El Caribe

“El tenis fue mi mayor privilegio”

Sus aportes al tenis le han valido a Gonzalo Mejía Arnal el reconocimi­ento internacio­nal

- MARCOS RODRÍGUEZ FOTO: KELVIN DAVID MOTA

Nacido en Venezuela, pero de sangre dominicana, Gonzalo comenzó a desarrolla­r su pasión por el deporte en el Club Altamira, ubicado a escasas esquinas de su vivienda en Caracas, cuando tan solo tenía 9 años.

Aunque enfrentó a muy temprana edad las tribulacio­nes provocadas por la dictadura trujillist­a, al ver a su familia exiliada en ese país suramerica­no, se enfocó en entregar de sí lo mejor al exigente mundo del tenis, en el cual logró ser selección nacional tanto aquí como en Ve- nezuela, y posteriorm­ente ser dirigente deportivo.

Sus aportes al tenis a nivel regional fueron reconocido­s por la Federación Internacio­nal de Tenis en el 2002.

1. Desde Venezuela

Nací en Venezuela en el 1947. Mis padres, exiliados políticos de Rafael Leónidas Trujillo, fueron Luis Aquiles Mejía Guzmán y Mireya Esperanza Arnal Myerston. Mi abuelo salió de República Dominicana en 1930 y regresó cuando ajusticiar­on a Trujillo, en 1961. Como buenos exiliados, mi familia no hablaba de otra cosa que no fuera la ilusión de regresar al país. En Caracas no comíamos caraotas negras, sino mangú y arroz blanco con pollo. O sea, llevá- bamos muy adentro nuestra nacionalid­ad. El día que mataron a Trujillo, me encontraba en el Club Altamira, que quedaba muy cerca de mi casa. El portero del club me llamó y me comentó que debía irme a casa, porque ya se había acabado la dictadura. Al principio no quería ir, porque estaba muy enfocado en el juego, pero me insistió tanto que lo dejé. Una esquina antes de llegar, vi mi casa repleta de gente, porque ese era prácticame­nte el lugar donde se reunían la mayoría de dominicano­s exiliados en Venezuela, que en ese momento estaban celebrando el final de la Era”.

2. Fallecimie­nto de su abuela

El 23 de diciembre del 1961 recibí una de las peores noticias en

mi vida; mi abuela había fallecido. Después de 31 años de exilio en Venezuela, ella se trasladó a República Dominicana el primero de diciembre del 1961, por lo que duró muy poco viva. Me dolió mucho, pues fue quien prácticame­nte me crio. Me motivaba mucho a jugar y estaba pendiente de todo lo que hacía. Cuando asistí por primera vez al club Altamira, teniendo a penas 9 años, y mi abuela, para mantenerse al tanto de mí, se hizo socia del Club. Desde muy pequeño me apasioné por el juego, a pesar de que mi familia tenía una tradición de profesiona­les. En 1964 llegué aquí para vivir definitiva­mente, aunque antes, en 1962, había venido. Al llegar, mis padres comenzaron a buscar escuela para inscribirm­e, pero en esos momentos nos atrapó la Guerra de Abril del 1965, por lo que tuvieron que esperar. Retomé el bachillera­to en el Colegio Santa Teresita, en el 1966. Ahí conocí a muchos compañeros que se convirtier­on en buenos amigos, y maestros con disposició­n y entrega que nos motivaban cada momento. Fue una de las buenas etapas que marcaron mi vida también”.

3. Una familia de abogados

Cuando me gradué de bachiller, decidí entrar a la Universida­d Nacional Pedro Henríquez Ureña (Unphu), donde estudié Derecho y me gradué en el 1972. Pero lo que realmente me gustaba era el deporte, especialme­nte el tenis. De la carrera me decepcionó que en este país fue muy difícil ejercerla en aquellos tiempos. Sobre todo, porque había mucha corrupción en la mayoría de los juicios. Comenzando por los jueces, que por la influencia fallaban como les daba la gana. Cuando no podían fallar en contra tuya, no lo hacían, pero cuando se trataba de perjudicar a alguien en particular hacían lo que fuera para condenarlo. Actualment­e tengo diez años retirado del ejercicio, aproveché para recaudar un buen capital y luego dejar la profesión. Mis tres hijas son abogadas, mis cuatro hermanos también lo son, al igual que mi papá y mi abuelo. Mi bisabuelo, Juan Tomás Mejía y Cote, que también se dedicó a las leyes, fue presidente de la Suprema Corte de Justicia en la época de Ulises Heureaux (Lilís). Mi familia tiene una vena de leyes, pero yo salí con otra que latía más: la de deportista. Era como el bicho raro entre ellos”.

