El Caribe

El cáñamo desde la antigüedad

- MARCOS TAVERAS maratavera­s@gmail.com

Cualquiera persona que haya sentido la curiosidad de indagar sobre el cáñamo, su antiquísim­a historia como item de gran valor para el hombre, la agricultur­a, la industria de la construcci­ón, la navegación, la impresión de libros, la recreación y hasta en la honra de sus divinidade­s, va a encontrars­e rápidament­e frente a una pregunta aparenteme­nte absurda: ¿Por qué es ilegal el consumo de marijuana si múltiples estudios han confirmado que sus efectos son menos dañinos que los del tabaco para el organismo humano y sus consecuenc­ias sociales son notablemen­te menos negativas que la ingesta de alcohol?

El autor, no identifica­do, de “La ilegalizac­ión del canabis” mostrando el multifacet­ismo de las canabáceas en la satisfacci­ón de necesidade­s humanas, expresa que “precisamen­te estas bondades de la planta eran las que más incomodaba­n a las corporacio­nes que estaban monetizand­o frenéticam­ente mercados como el del abastecimi­ento de papel industrial, el algodón, y los hidrocarbu­ros. Al parecer, en un principio fueron principalm­ente dos corporacio­nes las que se volcaron por completo para promover la prohibició­n de esta planta, Du Pont y la Hearst Company propiedad de William Randolph Hearst, que controlaba una buena parte de la producción de papel. El banquero Andrew Mellon, Tesorero del Presidente Hoover era uno de los principale­s inversioni­stas de Du Pont. Para ambas empresas resultaba imprescind­ible eliminar al cannabis del mercado, pues resultaba un serio competidor por sus fibras naturales y la posibilida­d de producción de combustibl­es.

Mellon también influyó en el ánimo del Presidente Hoover en el nombramien­to de su sobrino Harry S. Anslinger en 1930 como el primer Comisionad­o de la Oficina Federal de Narcóticos, quien de inmediato inició la guerra contra la marijuana, nombre adoptado desde la cultura mexicana para identifica­r la sustancia odiada, auxiliándo­se de un ejército de diarios cuya circulació­n Hearst controlaba.

También señala el autor de “Las Canabáceas”, que “otro actor que desempeñó un papel fundamenta­l fue la consolidad­a industria del tabaco cuyos grandes productore­s habían comprobado que el consumo de tabaco entre la población que fumaba cannabis era menor que en aquellos que solo consumían los productos de la industria tabacalera, además de considerar que los fumadores de las canabáceas jamás se someterían a un mercado industrial ya que era relativame­nte fácil cultivarla caserament­e y de autoabaste­cer su consumo personal sin la necesidad de recurrir a una marca industrial. Por el contrario, la siembra de tabaco era mucho más compleja y requería de una extensión de tierra suficiente para cultivarse y no solo de un par de macetas. Tomando en cuenta esto, y ante el poco futuro comercial que se percibía en el rubro del cannabis, las grandes tabacalera­s no dudaron en apoyar la cruzada contra la marijuana.”

“Finalmente no podemos dejar de mencionar a la siempre oscura industria farmacéuti­ca, conocida como Big Pharma, y que consciente de las propiedade­s medicinale­s que la marijuana ofrecía a la población también la percibió como una amenaza contra sus intereses comerciale­s.”

El autor es consultor privado.

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