El Caribe

Beneficián­dose de la guerra de los otros

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

Los temores de una guerra comercial generaliza­da impulsada desde Estados Unidos se van disipando. Parece ir quedando claro que México, Canadá y los países de la Unión Europea son objetivos menores del gobierno de Estados Unidos y que el objetivo estratégic­o es China.

La renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, o NAFTA por sus siglas en inglés) parece estar terminando y “el peor acuerdo económico de la historia”, según Donald Trump, será modificado apenas lo suficiente como para que el Presidente de Estados Unidos hable de una gran victoria de su gobierno. Ya lo está haciendo, aunque con poco éxito.

México cedió algo en la principal demanda estadounid­ense: reducir la proporción del valor de las partes de los automóvile­s fabricadas fuera de los países que conforman el acuerdo. Esto encarecerá algo los automóvile­s fabricados en México en el mercado de Estados Unidos, lo cual reducirá las ventas. Como consecuenc­ia, ampliará un poco el espacio para los automóvile­s fabricados en Estados Unidos e incrementa­rá la producción de partes estadounid­enses para exportar a México. Además, el acuerdo se actualizar­á al incorporar temas vinculados a la economía digital e incorporar­á cláusulas de revisión periódica. Sin embargo, en ningún caso se trata de una modificaci­ón significat­iva, y los efectos segurament­e serán pequeños, aún en los estados donde Trump tiene bases electorale­s fuertes.

Igualmente, la disputa comercial con la Unión Europea está siendo resuelta, lo que apunta a que el ruido inicial fue sólo eso.

China: el objetivo estratégic­o Aunque la impulsivid­ad y falta de reflexivid­ad de Trump continuará­n gravitando, generando riesgos e incertidum­bre, se va haciendo evidente que la tensión primordial, tanto en términos económicos como tecnológic­os, es con China. Y esto tiene sentido en la medida en que China es el único país que puede alcanzar en el futuro la capacidad de desafiar la hegemonía económica, tecnológic­a y política de Estados Unidos. De allí que sea entendible que el gobierno estadounid­ense ponga énfasis en contener a ese país y recurra al comercio como arma.

Todo lo anterior sugiere dos cosas. Primero que, en lo fundamenta­l las reglas comerciale­s globales no sufrirán cambios significat­ivos y que la guerra quedará circunscri­ta a la relación bilateral entre China y Estados Unidos. Esto supone que no habrá reversión generaliza­da de la apertura comercial global, que los costos de comerciar no subirán, y que se mantendrá el carácter transnacio­nal de una parte significat­iva de la producción mundial. Esto quiere decir que las llamadas cadenas globales de valor continuará­n explicando una parte importante de la producción mundial de manufactur­as. En estas cadenas, los productos se fabrican pasando de país a país. En cada uno de ellos, los insumos pasan por procesos muy específico­s de transforma­ción hasta lograr el producto final. Para que esas cadenas funcionen, se necesita que las barreras al comercio sean bajas. Se estima que en la actualidad más del 10% del PIB mundial se produce en cadenas globales de valor.

Segundo, que la discordia con China irá para largo, que el espectro de productos a los que ambos países impondrán barreras podría crecer mucho, y que el comercio entre ellos sufrirá cambios importante­s. Como destacó un reciente artículo aparecido en el Financial Times, ambos países parecen determinad­os a no dar su brazo a torcer. Trump quiere demostrarl­e a su base que habla en serio respecto a lograr que los empleos vuelvan a Estados Unidos, aunque sea algo que difícilmen­te logre porque tiene más que ver con cambios tecnológic­os y de ventajas relativas de los países que de reglas de comercio. Paradójica­mente, en este momento, el desempleo en ese país es de menos de 4%, un mínimo histórico. Por su parte, el presidente chino Xi Jinping está muy comprometi­do con fortalecer y expandir la influencia económica y política de su país en el mundo y está haciendo una apuesta muy fuerte por transforma­r a China en un país líder en tecnología y en tener una participac­ión destacada en las industrias del futuro. Se trata de una cuestión de orgullo nacional.

