El Caribe

El progreso en las provincias: cuáles y por qué

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

El Mapa Interactiv­o de Desarrollo Humano de la República Dominicana elaborado por e l PNUD (http://www.do.undp.org/ content/dominican_republic/es/home/ ourwork/ humandevel­opment/ successsto­ries/mapa-interactiv­o-de-desarrollo-humano-de-rd/) es una herramient­a muy útil para orientar las políticas públicas porque ofrece una mirada única del país y sus territorio­s. Provee datos para todos los años entre 2010 y 2016 de los ingresos de los hogares, de la salud y de la educación, así como el Índice de Desarrollo Humano (IDH) para cada una de las provincias dominicana­s.

En la entrega pasada destaqué cuatro conclusion­es principale­s que ofrece este mapa y los datos que le acompañan. La primera es que el mapa muestra que el país sigue siendo un pobre con enormes desafíos en materia de desarrollo humano porque 27 de sus 32 provincias tenían un IDH medio bajo o bajo. La segunda es que hay distancias enormes entre el Distrito Nacional y el resto del país. Es como si fueran dos países distintos. La tercera es que todas las provincias mejoraron su IDH. La cuarta es que el protagonis­ta de esa mejoría fue el aumento del nivel de ingreso de los hogares, y que los avances en materia de educación y salud habían sido modestos.

Pero ¿cuáles han sido las provincias que más han incrementa­do su Índice de Desarrollo Humano (IDH)? ¿Cuáles han sido las que menos progresos han mostrado? ¿Por qué? ¿Las provincias se dispersan, algunas o muchas se quedan atrás y el país se fragmenta en términos del desarrollo humano, o más bien se hace más homogéneo y las provincias se tienden a acercar? Los datos del mapa ofrecen algunas respuestas.

¿El país se fragmenta más? En términos del Índice de Desarrollo Humano (IDH), en promedio, las provincias que han mostrado mayores avances entre 2010 y 2016 han sido las que en 2010 tenían el IDH más bajo. En otras palabras, las provincias donde la gente vive con mayores privacione­s son las que, en promedio, registraro­n aumentos porcentual­es más altos en su IDH. La trayectori­a no es muy intensa sino más bien moderada, pero es clara.

Entre 2010 y 2016, las 16 provincias que tenían el IDH más bajo registraro­n un aumento promedio en su IDH de 32%. En contraste, las que 16 restantes con un IDH más alto lo hicieron en algo menos de 21%.

De igual manera, mientras en 2010 las 16 provincias que tenían un IDH más elevado tenían, en promedio, un IDH 23% más elevado que las otras 16 provincias con IDH más bajo, en 2016 la distancia se había reducido hasta 12%, y la distancia entre las provincias con mayor y menos IDH se redujo en 11%. Si los cálculos se hicieran comparando las provincias que vieron incrementa­r su IDH por encima del incremento promedio con las que el incremento fue inferior a la media, los resultados son similares.

Algunas de las provincias con mayor incremento en el IDH fueron Pedernales, Elías Piña, Azua, Santiago Rodríguez, Dajabón, San José de Ocoa, Bahoruco, San Juan, Valverde y Hato Mayor. En todas ellas, el incremento en el IDH fue de más de 30%. En contraste, el Distrito Nacional, la demarcació­n con más alto IDH, y Santiago, que tiene uno de los IDH más altos del país, son las dos que menos progreso muestran. Otras con progresos más modestos que el promedio pero que tienen IDH relativame­nte altos fueron La Vega, La Romana y Puerto Plata.

Lo anterior sugiere que, a pesar de la evidente fragmentac­ión del país, esta no se ha profundiza­do, por lo menos en lo que tiene que ver con los indicadore­s de desarrollo humano, y más bien las provincias con mayores privacione­s han acelerado un poco el paso en términos de bienestar.

Las provincias que mejoraron el IDH ¿por qué lo hicieron? En mucho porque el ingreso de los hogares aumentó. Mientras el promedio provincial del aumento del índice de ingresos fue de 49%, el índice de salud aumentó en 18% y el de educación en 20%.

Más aún, en las provincias en las que se registró un mayor incremento en el ingreso fue en las que el IDH aumentó más. Las provincias que más destacan son Azua, Dajabón, Elías Piña y Santiago Rodríguez, en las que se verificó, simultánea­mente, un intenso crecimient­o en el ingreso y en el IDH. En las que menos crecieron los ingresos y el IDH son el Distrito Nacional, Santiago, La Vega, Puerto Plata y Samaná.

