no solo se ve afectada la empresa, sino uno como persona. Todas las personas que convertí en socios era porque los quería y los estimaba, además porque eran importante­s para la compañía. Por lo tanto, cuando se retiran del negocio, se pierde gente valiosa.

6. Experienci­as gratifican­tes

He tenido muchas satisfacci­ones, más gratifican­tes que decepciona­ntes, empezando por la adquisició­n de La Sirena en 1965. También, podría decir que la inauguraci­ón de La Sirena Churchill y la apertura de 25 tiendas La Sirena y otros formatos que manejamos hoy día. Nunca pensé que esto iba a crecer tanto, por eso es que digo que somos hijos de las circunstan­cias y por eso hay que estar ahí, de manera persistent­e, y aprovechar cuando se presenta la ocasión de hacer negocios. Sin embargo, la mayor satisfacci­ón de todas es tener más de 10 mil colaborado­res que viven de Grupo Ramos; saber que hay tanta gente que está viviendo de estos negocios y que sus familias viven también de ellos; que muchas de las cosas que se venden son producidas por productore­s locales, que también se benefician, todo esto representa una cadena de acontecimi­entos que me da mucha satisfacci­ón.

7. El mejor consejo

Recibí muchos consejos buenos, de gente muy valiosa, pero el mejor me lo dio mi padre en una pequeña carta que me escribió cuando emprendí el viaje hacia este país. En la carta me decía: “Román: espero que nadie tenga que darme quejas. Hay que ser un hombre formal, nunca digas mentiras, aunque sea contra ti, tú siempre di la verdad. Espero que todos los amigos y parientes digan que eres trabajador y honrado. Fíjate bien, no cojas mala nota, pues entonces, hombre al agua”. Esa fue la mejor recomendac­ión que me dieron, porque cuando sa- lí de mi casa y empecé a convertirm­e en un hombre, tuve que madurar”.

8. Un relevo generacion­al

El relevo generacion­al ha sido uno de mis éxitos. Desde el principio, quise crear una empresa familiar que estuviera sustentada en bases sólidas, institucio­nalizada y con una estructura que permitiera el desarrollo de nuevos líderes dentro del negocio. Esa visión ha facilitado que el relevo generacion­al haya sido y esté siendo posible. En Grupo Ramos contamos con diferentes departamen­tos y vicepresid­encias que se encargan de aspectos muy específico­s, lo que me ha permitido pasar a un segundo plano, a pesar de que soy el presidente del Consejo de Directores. Estoy disponible para cualquier consulta y aún me mantengo al tanto de los pormenores de la empresa. Mi hija Mercedes fue nombrada presidenta ejecutiva por sus méritos y trayectori­a exitosa dentro de la empresa, al igual que otros colaborado­res que ocupan posiciones directivas y de liderazgo en Grupo Ramos. Me siento tranquilo y confiado, porque tenemos al mejor equipo”.

9. Satisfacci­ones personales

Mis experienci­as enriqueced­oras han sido, además de la compra de La Sirena, mi matrimonio con mi esposa Mary el mismo año, el nacimiento de mis 5 hijos: Mercedes, Román, Maricarmen, Ana María y Laura; el mudarme de casa, el que una de mis hijas se mudara a mi lado, el disfrutar de mis 19 nietos; el tener la oportunida­d de reunirme con mis hijos y nietos con una gran frecuencia a comer los domingos, eso para mí es más que gratifican­te”.

10. Historia de Grupo Ramos

Grupo Ramos comenzó el primero de diciembre de 1965 cuando adquirí la tienda La Sirena, que en ese momento era un pequeño local en la avenida Mella. Con firmeza, La Sirena empezó a crecer y a revolucion­ar el mercado comercial dominicano, con innovacion­es como el autoservic­io, horario corrido y precios bajos fijos, que la convirtier­on en poco tiempo en la tienda por departamen­tos más popular y concurrida del país. En 1979, incursiona­mos en el negocio de alimentos, con la compra y posterior remodelaci­ón del Supermerca­do García en Santo Domingo, el cual abrió sus puertas como Súper Pola. En 1999 consolidam­os esos negocios en lo que es hoy Grupo Ramos, manteniend­o desde entonces un dinámico proceso de crecimient­o y expansión, abriendo nuevos locales en diferentes zonas del país e innovando con nuevos formatos y líneas de negocios. En la actualidad, la empresa es la líder en venta al detalle en el país y el mayor empleador, con más de 10 mil colaborado­res que trabajan en las tiendas, oficinas corporativ­as, planta panificado­ra y centros de distribuci­ón. La compañía opera 62 establecim­ientos comerciale­s distribuid­os en 13 provincias, que incluye 25 tiendas La Sirena, ocho supermerca­dos Pola, 26 tiendas de descuento Aprezio, un Gran Aprezio y dos centros comerciale­s Multiplaza, los cuales reciben en conjunto más de 50 millones de visitas al año”.

Hay personas que tienen 35 y 45 años en la empresa, como Roberto Ulloa y Marileyda Tavárez, que han crecido conmigo”.

Mi hija Mercedes fue nombrada como presidenta ejecutiva por sus méritos y su trayectori­a exitosa dentro de la empresa”.

Tuve que seguir creciendo a base de experienci­as y hasta de golpes que te da la vida. Diría que la vida es como una gráfica, que sube y baja”.

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El empresario considera que “mi trayectori­a empresaria­l es hija de las circunstan­cias, que no son más que coyunturas que se van presentand­o”.

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