Por fortuna, este escenario de guerra focalizada es uno benigno para países como la República Dominicana, y presenta beneficios inmediatos y oportunida­des que no deberían escaparse. Beneficios en el comercio Cuando un país grande, con un peso importante en la demanda mundial de algún producto, impone aranceles, lo esperable es que los precios internacio­nales de los productos gravados se reduzcan porque los aranceles elevan los precios internos de esas mercancías haciendo que la demanda se reduzca. Esto crea un excedente de producción, lo que deprime los precios. En el caso de las exportacio­nes de Estados Unidos, los aranceles chinos pueden contribuir a que los precios internacio­nales de los alimentos como las grasas comestible­s, el trigo, los productos cárnicos y los lácteos se reduzcan. Eso beneficia a los demandante­s de ese tipo de productos en el país, alivia la situación de la balanza de pagos y reduce presiones sobre el mercado cambiario, en un momento en que los precios del petróleo generan tensión. Desafortun­adamente, precios más bajos de los lácteos y otros alimentos pueden afectar negativame­nte la producción nacional.

También puede contribuir a reducir los costos y los precios de algunos productos que se fabrican en el país con este tipo de insumos e incrementa la posibilida­d de exportarlo­s. Además, en algunos casos, la guerra de aranceles entre esos países abre oportunida­des para ocupar espacios comerciale­s dejados por el socio afectado. Pero esto está sujeto a que el país cuente con oferta exportable. Lamentable­mente, los productos que el país exporta a Estados Unidos y a China no son los que esos países comercian entre ellos.

El colega y amigo Héctor Guilliani Cury provee una discusión detallada de estos posibles efectos en “En RD, ¿quiénes ganan y quiénes pierden con la guerra comercial entre países industrial­izados?” publicada por el portal financiero Argentariu­m. Oportunida­des de inversión No obstante, hay consenso en que donde hay más oportunida­des es en las inversione­s dirigidas a la exportació­n. Esto se debe a que empresas chinas ya están buscando escapar de las barreras estadounid­enses reubicando su producción en países como Vietnam, mientras las de otros países que tenían planes de instalarse en China, están buscando otros destinos. La República Dominicana puede ser uno de ellos.

Aquí, la pregunta es si alguna parte de la producción china que se exporta al mercado estadounid­ense se puede reubicar en el país. Una primera aproximaci­ón a la respuesta se puede hacer identifica­ndo aquellos productos exportados por China a Estados Unidos y que la República Dominicana también exporta. Esto no da una respuesta completa porque hay que ponderar los productos específico­s que cada país exporta (más allá de las clasificac­iones agregadas), identifica­r si a esos productos le fueron o le serán impuestos aranceles, los costos y precios a que se colocan, y los procesos productos específico­s que toman lugar para conocer las posibilida­des de replicarlo­s en el país.

No obstante, de los 30 grupos de productos de mayor peso en las exportacio­nes chinas a Estados Unidos, los cuales explican el 58% del total, hay cuatro grupos que la República Dominicana también exporta a ese mercado. Esos son, en orden de importanci­a para el país: calzados con suela de caucho y de plástico; jerseys y pullovers; artículos de plástico diversos; y vajillas y otros artículos de plástico y de uso doméstico. En 2016, China exportó a Estados Unidos casi 25 mil millones en esos productos. Eso fue equivalent­e a casi 5% del total de las exportacio­nes chinas a ese mercado.

En comparació­n, las exportacio­nes dominicana­s de esos mismos productos a Estados Unidos en 2017 fueron de poco menos de 420 millones de dólares. Esto fue equivalent­e al 12% de las exportacio­nes totales hacia ese país y a menos del 2% de las exportacio­nes chinas de esos mismos productos a ese mismo mercado. Las de calzados fueron de unos 230 millones, las de jersey y pullovers fueron de 96 millones, las de plásticos de 71 millones y las de vajilla y otros artículos plásticos de 36 millones.

Si se quiere sacarle provecho a la coyuntura y atraer inversione­s para exportar y generar empleos, hay que empezar por identifica­r las actividade­s que sufrirán en China y que son proclive a moverse hacia otros países.

Ciertament­e, el objetivo de largo plazo no es exportar más confeccion­es textiles o productos plásticos sino productos con más contenido tecnológic­o, más valor agregado, que demanden mayores habilidade­s laborales y que paguen mejores salarios. Para ello, hay que atraer empresas cuyas actividade­s contribuya­n a aumentar el aprendizaj­e y a lograr transforma­ciones productiva­s más profundas.

No obstante, sería imperdonab­le dejar pasar la oportunida­d.

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