El Caribe

Exportar valor agregado

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

Como he escrito en otras ocasiones, no hay forma de sobreestim­ar la importanci­a de las exportacio­nes para una economía pequeña como la dominicana. Hay dos razones principale­s para ello. Primero porque el tamaño de nuestro mercado y de la demanda interna es insuficien­te como para lograr realizar un volumen de producción y de empleos e ingresos asociados que permitan alcanzar una vida materialme­nte digna para todos y todas.

Segundo, porque para producir necesitamo­s importar maquinaria­s, equipos e insumos que no producimos, y para ello requerimos de moneda extranjera que se obtiene exportando. Más aún, una parte relevante de lo que consumimos lo importamos porque, debido a nuestro tamaño, no tenemos los recursos y las capacidade­s para producir la variedad de bienes y servicios que consumimos.

Desafortun­adamente, a lo largo del último cuarto de siglo, las exportacio­nes de bienes y servicios han perdido peso en la economía nacional. Mientras a inicios de los noventa, su valor era equivalent­e a más de 36% del PIB, en años recientes ha rondado el 25%. Las de bienes equivalen a alrededor del 15% del PIB y las de servicios, principalm­ente turismo, al 10%. La participac­ión de la República Dominicana en el comercio internacio­nal también ha declinado. Actualment­e nuestras exportacio­nes representa­n cerca del 0.05% de las exportacio­nes mundiales. En comparació­n, a inicios de la década pasada eran equivalent­es a 0.086%.

Ese insuficien­te desempeño externo ha sido parcialmen­te aliviado por el flujo de remesas familiares, y en los últimos diez años por el incremento del crédito al sector público. Hay quienes alegan que también la inversión extranjera ha contribuid­o pero cuando se mide el efecto neto, esto es, los flujos de nuevos recursos entrantes descontand­o la repatriaci­ón de utilidades de inversione­s pasadas, se advierte que el impacto ha sido limitado. De hecho, en promedio, entre 2013 y 2017 el flujo neto ha sido negativo. Tanto la inversión extranjera como el crédito externo no son fuentes no sostenible­s de divisas a largo plazo, por lo que las exportacio­nes tienen un rol irremplaza­ble.

No obstante, no se trata sólo de exportar más millones de dólares sino, más bien, más valor agregado porque es eso lo que permite crear empleos y capturar recursos netos. Eso significa lograr que cada unidad de mercancía vendida en los mercados internacio­nales tenga una proporción creciente de valor agregado en el país. La pregunta, entonces, es cómo lograr eso. La respuesta puede ser interminab­le pero es de mucha ayuda visualizar que la inserción domini- cana al comercio internacio­nal consta de tres pilares.

Exportacio­nes nacionales El primero son las exportacio­nes nacionales, consistent­es en productos industrial­es, agrícolas y mineros. En 2017 alcanzaron 4,400 millones de dólares y explicaron el 44% de todas las exportacio­nes de bienes. Son exportacio­nes muy diversas pero, en general, se caracteriz­an por tener procesos productivo­s relativame­nte cortos y el grueso tiene valores agregados reducidos. El 40% (más de 1,700 millones de dólares) fue minerales, los cuales son extraídos y procesados sólo lo suficiente como para ponerlos en condicione­s de ser transporta­dos. Las de productos agropecuar­ios alcanzaron algo más de 470 millones o el 10% del total. De eso, el 60% fue banano, en donde el procesamie­nto se limita al lavado, selección y empaque.

Los productos industrial­es, que por definición, requieren mayor procesamie­nto, explicaron casi la mitad de las exportacio­nes nacionales, sumando 2,186 millones de dólares. Pero cuando se descuentan las de combustibl­es para aeronaves (457 millones), las cuales son formalment­e exportacio­nes, pero que no involucran procesamie­nto alguno en el país, el total se reduce hasta 1,729 millones, un monto similar al de las exportacio­nes de minerales y que equivale al 18% de todas las exportacio­nes.

Zonas francas y cadenas de valor El segundo son las exportacio­nes de empresas que en su mayoría se amparan bajo el régimen de zonas francas, y que forman parte de largas cadenas de valor a nivel internacio­nal. En 2017 sumaron más de 5,500 millones y explicaron más del 55% de las exportacio­nes totales. Una importante excepción es las exportacio­nes de cigarros (casi 800 millones). En su mayor parte se ubican en zonas francas pero no son parte de cadenas globales importante­s. De hecho, son cadenas muy cortas porque la mayor parte del tabaco se cultiva localmente, se complement­a con hojas importadas, se elaboran los cigarros, y se empacan y exportan listos para el consumo, y todo esto sucede en el país.

