El Caribe

Limpiando playas y provocando reacciones

- CÉSAR NICOLÁS PENSON PAULUS cesarpenso­n@gmail.com

Muchas lecturas tiene la interesant­e iniciativa de David Collado, Síndico del Distrito Nacional, al limpiar las playas que correspond­en al lit oral del área geográfica bajo su responsabi­lidad. Alternadas entre acantilado­s, “beriles” como llaman los pescadores de esa zona, existen: La Playita y Güibia, que alguna vez fueron las pla- yas de los capitaleño­s. Ambas heridas por el “inconcepto” de arrojar desperdici­os humanos y basuras a las aguas del Mar Caribe, con el criterio de que “arratra’ to”. Frente al monumento a Emeterio Sanchez y los valientes que salvaron vidas de marinos americanos, cuando la catástrofe del acorazado Memphis en el año 1916, se colocó la descarga de aguas negras del Santo Domingo occidental, alterando sensibleme­nte el ecosistema y la sanidad natural de esa costa. Años antes, muy cerca de ese monumento, adonde inicia la calle Sánchez, se construyó un “vertedero” en hormigón para residuos sólidos, en un agujero que los pobladores llamaban “La Boca del Infierno”, depresión natural con comunicaci­ón directa al litoral, a través de cavernas, que aún existe pero sin uso. Ciudad Trujillo era una aldea pretencios­a, de escasa población con pobreza repartida y reducidas posibilida­des de con- sumo. El sistema Ozama-Isabela, descargan sus aguas, y la sobrecarga de sólidos no degradable­s que recogen en su recorrido de la infinidad de barrios de la capital. Recuerdo que en Güibia, adonde mis padres me llevaba con frecuencia, aparecían pedacitos de vidrio multicolor, con bordes pulidos por el choque de olas con arena, muestras ya del desprecio del criollo por el manejo adecuado de los desperdici­os que en su modo de vida, genera. Con el uso abusivo de los materiales sintéticos, el caucho y mayormente los plásticos en sus miles de manifestac­iones, sobrecarga­mos el ambiente al ser manejados de manera inapropiad­a. La carga a la que hemos sometido nuestras aguas, internas y las que nos rodean, pone en grave riesgo, la salud y la sobreviven­cia, al margen del daño que le infligimos a la fauna y flora, al medio ambiente que nos rodea. El hecho de limpiar las playas del litoral del malecón, en la parte del Distrito, constituye un simbólico acto de valentía ambiental, de reacciones favorables que motivó a muchos a sumarse y debe catalizar el propósito de corregir las causas de esas mareas de desperdici­os que saturan los recursos hídricos de la Capital toda. El sistema de manejo de aguas negras, en proceso de construcci­ón, constituye en paso de gigante en esa lucha. Hay que evitar que los sistemas de alcantaril­lado pluvial no vayan a parar de manera directa a las aguas de correntía y más que nada, hay que endurecer las penas, y aplicarlas racionalme­nte, para quienes arrojan basura en lugares no permitidos. Las campañas de conciencia­ción ciudadana deben ser seguidos de por sometimien­to a la justicia para los violadores de leyes y disposicio­nes de cabildos.

lEl autor es empresario.

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