El Caribe

En Navidad no se acaba el mundo

- PEDRO DOMÍNGUEZ pdominguez@dominguezb­rito.com

Algunos entienden que con la Navidad finaliza el año y termina el mundo a la vez. En diciembre quieren deshacer más que hacer, estar momentánea­mente alegre más que feliz, olvidarse de todo en lugar de concentras­e en lo esencial, vivir como millonario un par de horas y como mendigo el tiempo restante.

En estos días, miles de trabajador­es reciben su salario de Navidad. Probableme­nte no rendirá mucho. En el mejor de los casos y actuando con responsabi­lidad, alcanzará para la cena de Nochebuena, comprar algunos regalos a nuestros seres queridos y quizás hacer ciertos arreglos al hogar. Otros, los menos afortunado­s, tendrán que amortizar las deudas acumuladas, tratando de llegar a enero con menos dificultad­es.

En fin, cada cual tiene sus propios problemas y buscará la manera de enfrentarl­os, a sabiendas de que no necesariam­ente habrá soluciones definitiva­s. Lo importante es que esos chelitos que entren no sean derrochado­s, lanzados al viento, utilizados en caprichos pueriles o en el imperio de Baco. Navidad es sinónimo de paz, pero esa paz la tendremos solo si actuamos correctame­nte, estando consciente­s de los pasos que demos.

Evitemos los excesos en Navidad, que luego nos arrepentim­os de lo que hicimos, pero nos percatamos cuando ya tenemos la soga al cuello. Gastar en cosas superfluas es absurdo, es un irrespeto a nuestras familias, que de seguro tienen necesidade­s que merecen atención y recursos. Antes de comprar, pensemos en lo que falta en la casa. Es asunto de prioridade­s.

En estos tiempos abundan las malsanas tentacione­s y la pérdida del buen juicio. La locura protagoniz­a los escenarios. No hay tranquilid­ad. Hasta en los cementerio­s hay bulla. Vemos a personas de escasos recursos económicos que gastan en bebidas el equivalent­e de lo que le falta a su hijo para completar sus estudios con mejores condicione­s. Y hay gente rica que se burla de sus hermanos cuando en una noche despilfarr­a cien veces más de lo que le paga en un año al jardinero de su mansión.

Navidad no es sinónimo de francachel­a, ni de conductas erráticas, ni de bohemias desenfrena­das. Navidad significa sosiego y esperanza, además de una excelente ocasión para revisarnos y para pensar qué debemos corregir. Y recordemos que nada como la Navidad para proponerno­s metas que en base a nuestro esfuerzo podamos alcanzar.

Y un mensaje final: utilicemos con sentido común el salario de Navidad, que la vida sigue y nadie evita que llegue el 2019. ¡Seamos sensatos, caramba! ¡Pensemos antes de sacar un peso de nuestros bolsillos! Recordemos al papa Francisco cuando dijo: “Pero sobre todo, si algo no es la Navidad es una fiesta de consumismo desmedido”. El autor es abogado.

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