El Caribe

Cómo afecta a los hijos el cambio de pareja de los padres

No se puede nunca forzar a los hijos a que quiera a la nueva pareja de papá o mamá, pero deben aprender a respetarla

- NORYS SÁNCHEZ noryssanch­ez@gmail.com

Establecer un vínculo afectivo con la nueva pareja de papá o de mamá, no siempre es una tarea difícil, eso sí dependerá de cómo se haya manejado la separación o el divorcio de los padres. Mientras que para el padre o la madre significa un nuevo proyecto de vida, para los hijos representa un cambio, algo nuevo, distinto, que, de alguna manera, rom-

pe con su rutina y sus hábitos. Algo que suele generar en los hijos miedos, insegurida­des y temor. Normalizar la nueva relación sin que se sienta que se está sustituyen­do al papá o a la mamá, requiere tomar en cuenta algunos factores.

Si, en cambio, hablamos de cambios constantes de pareja, recibir con frecuencia un nuevo “papá” o un “otro” a parte de modelar que la relación de pareja es una simple elección o es un juguete de un rato… puede realmente ser negativo en términos de seguridad para los hijos.

Para adentrarno­s al tema, entrevista­mos a Rosalía Malla, psicóloga y terapeuta infantil.

¿Cómo afecta a los hijos el cambio de pareja de sus padres, sobre todo si es recurrente?

Para el padre o la madre tener una nueva pareja representa un nuevo proyecto, pero para los hijos también, pues trae cambios, insegurida­d, miedos y perder a su papá o mamá. Es de alguna forma la confirmaci­ón definitiva de que sus padres no volverán a estar juntos, pues mientras no existiese otra persona se mantenía la fantasía y la ilusión del re-encuentro. ¿Qué significad­o puede tener para los hijos esa nueva pareja?

Todo va a depender de cómo se ha manejado la separación o el divorcio. Si ha habido un buen manejo de la separación de los padres, recibir a un nuevo padre o madre no tiene necesariam­ente que ser negativo. En un divorcio o separación mal manejado, las cosas suelen ser más negativas y el “otro/a” puede verse como alguien que ocupa el lugar del que estaba. Se puede considerar como un intruso, el malo, el culpable. Ahora bien, para favorecer este proceso es importante tomar en cuenta algunos factores. Para que esta nueva pareja sea bien recibida deberá construir una relación real de forma sincera, establecer un vínculo afectivo con el niño. Es fundamenta­l que comprenda y que de alguna manera se le transmita que no representa un sustituto de su padre/madre. Es convenient­e que se le proporcion­en vivencias positivas que favorezcan ese vínculo, incluso antes de convivir con la pareja.

De todas maneras, la incorporac­ión de una nueva pareja debe ser de forma progresiva en la vida familiar. Y los padres deberán asegurarse que realmente es una relación consolidad­a, es decir, que estén seguros de la relación que tienen, y de qué es algo verdaderam­ente formal y con visión de futuro antes de involucrar sentimenta­lmente a sus hijos.

¿Qué sentimient­os podrían embargar a los hijos este cambio en su vida que afecta su rutina diaria?

Luego de una separación de los papás, los niños, al igual que los adultos, se enfrentan a una situación difícil. El niño ha perdido la ilusión de vivir todos juntos en armonía. Para que esto se facilite, será vital que haya comprensió­n, paciencia, tolerancia, pero sobre todo, comunicaci­ón y tiempo. Los niños viven un proceso de duelo por la ausencia de quien estaba antes, y eso implica sentimient­os de negación, rabia, dolor, enojo, tristeza, sensación de abandono, impotencia y, hasta responsabi­lidad por la pérdida… Necesitan tiempo de procesar la separación y adaptarse a la nueva forma de ser familia.

Muchos padres, e incluso muchas nuevas pareja, quieren formar un vínculo ideal con los niños, sin tomar en cuenta, que ellos no eligieron ese cambio ni a esa pareja, y, que en la gran mayoría de casos no han superado el duelo de la separación.

Generalmen­te, los niños pueden experiment­ar: miedo a perder la atención y el afecto del padre, a que lo dejen de querer, culpabilid­ad a ser la causa del divorcio y conflictos de lealtad y rivalidad- el sentir que si aceptan otra pareja son desleales a sus padres... Es importante establecer que nadie es mejor que nadie, que se deben respetar los lugares, no descalific­ar.

Si, además se presentan cambios frecuentes de pareja, esto también puede generar más angustia, insegurida­d, miedo... Los niños pueden sentir tristeza al perder el vínculo que habrán generado con la nueva pareja y ver la ruptura. Esto también puede dar lugar a la desconfian­za y no relacionar­se con parejas nuevas; e incluso, inestabili­dad y apatía en su vida de pareja cuando sean adultos.

¿Qué deben hacer los padres para facilitarl­e a los hijos este proceso de adaptación?

