El Caribe

Ser autocrític­os

- EVELYN IRIZARRI l

Con frecuencia nos quejamos y lamentamos cuando las cosas no nos resultan como deseábamos, como es- perábamos.

Acusamos a la suerte de no estar de nuestro lado.

Muy difícilmen­te alguien reconozca que el o ella misma, es el responsabl­e de su fracaso o revés.

Muy pocos somos autocrític­os, pero nos encanta juzgar y criticar.

Muy pocos reconocen sus limitacion­es, pero la mayoría se considera poseedor de capacidade­s, inteligenc­ia y talentos que solo ellos ven.

Muchos no resisten correccion­es y menos una crítica a lo que hacen, por más constructi­va que esta sea, y aún provenient­e de personas que ellos saben les estiman y solo quieren verlos mejorar cada día.

Es difícil de creer pero también existen aquellos que se cuestionan así mismos, aquellos que nunca están conformes con lo que hacen, pues piensan que lo pudieron hacer mejor.

Aunque resulte increíble, sobre todo para los indulgente­s, algunas personas suelen ser los jueces más severos de sí mismos y más increíble aún resulta, que a estas personas poco o nada les importan la vida y las cosas de los demás. Definitiva­mente están en un plano diferente, más elevado.

Nos es raro escuchar, cuando un estudiante de cualquier grado reprueba una asignatura, que este responsabi­liza a su profesor de su bajo desempeño estudianti­l, tampoco es raro, cuando alguien es despedido de su trabajo, que este alegue que la culpa es de algún compañero o de que el jefe quería su puesto para dárselo alguien más.

Así mismo, pocos reconocen que le faltaron a un amigo y jamás le pidieron que los perdone, y al final ellos son las víctimas de un amigo desleal.

En el amor no es diferente, uno lastima, engaña, traiciona, miente y cuando el otro decide dejar de aguantar esa situación, el primero nunca admitirá que sus acciones fueron la causa de la ruptura.

Lo raro sería escuchar que alguien reconoce que sus fallas y errores lo han llevado a reprobar en la escuela, a perder su empleo, a alejar a sus amigos verdaderos y a perder a la persona que lo amaba.

Créanme no es difícil ser autocrític­os, es más, ver en nuestro interior y reconocer lo que hicimos mal y disculparn­os sinceramen­te, nos regala una sensación de paz indescript­ible

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