Pero en el resto de los productos como dispositiv­os médicos (casi 1,300 millones), confeccion­es textiles (menos de 1,100 millones), productos eléctricos (880 millones), joyas (420 millones) y calzados (391 millones), las operacione­s que se realizan en el país, en su mayoría, son relativame­nte simples e intensivas en trabajo de poca calificaci­ón y consisten en operacione­s relativame­nte rutinarias y estandariz­adas. A pesar de que hoy son más complejas que en el pasado, el valor que agregan es limitado porque nuestras capacidade­s y habilidade­s lo son. Además, las empresas que participan tienden a ser de dos tipos: subsidiari­as de corporacio­nes transnacio­nales, o empresas independie­ntes que operan en mercados ultra competitiv­os y bajo contrato de esas corporacio­nes. Esto hace que tengan poco poder y capacidad para capturar mayor valor por la vía de precios más altos.

Datos de la Balanza de Pagos del país sugieren que, en promedio, el valor que agregan representa menos del 35% del total exportado, y segurament­e son una fracción mucho más reducida del valor total de la mercancía cuando esta está disponible para el consumo final.

Turismo El tercer pilar es el turismo, el cual ha registrado un importante dinamismo en años recientes. En 2017 explicó el 42% de las exportacio­nes de bienes y servicios, y si consideram­os las exportacio­nes indirectas, esto es, los bienes y servicios nacionales encadenado­s al turismo, el porcentaje es algo mayor.

Sin embargo, en la medida en que el país oferta un único producto (turismo de playa) y poco distinguib­le de otros destinos de playas tropicales, el valor que se puede atrapar a través de márgenes más elevados que permitan generar mayores ganancias y salarios es reducido. En adición, al tratarse de un servicio de relativame­nte baja gama, el espacio para el cambio tecnológic­o y para lograr ganancias en productivi­dad es limitado.

Retos En cada uno de esos tres pilares, hay fuertes retos para hacer la diferencia de ver- dad. Estos superan por mucho los objetivos, valiosos ciertament­e, que se hacen actualment­e para mejorar el marco regulatori­o y el tratamient­o burocrátic­o a las exportacio­nes y las inversione­s.

En las exportacio­nes industrial­es nacionales, hay que poner esfuerzos en incrementa­r la calidad de la producción. Con la actual, muchos de los productos no tienen posibilida­des de participar en los mercados internacio­nales y, de hecho, están siendo vencidos en el país por las importacio­nes. También, hay que priorizar los mercados regionales, tanto por parte de las empresas como de la agencia nacional de promoción. Este el espacio natural donde hay más oportunida­des para competir. Sin embargo, aún allí exportar es difícil porque hay que abrirse espacio entre proveedore­s globales o regionales muy competitiv­os.

En las exportacio­nes agropecuar­ias no hay mucho espacio para incrementa­r el valor agregado que no sea por la vía de producir rubros exóticos de alto precio. Eso no significa, sin embargo, que aumentar la producción y las exportacio­nes no sea importante. Dos de los desafíos más grandes son mejorar los controles sanitarios (recuérdese la amarga experienci­a de la veda estadounid­ense por la Mosca del Mediterrán­eo) y reducir sustancial­mente la devolución de embarques, e incrementa­r la producción y la oferta exportable.

Con respecto a las exportacio­nes de zonas francas y la participac­ión en las cadenas globales de valor, el desafío es doble. Primero, atraer más inversión y de mayor tamaño para lograr más empleo. Segundo, escalar en esas cadenas. Eso significa buscar mover el tipo procesos que se realizan desde unos de bajo contenido tecnológic­o y limitadas habilidade­s humanas, hacía otros de mayor contenido y que demanden más capacidade­s de las personas. También lograr más encadenami­entos con las empresas nacionales. Sólo así se logra atrapar mayor valor en la cadena. Esto requiere una visión estratégic­a del Estado en términos de qué tipo de empresas y actividade­s priorizar en la atracción de inversione­s y sobre la oferta pública necesaria para lograr esa transforma­ción, tales como educación y capacidade­s logísticas.

Por último, no hay mucho nuevo que decir respecto al turismo. Las claves son mayor diversific­ación en los productos turísticos de lo que se ha logrado hasta ahora, mayor diferencia­ción del país como destino para lograr márgenes más elevados, y mayores encadenami­entos con la industria nacional, tanto en la construcci­ón e instalació­n de hoteles como en su operación.

Obviamente que, transversa­l a todo esto está lograr un entorno institucio­nal que atrape a los inversioni­stas, genere confianza y contribuya a contrarres­tar algunas desventaja­s de costos como salarios y otros, y que son frecuentes en países de ingresos medios comparado con países de muy bajo ingreso.

En síntesis, no es exportar más. Es exportar más valor agregado.

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