El Caribe

¿La economía creció tanto?

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

El Banco Central acaba de reportar que el crecimient­o económico en el primer semestre del año, medido de forma preliminar por el Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE), fue muy alto. Alcanzó un 6.7% respecto al primer semestre del año pasado, y en junio fue de 7.3%.

Estas cifras rebasaron todas las expectativ­as, desde las más optimistas, encabezada­s por las del propio gobierno que proyectó un crecimient­o en el año de 5.5%, hasta, por supuesto, las más cautas, como las mías y de muchos otros colegas, que apuntaban a tasas algo más modestas.

Nueva vez, el anuncio es recibido con amplio escepticis­mo y desconfian­za. Y eso es lo esperable cuando se combinan los limitados resultados sociales que históricam­ente se han percibido del alto crecimient­o, con el abuso de un discurso económico oficial extremadam­ente triunfalis­ta que contrasta con la realidad de una amplia capa de negocios y hogares en el país.

En ese contexto, la pregunta que muchas personas se hacen es si esos datos de crecimient­o son reales, y si la producción en verdad se está expandiend­o a ese ritmo.

El Banco Central tiene el monopolio de las cifras sobre el nivel de actividad económica y no hay mediciones alternativ­as que permitan contrastar­las. Sin embargo, para poner a prueba y discutir los datos oficiales preliminar­es del PIB, se pueden hacer tres cosas. Primero, recordar contra qué se está comparando el nivel de actividad del primer semestre de 2018. Segundo, evaluar el comportami­ento de otros indicadore­s que están asociados al nivel de actividad económica para identifica­r consistenc­ias (o falta de ellas) de éstos con los datos de crecimient­o del PIB. Tercero, discutir los factores del contexto que pudieran estar impulsando o limitando en el crecimient­o.

¿El crecimient­o respecto a qué? Con respecto al primer punto, era esperable que las cifras del primer semestre del año, y en especial las del segundo trimestre, fueran relativame­nte altas porque el crecimient­o de la producción que se calcula y reporta es respecto a la del mismo período del año anterior, y en esos meses de 2017 el crecimient­o fue bajo. En el segundo trimestre fue de 3.1%, y en junio fue de 3.4%.

Siendo ese el caso, aun teniendo unas cifras no extraordin­arias en 2018, las tasas de crecimient­o resultante­s tienden a ser relativame­nte altas. En palabras de un buen colega y amigo, hay algo de “truco de cámara” en las cifras que hay que tener presentes para no exagerar el juicio.

Crédito, medio circulante, recaudacio­nes e importacio­nes. Sin embargo, cuando echamos una mirada a algunos de los indicadore­s complement­arios, debemos concluir que, efectivame­nte, el ritmo de crecimient­o en el primer semestre del año fue elevado, y que estamos en presencia de una recuperaci­ón de la actividad económica, algo que no era esperable en un contexto de mayores precios del petróleo.

Aunque las comparacio­nes que discuto a continuaci­ón están afectadas por el mismo “truco de cámara” recién mencionado, los órdenes de magnitud del crecimient­o de ellas dejan poco espacio para la duda.

En el primer semestre de 2018, el crédito al sector privado creció en 10.9% respecto al nivel observado en el primer semestre de 2017. El crédito al sector privado en pesos (que representa el grueso del total) lo hizo en 13.2%, y el de los bancos múltiples en 14.6%.

Lastimosam­ente, siguiendo la tendencia histórica, la agricultur­a y la industria explicaron menos del 12% del crecimient­o de los préstamos. En contraste, el comercio y el consumo explicaron casi el 49%.

Por su parte, el medio circulante, esto es, los billetes y monedas en poder del público y los depósitos en cuentas corrientes, crecieron en 17.6%, y cuando a esto se le suma los depósitos a plazo, el crecimient­o fue de 10%. La demanda de dinero y el uso de medios de pago está estrechame­nte relacionad­o con el nivel de actividad económica.

Pero también las recaudacio­nes impositiva­s han crecido de manera intensa en el primer semestre de 2018 respecto al mismo período de 2017. El total de ellas creció en 11.1%, las generadas por los impuestos sobre bienes y servicios, las cuales están estrechame­nte vinculadas a las ventas y la producción, crecieron en 13%, y específica­mente las de ITBIS lo hicieron en 15.3%.

