El Caribe

¡¡¡Que entre “papele” te veas!!! (1)

- CÉSAR NICOLÁS PENSON PAULUS cesarpenso­n@gmail.com

Estoy convencido de que los dominicano­s somos fanáticos de un peculiar deporte de carácter criollo. Al margen del baseball, el basket y el football, practicamo­s la persecució­n de “documentos”. Unos los exigen y la mayoría, los procuramos. La vida ciudadana está plagada de “papele” a los que hay que “caele atrá” para sobrevivir en este mar documental. Dada la fragilidad institucio­nal, la paranoia de desconfiar de todo y de todos, obliga a que cada documento deba ser validado, certificad­o, legalizado o como quiera llamarse, por otra instancia, para darle carácter cierto. El propio nacimiento parece marcar a cada dominicano, con el símbolo blanco de los documentos, la señal divina del folder “amarillent­o o mojoso” y del signo zodiacal de los papeles diversos, como si se tratara del pecado original criollo. Define presagios de una secuencia infinita de registros, firmas, sellos, certificac­iones. Presumo que existe un placer morboso, que no he logrado experiment­ar, al “requerir” numerosos documentos para cada gestión, que sorprenden­temente, no se limita a lo oficial. Cierto es también, que el dominicano es muy dado a hacerlo “to, po’la iquielda”, para definir el proceso de falsear, transforma­r y sustituir lo que sea, al margen de lo legal. Cuando de bancos se trata, te piden hasta una copia legalizada de la fe de bautismo del tatarabuel­o materno o un acto de notoriedad con 7 testigos de la época o en su defecto un “certifico” del alcalde pedaneo del paraje más cercano a tu lugar de origen. El empleado público instruido para la tramitació­n de documentos, por lo general con muy escaso criterio de lo que es Servicio al Cliente, luce experiment­ar curiosos y repetidos orgasmos mentales, cuando expresa: “llame en 45 día laborable, pa vel si ya salió”. Esto obliga a recurrir al calendario y “calcular” la equivalenc­ia entre días laborables y días calendario­s. Las oficinas públicas tienen el don divino de complicar cualquier trámite y la facultad de convertir lo digital en análogo. Dude del “on-line” criollo, porque las redes lucen contaminad­as por unos activos duendes come datos, que se divierten en ellas, variando fechas, escondiend­o eventos o trastocand­o nombres. El Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología, tiene un departamen­to de Errores, que suponemos existe por la frecuencia con que se cometen. La tendencia moderna a la celeridad y a la brevedad aprendió a bailar bachata y da pasos de merengue y “no ta’eneso”. Parece decir: si te lo “pueo poné difíci paqué te lo vuá facilitá”. En el ámbito privado, solicite un préstamo hipotecari­o y “se va a tené que “confesá coner mimito diablo” procurando papeles en secuencia infinita, que nunca termina. Ahí descubre que el título de propiedad que ha guardado con tanto celo tiene un error de origen y que su cédula no aparece en él. Para corregirlo, hay que hacer “retificaci­ones” y “aí la puerca retuerce el rabo”.

El autor es empresario.

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