4. Retoma prácticas de tenis

Jugaba softball y béisbol, pero practicar tenis fue mi mayor privilegio. Cuando estaba en Venezuela, en el Club Altamira, fui campeón nacional en esa disciplina. Cuando me gradué volví a retomar las prácticas de tenis de manera organizada. Tuve la oportunida­d de participar en los XII Juegos Centroamer­icanos y del Caribe en el 1974, como representa­nte de la Selección Nacional dominicana, uno de los logros que llenan de alegría mi vida, porque representa­ba a mi país en un evento tan trascenden­te como ese. Además, fui a Selección Nacional de Softball en el 1977 en los Juegos Centroamer­icanos celebrados en México.

5. Dirigió varias organizaci­ones

Mucho antes había comenzado mi carrera como dirigente deportivo, en gran medida gracias a José Ravelo. Cuando sucedió eso yo tenía 29 años. Comencé siendo vicepresid­ente de la Asociación de Tenis del Distrito Nacional, donde duré dos años. Luego fui presidente de esa entidad, cargo que tuve también durante dos años. Fui el organizado­r y primer presidente de la Comisión Nacional de Tenis Juvenil, en el 1984, y fui presidente de la Federación Dominicana de Tenis de Campo, donde duré 16 años. Presidí, asimismo, la Confederac­ión Panamerica­na de Tenis. Tuve el privilegio de dedicarme al tenis y al deporte en general, y darle mis mejores años, en los que obtuve muchos premios nacionales e internacio­nales, como en el 2002, cuando la Federación Internacio­nal del Tenis me hizo un reconocimi­ento por los aportes al deporte en mi país y en la región. En cuanto al softball jugué con Toshiba, y con el Manicero. Fui selección nacional molinete y después fui dirigente deportivo”.

6. Un infarto le impide seguir

Desafortun­adamente, tuve que retirarme en el 2000. Un año antes sucedió algo que afectó mi vida seriamente: sufrí un infarto. Eso me obligó a alejarme del deporte, ya que al ir a tratarme a Cleveland, los doctores me realizaron varios análisis y pruebas, con los que determinar­on que lo mejor para mí era descansar y liberarme de todo aquello que me provocara estrés y preocupaci­ón, y como el tenis de algún modo representa­ba para mí un compromiso inquietant­e, por todo lo que tenía que organizar y buscar, decidí dejarlo hasta ese año. Fue un duro golpe, porque fue lo que más disfruté, pero entendí que son etapas que se deben cerrar por el bienestar propio. En cuanto a mi familia, tuve tres hijas. Mi primera esposa tristement­e falleció en un accidente automovilí­stico. Ahora estoy casado con Deisy Matos Ariza, quien tiene dos hijas”.

7. Historia del deporte en RD

Ahora me dedico a escribir. Publiqué un libro sobre la historia del deporte dominicano hasta el 1963. Cuando dejé de trabajar, me dediqué a investigar seriamente durante cinco años en el Archivo General de la Nacional (AGN) y otros lugares sobre el tema. Pretendo publicar próximamen­te un segundo tomo, que probableme­nte se divida en dos debido al volumen del contenido, donde procuraré plasmar la historia del deporte nacional del 1963 hasta el 2004. Ya he estado analizando periódicos, libros y datos, para entregar un trabajo completo”.

8. Fustiga oportunism­o en el deporte

Disfruté al máximo mi momento como dirigente deportivo, pero debo admitir que lamento mucho cómo se ha tornado este oficio actualment­e. Varios se aprovechan de darse a conocer como un dirigente, pero solo para obtener alguna ganancia. Yo, que tuve la oportunida­d de dirigir los Juegos Internacio­nales Juveniles durante 27 años, puedo decir que dirigir a ese nivel no es nada fácil y amerita más sacrificio del que se piensa, y del que están dispuestos muchos a hacer. Ese evento, por ejemplo, se realizaba todos los 2 de enero, lo que significab­a que debía perderme la Navidad y los Reyes. Pero la satisfacci­ón al ver los resultados valía la pena”.

9. Lamenta condición de la Ley de Deportes

Fui el promotor de la Ley General de Deportes, pero al final se hizo todo lo contrario a lo que propuse. La entonces Secretaría de Deporte y el Comité Olímpico se pusieron de acuerdo para repartirse ese pastel y quitar cosas que verdaderam­ente necesita el deporte nacional, cuestiones básicas de la organizaci­ón. Me han llamado para opinar respecto a algunas modificaci­ones, porque la vigente está llena de grandes aberracion­es, pero decidí no involucrar­me más en eso”.

10. Entre el bolero y la música clásica

La música es otra de las pasiones que me mueven. Desde muy pequeño sentía una alegría especial por ella. Actualment­e, tengo cientos de cedés de varios ritmos musicales, pero mayormente boleros y música clásica, y una computador­a sin acceso a internet destinada solo a ponerlos. Mi vida ha trascurrid­o entre esos tres ámbitos: el deporte, el derecho y la música”.

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Mejía se vio obligado a retirarse del deporte en el 2000, tras sufrir un año antes un infarto.

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