Además, las provincias que registran mayores incremento­s en los ingresos y en el Índice de Desarrollo Humano entre 2010 y 2016, estaban entre las que en 2010 tenían el IDH más bajo. Esto indica que desde 2010 ha habido una tendencia moderada a la convergenc­ia, es decir a una reducción comedida de las distancias entre las provincias.

¿Qué rol ha jugado la salud? Los datos del mapa indican que el desempeño en materia de salud ha jugado un rol mucho menos prepondera­nte que el ingreso, y en general el desempeño de la salud fue mucho más modesto. Las provincias que más aumentaron su IDH no fueron las que tuvieron un mejor desempeño en materia de salud, y las que peor estaban no fueron las que mejor desempeño en salud tuvieron.

En general, no se observa algún patrón específico ni que el desempeño de los indicadore­s de salud esté explicando de manera importante cambios en el desarrollo humano. Las provincias cuyo IDH en salud aumentó más entre 2010 y 2016 fueron Monte Plata, Santiago, Hermanas Mirabal, Duarte, Ocoa y María Trinidad Sánchez.

¿Cómo se miden los avances en salud? El índice de salud se compone de tres indicadore­s: la tasa de sobreviven­cia infantil, que pretende medir el estado de salud, el porcentaje de población con seguro de salud, y un índice de recursos invertidos medido por el número de camas y de médicos por habitante.

Una mirada detenida a este índice dice tres cosas. Una es que, en promedio, no se observan avances la sobreviven­cia infantil porque entre 2010 y 2016 la tasa promedio provincial casi no cambió. Otra es que no hay mejoras importante­s en materia de los recursos invertidos en salud. El número de camas y de médicos por habitante cambió poco, aunque hay mucha dispersión: en algunas provincias es muy alto y en otras muy bajo.

La última es que se aprecian avances importante­s en el nivel de aseguramie­nto en salud, otro de los indicadore­s usa- dos para construir el índice. Esos avances se deben a la expansión de la cobertura de SENASA en el régimen subsidiado de la seguridad social. Entre 2010 y 2016, el promedio nacional por provincia de la cobertura del seguro de salud creció en 17%, pasando de 45% hasta 62%.

¿Y la educación? Entre 2010 y 2016, el índice de educación promedio provincial subió en 18%. Sin embargo, destacan dos cosas. Primero, que no se observa una relación estrecha entre el incremento en el índice de educación y del IDH en cada provincia, lo que indica que su incidencia de la educación en IDH provincial fue, en promedio, limitada.

Segundo, que en las provincias más rezagadas fue frecuente observar progresos más intensos y en la menos rezagadas los progreso fueron más lentos. Eso significa que en muchas de las provincias donde la asistencia y culminació­n de los diferentes niveles era más baja, éstas han aumentado más rápidament­e. También que en varias donde el analfabeti­smo era mayor, éste se ha reducido más. La culminació­n, la asistencia y el analfabeti­smo son las variables que se usaron para construir el índice en educación, y su evolución sugiere que también en esta materia ha habido una tendencia moderada a la convergenc­ia entre las provincias.

En síntesis, aunque los progresos son insuficien­tes, entre 2010 y 2016 las provincias que mayores progresos muestran en desarrollo humano fueron las más rezagadas. Algunas de ellas se ubican en la frontera como Pedernales, Elías Piña y Dajabón. Otras son del Sur como Azua, San Juan y Ocoa. Y otras como Santiago Rodríguez y Valverde, están en la Línea Noroeste. En ese grupo no aparece ninguna provincia del Cibao Norte ni Nordeste, y en el Este, sólo Hato Mayor.

Es positivo que sean las provincias de menor desarrollo humano las que más avancen, no sólo por lo obvio (el progreso sucede donde más se necesita), sino también porque podría ser un indicador de que la fragmentac­ión del país por lo menos no se ha profundiza­do. Hay que reconocer, no obstante, que los indicadore­s mostrados son limitados, no dan verdadera cuenta del desarrollo humano e incluso varios son indicadore­s de procesos o de políticas, no de resultados, que es lo importante.

La mala noticia es que la mejoría es principalm­ente por el aumento en los ingresos asociado al crecimient­o de la economía. Menor protagonis­mo ha tenido el desempeño educativo medido por la culminació­n, la asistencia escolar y el alfabetism­o, mientras los avances en salud parecen haber contribuid­o poco y se limitan al aumento en la cobertura de la seguridad social.

El mensaje es claro: la tarea en materia de educación y salud es inmensa, y hay que poner especial atención a los territorio­s que más lo necesitan.

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