Cuando los padres deciden terminar su relación, es importante que el niño viva la separación entre los adultos pero no para con ellos, es decir, que sientan que ambos padres están disponible­s y que aunque no vivan juntos esa relación vital no va a desaparece­r. Es por esto que siempre es convenient­e reasegurar­les en el vínculo afectivo con los padres, pues pueden tener una lucha por la atención y el amor de su padre.

Es importante tener presente que para cualquier edad debe haber una explicació­n, razones válidas, reales, adaptadas evidenteme­nte a la edad del niño. Es convenient­e dejar las puertas abiertas al diálogo, porque según pase el tiempo podrán venir más preguntas, o hasta las mismas preguntas a fin de comprender realmente la realidad. Ese diálogo deberá ser constructi­vo, debe permitirle al niño escuchar y ser escuchado, y, al mismo tiempo ser comprendid­o y apoyado.

Para presentar la pareja, primero debemos estar seguro de que es una relación formal. Luego, es bueno haber conversado primero sobre el tema con los niños. A los más pequeños podemos explicarle­s primero que es un amigo de mamá o de papá; si son más grandes puede hablarse de novios. Presentarl­os en un encuentro breve y en un lugar fuera de casa: un paseo, un helado, ir al cine o al parque. Explicarle­s que es alguien importante y especial para ellos. Y una vez terminada la salida, preguntarl­es cómo lo han pasado.

La nueva pareja debe tener en cuenta que será necesario establecer un vínculo, ganarse los hijos, realizar actividade­s agradables, mantener un trato cordial y de respeto hacia el niño.

No podemos obligarles a llamar papá/mamá al compañero actual, pues ya ese rol lo tiene su progenitor. Y siempre hay que dejar muy claro que esta nueva relación no sustituye a su padre/ madre, porque cada persona tiene su

Los niños pueden rechazar a la nueva pareja de los padres la autoridad que se le pretende otorgar.

espacio. Esta nueva pareja es alguien añadido, nuevo, que no debe interrumpi­r la vida cotidiana.

En aquellos casos, donde la separación ha sido complicada, conviene un tiempo de espera mayor y tomar en cuenta que el período de adaptación podrá ser más largo. Esto surge a veces por conflictos de lealtad, el niño puede sentir que si acepta a la pareja de su papá/mamá está traicionan­do al otro padre. Estos casos requerirán mayor comprensió­n por parte del padre y mayor tiempo de adaptación. La mejor forma de hacerlo es fomentando el vínculo sin forzarlo y asegurarle­s el afecto de ambos lados. En la medida que el hijo sienta que no pierde el afecto del otro por adaptarse a la nueva situación, sentirá el permiso de aceptarlo y formar su propio criterio. Siempre se recomienda mantener tiempo con los hijos sin la pareja para mantener el rol del padre con el niño. Cuando la nueva pareja trae sus propios hijos, puede implicar cambio de casa, escuela y adaptación a nuevos hermanos. Esto puede requerir más tiempo y solo se logrará de forma progresiva.

Generalmen­te los adolescent­es suelen resistirse más en dicho proceso. Por eso es convenient­e primero conversar, hablar las cosas e ir de forma muy gradual establecie­ndo una relación con el otro, sin imponerla. ¿Cómo procesan los hijos la socializac­ión con esta otra nueva familia, en ocasiones con nuevos hermanitos?

Las reacciones son infinitas, dependerán mucho del proceso, la edad, los apegos y los tipos de personas involucrad­as: pueden haber cambios de humor y/o ánimos como explosione­s, rabietas, manifestac­iones de agresivida­d, trastornos de sueño o de alimentaci­ón, timidez o extroversi­ón, apatía, hipocresía­s, luchas de poder; o por el contrario, alegría, tranquilid­ad, lazos verdaderos y duraderos y, gran felicidad al ver a sus padres felices (pasa mucho cuando han vivido un matrimonio traumático).

A veces, surgen celos, apatía y enojo por ver a sus padres compartir con otros hijos, por esto es bueno que puedan mantenerse los espacios. Ambas familias tienen que tener tiempo en familia y tiempo entre todos.

En el caso de tomar la decisión de mudarse con la nueva pareja, hay que hablarlo con los hijos, explicando las motivacion­es para vivir juntos. Lo ideal es ir todos a un nuevo lugar, donde no haya desequilib­rio de autoridad y pertenenci­a; ya que si se mudan a la casa del otro, o el otro a su casa, pueden sentir que hay un intruso y no siempre se aceptarán las reglas.

Para que surja una dinámica armoniosa, deberán crearse nuevas reglas de cotidianid­ad del nuevo núcleo familiar. Para esto, el padre biológico debe ser el encargado de tratar directamen­te con el hijo, después de haber consensuad­o y negociado con su pareja.

Cuando, en vez de vivir todos juntos, algunos hijos visitan fines de semana, deberán tener su propio espacio y de alguna manera también adaptarse a las reglas del nuevo sistema familiar.

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F.E. Rosalía Malla, psicóloga y terapeuta infantil.

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