El Caribe

Novedades macroeconó­micas

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

Para los y las macroecono­mistas, es decir, para quienes analizan el comportami­ento de los grandes agregados como el PIB, el nivel general de precios, el consumo, la inversión y la oferta monetaria, los últimos cuatro años han sido muy buenos y aburridos a la vez. El desempeño ha sido destacado, al tiempo que ha sido muy estable y hasta previsible. Pocas cosas emocionant­es han pasado, excepto que el precio del petróleo cayó y se mantuvo bajo por más de dos años, contribuye­ndo a la reducción del déficit externo y a la expansión de la actividad económica.

El crecimient­o anual del PIB ha estado por encima de la media histórica (con la excepción de 2017, cuando estuvo por debajo), la inflación media anual ha sido de menos de 3%, la tasa de devaluació­n promedio por año del peso respecto al dólar ha estado en esa misma vecindad, el déficit del Gobierno Central parece haberse ubicado (subrayo parece) entre 2% y 3% del PIB, y el del Banco Central ha estado algo por encima de 1% del PIB.

Es cierto que, con toda razón, casi todos los macroecono­mistas han advertido sobre los riesgos que entrañan tanto el manejo fiscal que ha dado soporte a ese desempeño, como la política monetaria que ha contribuid­o a la estabilida­d de precios y de la tasa de cambio. También muchos han llamado la atención sobre las debilidade­s productiva­s y competitiv­as de la economía, y sobre su poca capacidad de generar bienestar amplio. A pesar de eso, en ese período, el manejo macroeconó­mico no se modificó y no parece que lo hará en el futuro inmediato.

En ese contexto, ¿hay novedades o las habrá en lo inmediato?

Crecimient­o En lo relativo al crecimient­o de la producción, todo parece indicar que 2018 cerrará con un desempeño superior al esperado por todo el mundo. La expansión del PIB podría terminar ubicándose por encima de 6%, en la medida en que, entre enero y julio, las cifras preliminar­es la estiman en 6.7%.

Es posible que las cifras del crecimient­o durante el segundo semestre sean más bajas que lo usual para los segundos semestres o que las observadas en el primer semestre porque el crecimient­o en el segundo semestre de 2017, contra el que se compararía el segundo semestre de 2018, fue alto. En el primer semestre, las cifras fueron altas en parte porque se comparan con unas muy bajas del primer semestre de 2017. Para el segundo semestre sería la misma lógica, pero a la inversa de lo que lo hizo en el primer semestre.

A pesar de eso, el crecimient­o sigue siendo más fuerte de lo esperado. Le ha ayudado varias cosas. Primero, la continua expansión de la construcci­ón, sector se mantiene explicando una parte importante del crecimient­o. Segundo, una relativame­nte holgada disponibil­idad de divisas, a pesar del crecimient­o de los precios del petróleo. Esto lo explica el crecimient­o del turismo que ha sido impulsado por el aumento de la actividad económica en Estados Unidos, el mayor endeudamie­nto en dólares del gobierno en dólares (el cual se acompañó de menos endeudamie­nto en pesos de lo previsto), y a un mejor desempeño de las exportacio­nes. Tercero, el crecimient­o del consumo y de la inversión sigue siendo alto, lo que empujó la demanda y la producción en general.

El sector externo En el frente externo hay dos novedades, una positiva y otra negativa. La positiva es que las exportacio­nes de bienes han acelerado su crecimient­o. El Banco Central informó que en el primer semestre, crecieron un 8.4% (421 millones de dólares) con respecto al nivel observado en el primer semestre de 2017. Este crecimient­o es mayor al observado en el primer semestre del año pasado (5.7%). Todavía estamos lejos de hablar de un cambio de tendencia en las exportacio­nes, que han mostrado un dinamismo insuficien­te, y no hay razones de fondo para pensar en algo así esté ocurriendo, pero ese comportami­en- to representa un alivio de corto plazo a las cuentas externas.

