Entre la vida y la muerte

MIGUEL PONCE, periodista de elCaribe en Santiago, nos cuenta en esta edición sobre las imprudencias de conductores que cierran el paso a las ambulancias que se dirigen a un centro hospitalario.

Cuenta cómo motoconchistas, taxistas, choferes de las rutas de concho y conductores de vehículos privados se resisten a ceder el paso a las ambulancias y a las unidades de emergencias del 9-1-1, de los bomberos o de la Defensa Civil.

Como consecuencia de ese proceder, algunas personas en estado de gravedad han fallecido en ambulancias atascadas en las vías de mayor congestionamiento de la ciudad de Santiago, especialmente, en las intersecciones de la avenida 27 de Febrero con calle Sánchez, en ruta hacia la emergencia del hospital José María Cabral y Báez.

Ese problema se repite en otras ciudades del país. Vemos ambulancias u otras unidades de emergencia literalmente paradas en un tapón o haciendo piruetas imposibles para llegar a sus destinos.

Ocurre no sólo por el consabido atascamiento del tránsito, sino también porque algunos conductores son insensibles ante el avance de una unidad de ese tipo.

Es absolutamente cierto que no se dan por enterados de que un vehículo que transporta a una persona en una condición difícil le está presionando para que le ceda el paso. La unidad lleva las luces encendidas, las sirenas al más alto volumen con las tonalidades indicadoras de que se trata de una emergencia, sin embargo, no reaccionan con la prontitud debida.

Es sencillamente desesperante para el conductor de la ambulancia, para los familiares que a veces acompañan al paciente, y obviamente, para los ciudadanos sensatos que ven cómo esos conductores se comportan con una indiferencia pasmosa.

Esa conducta habla muy mal de la condición de ciudadanía de dominicanos que actúan así. A falta de sensibilidad mínima, algunas personas mueren en ruta hacia un hospital. Eso resulta desgarrador, muy penoso.

Es necesario cambiar de actitud. En ello puede estar la diferencia entre la vida y la muerte.