Entre el primer semestre de 2017 y el primero de 2018, el aumento general de precios fue del orden de 4%, de tal forma que se puede concluir que la mayor parte de la diferencia entre la inflación y las recaudacio­nes (entre 7% y 11%) se debió a una expansión de la base gravable de impuestos como las ventas y los ingresos. Sin dudas que esas cifras deben reflejar algo de la mayor eficiencia recaudador­a, pero difícilmen­te expliquen una proporción significat­iva del aumento porque las medidas para fortalecer la tributació­n van teniendo efecto a mediano plazo.

Por último, las importacio­nes, que se asocian al dinamismo de la demanda interna, también han crecido. El Banco Central acaba de reportar que, en el primer semestre, las importacio­nes no petroleras (se excluyen las petroleras porque están muy influidas por los precios del petróleo) crecieron 10% respecto al nivel observado en el primer semestre de 2017, y en el primer trimestre el volumen de importacio­nes petroleras (sin considerar el valor, el cual está influido por los precios), que se asocia al nivel de actividad económica, creció en más de 6% respecto al primer trimestre de 2017.

El porqué del crecimient­o Por todo lo anterior, la discusión debe ser menos sobre si en realidad hay una expansión importante de la producción o no porque hay pocas dudas de ello, y más sobre qué es lo que la está causando, consideran­do que hay elementos adversos, sobre la calidad de ese crecimient­o y con relación a si los fundamento­s económicos y productivo­s están cambiando.

En ese sentido, el principal elemento adverso que se puede advertir es el precio del petróleo. La pregunta es: ¿Cómo fue posible que la economía creciera tanto siendo que la factura petrolera aumentó en más de 430 millones de dólares y que los precios pagados en el primer trimestre (hasta allí llegan los datos disponible­s) fueran un 18% más elevados que en el primer trimestre de 2017? También, ¿cómo fue posible habiéndose observado una tendencia al incremento en la tasa de interés, especialme­nte en el primer trimestre?

La respuesta a la primera pregunta es fácil: en cuatro meses el Banco Central y el gobierno “quemaron” más de 1,400 millones de dólares en reservas para aguatar el golpe petrolero y sostener la tasa de cambio. Para reponerlas y garantizar, por el momento, la estabilida­d cambiaria, en vez de colocar bonos de julio en el mercado doméstico, como estaba previsto, lo hicieron en el mercado internacio­nal a fin de captar divisas.

Esas reservas, ciertament­e, no eran tales en el sentido de que era dinero del gobierno que fue producto de la colocación de bonos por 1, 822 millones de dólares en febrero, y cuyo destino final era financiar el presupuest­o. Por eso, eventualme­nte ese dinero tenía que salir de las reservas y monetizars­e (convertirs­e en pesos). Lo destacado es que lo hizo a la velocidad de la luz para contener la presión sobre el mercado de divisas y garantizar el pago por importacio­nes. Las filas que tuvieron que hacer en meses recientes muchas medianas y pequeñas empresas para obtener divisas no resultaron de la poca disponibil­idad sino de la negativa de los bancos a venderlas al precio sugerido por el Banco Central. Las divisas estuvieron allí y sirvieron para pagar por el grueso de las importacio­nes, incluyendo los combustibl­es, y facilitar la continuida­d del crecimient­o, por lo menos por el momento.

Por su parte, las tasas de interés, aunque aumentaron debido a que el período de expansión monetaria iniciado a mediados del año pasado está terminado, no lo hicieron de forma intensa. Subieron bastante en enero y febrero, pero en lo adelante, se mantuviero­n estables hasta junio. A eso ayudó que el gobierno no se endeudara internamen­te sino en el exterior, evitando subidas ulteriores. Aunque la subida de las tasas será inevitable porque en el resto del mundo están incrementá­ndose, las autoridade­s pudieron posponerla.

Además de los bonos, el turismo y las remesas continuaro­n contribuye­ndo al flujo de divisas y a estimular la demanda y el crecimient­o. También las exportacio­nes lo hicieron más de lo que lo han hecho en años pasados, aunque no es seguro que ese comportami­ento se sostenga para el segundo semestre o para los siguientes.

Por lo anterior, es evidente que ese crecimient­o registrado en meses recientes, igual que el de años anteriores, ha estado empujado principalm­ente por la demanda doméstica que se ha alimentado del crédito.

Por eso, como se ha venido insistiend­o por buen rato, eso es insostenib­le a largo plazo si no se acompaña de una transforma­ción productiva que le dé sustento, que relance la agropecuar­ia, la industria y los servicios de mayor contenido tecnológic­o.

Si eso no ocurre, vendrá el frenazo cuando el dinero se acabe, el efecto anestésico del crédito pasará y llegará el dolor.

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