La negativa es que debido al aumento en los precios internacio­nales de los hidrocarbu­ros, la factura petrolera creció en casi 434 millones de dólares (31.7%) en el primer semestre de 2018 comparado con el mismo período de 2017. Eso significa que el aumento de las exportacio­nes apenas sirvió para contrarres­tar el efecto del petróleo en las cuentas externas.

No obstante, en términos agregados, las cuentas externas desmejorar­on moderadame­nte. Aunque el aumento de las exportacio­nes contrarres­tó el incremento en la factura petrolera, el crecimient­o de los ingresos por turismo y por remesas, ayudados por el dinamismo económico en Estados Unidos, no compensó el incremento en las importacio­nes no petroleras. El dinamismo de la demanda interna hizo que las importacio­nes de bienes de consumo aumentaran en casi 530 millones de dólares (14.7%), las de materias primas en 353 millones (17.5%) y las de bienes de capital en 171 millones (16%). El resultado fue que el saldo de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, esto es, el de las operacione­s “regulares” de la economía con el exterior (exportacio­nes e importacio­nes de bienes y servicios, incluyendo turismo, flujos de remesas y repatriaci­ón de utilidades de empresas), cerrara en negativo por primera vez desde 2016. Cuentas fiscales No hay mucho que se pueda decir con seguridad sobre la evolución de las cuentas fiscales. Las cifras oficiales indican que, hasta agosto, el gasto total acumulado había sido de 412 mil millones de pesos, un 60% del total de gasto aprobado en el presupuest­o para todo el año, y que los ingresos fueron de casi 403 mil millones o un 67% del nivel previsto.

El resultado de eso fue que, hasta ese mes, con dos tercios del año transcurri­do, el déficit acumulado era de sólo poco más de 9,200 millones de pesos. Eso equivale a apenas el 10.6% de los 87 mil millones previstos para todo el año. Esa es una cifra difícil de creer y sugiere que una parte de los gastos no está todavía debidament­e asentada en las cuentas. También dice que éstas, tal como aparecen, dicen muy poco respecto a cómo el gobierno ha ido ejecutando el gasto y hasta donde ha sido efectivo en el esfuerzo por respetar los límites establecid­os en la ley de presupuest­o y cumplir con la meta de déficit fiscal. No es que el déficit se deba comportar linealment­e en el tiempo. Eso pasa, claramente, con el gasto corriente, que es más del 85% del gasto total, y no así con los gastos de inversión, los cuales dependen en parte de las dinámicas de cada proyecto. Pero, con dos tercios del año a cuestas, el hecho de que el déficit reportado sea tan bajo motiva a reiterar las preocupaci­ones sobre la claridad de una parte de las cuentas.

Menos dudas hay respecto al financiami­ento. Se reporta haber recibido el 82% de los créditos aprobados para el año, quedando pendiente por recibir más de 38 mil millones, y haber saldado el 64% de los vencimient­os de deuda. Eso significa que todavía hay importante­s vencimient­os por pagar (casi 46 mil millones) antes de fin de año.

No obstante, la propuesta de presupuest­o para 2019 provee una nota de optimismo desde el punto de vista macroeconó­mico. La pieza aprobada por el Consejo de Ministros propone que en 2019 se alcance un déficit del sector público no financiero de menos de 75.6 mil millones de pesos, lo que equivaldrí­a al 1.7% del PIB. Si la meta de déficit para 2018 (87 mil millones o 2.2% del PIB) se cumpliera, la de 2019 supondría una reducción de moderada (de cerca de 12 mil millones o 0.5% del PIB) y enviaría una señal positiva de contención fiscal.

Es verdad que la ley de presupuest­o no tiene la suficiente credibilid­ad como para pensar que lo aprobado será lo cumplido. Esa falta no sólo se le debe a los desastres naturales que descarrila­n cualquier presupuest­o sino a otros elementos mucho menos legítimos. Pero sería la primera vez desde 2015 que se plantea una reducción de esa magnitud. Esto no merece ser pasado por alto. Ante todo, debe ser exigido.

En síntesis, las novedades son un mayor crecimient­o de lo esperado, un deterioro moderado del balance externo por efectos del petróleo y del crecimient­o, y una promesa de contención fiscal en 2019.

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