El Caribe

Desaguisad­o

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ERA PREVSIBLE EL RECHAZO generado por la decisión del gobierno de brindar refugio a un criminal como Augusto Falcón (Willie). Quizás el gobierno prefirió confrontar el repudio nativo que decir no a Estados Unidos, después de la “irritación” que le causó el establecim­iento de las relaciones diplomátic­as con China, sin “previa consulta”.

Es suficiente con los dominicano­s que Estados Unidos envía al país, después de cumplir penas por crímenes como narcotráfi­co. A septiembre pasado habían mandado 1,112. El año pasado, el Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas repatrió 1,988.

En esos casos, la República Dominicana no tiene más alternativ­a que recibir a sus connaciona­les, sin importar los crímenes. Violaron las leyes y cumplieron sus penas y son indeseable­s para EEUU.

En el caso que nos ocupa, se trata de un cubano-americano, que encabezó una organizaci­ón criminal denominada Los Cowboys de la Cocaína, que introdujo a Estados Unidos más de 75 toneladas de esa droga, asociado a colombiano­s, con los cuales lavó más de US$2,000 millones. Asimismo, participó en graves crímenes en el estado de Florida, y por sus hechos cumplió 20 años en prisión. Algunos de sus cómplices cumplen penas mayores. Otros han muerto.

¿En base a qué el país acoge ese tipo? ¿Qué va averiguar la Dirección Nacional de Investigac­iones (DNI) que no sepan hace tiempo las autoridade­s norteameri­canas?

Alegar que al país le interesa informació­n que pudiera suministra­r ese elemento es risible. Más aún, ridícula. Refleja una pobreza creativa para una industria de la fábula.

Ahora se dice que República Dominicana acogió a militantes de la organizaci­ón terrorista vasca ETA. Aquellos violentos abogaban por una causa separatist­a, política, con o sin razón. Su accionar repudiable era la violencia. En cualquier caso, tampoco había que acogerlos.

La realidad más perceptibl­e es que simplement­e República Dominicana le hizo un favor a EEUU. Un ejercicio de compensaci­ón, frente a una nación arrogante. No se podía ofender al Tío con un no.

Es una vergüenza. Nos mandan un indeseable, una escoria cubana, y lo aceptamos.

¿Qué van a hacer aquí con ese individuo?

Es un desaguisad­o que merece total repudio.

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