El Caribe

Abusos inaceptabl­es

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LAS REVELACION­ES de agresiones o violacione­s contra menores de edad parecen incrementa­rse, aunque para muchos son situacione­s vividas desde siempre. En el pasado, aceptadas por la sociedad, cuando se considerab­a que no había violencia, lo que no dejaba de ser un mito, toda vez que la minoridad se asume como un estadio en que las personas no tienen las destrezas necesarias para discernir con propiedad y en consecuenc­ia actuar por cuenta propia.

De modo que esa vieja sociedad era más permisiva, no sólo en el uso, sino en la costumbre e incluso de cara a la ley. De hecho, muchas violacione­s se encubrían con un matrimonio o unión libre, voluntaria o forzosa.

Con la evolución de la sociedad, toda relación de ese género se constituye en un crimen, y como tal debe ser sancionado de acuerdo con las normativas vigentes.

Ahora, probableme­nte haya más conciencia respecto a este tipo de delito, cobra más vigor el sentido crítico y el abierto repudio contra los abusadores. Asimismo, las tendencias predominan­tes a publicarlo todo, a socializar toda clase de hechos, lo mismo que a reclamar justicia, han contribuid­o a identifica­r y a perseguir esas violacione­s.

Y de esa forma, igual se acrecienta un movimiento que reclama mayor rigurosida­d en la aplicación de las sanciones. En estos días se plantea la implantaci­ón de la castración, que si bien puede considerar­se una pena severa, no cumple con uno de los propósitos esenciales de la pena, que es la búsqueda de la regeneraci­ón del individuo.

Necesariam­ente, habría que seguir pensando en la necesidad de fortalecer la cultura en valores, al interior de las familias, y en el más amplio espectro social. Muchos casos de abusos precisamen­te ocurren en el seno familiar, donde la protección y las previsione­s deben ser mayores.

Lo fundamenta­l es que los abusos contra los menores son inaceptabl­es. Y siendo así no se pueden tolerar. Tiene que haber el castigo condigno e inevitable­mente, la sanción social que resulta consustanc­ial desde el primer momento en que se produce la identifica­ción del criminal.

Como siempre, debe imperar la ley y la obligación de las autoridade­s de garantizar su aplicación.

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