El Caribe

Patronato Cibaeño contra el Cáncer

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1. Vida en el campo

Soy de Villa Lobo, una comunidad que pertenece a Montecrist­i, vengo de una familia numerosa, éramos muchos hermanos, vivíamos bien, porque mi papá tenía posición, decía que todo el que quería estudiar, podía hacerlo, se ocupaba mucho. Nos graduamos todos. Vivíamos muy bien, no eché nada de menos, en el municipio de Guayubín estudié los cursos primarios, después me mudé a Santiago a continuar estudiando en la Academia Santiago, ahí realicé todos los demás cursos”.

2. Familia

Conocí a mi esposo, el doctor Juan González, ya fallecido, viviendo aquí en Santiago, era de La Vega, pero trabajaba en la Clínica Corominas. Nos casamos, duramos 56 años juntos, tuvimos seis hijos, un varón y cinco hembras, todos están gracias a Dios graduados, son muy apegados a mí. Cuando Juan y yo éramos novios, era el único varón en la familia, recuerdo que cuando iba a su casa, fue tanto lo que escuché a esa gente decirme que tenía que tener muchos varones, porque el apellido se queda ahí, entonces, cuando comencé a tener mis hijos di a luz a un varón, todos se pusieron muy contentos, entonces a partir de ahí tuve hembras; también tuve mellizos, varones los dos, pero falleciero­n. Sufrí mucho, porque como siempre que estaba embarazada eran hembras, cuando el médico me dijo que los dos eran varones, eso me quedó en la mente por mucho tiempo, pero después pasó, buscaba otro varón para complacer a Juan y a su familia, en ese proceso tuve cinco hembras”.

3. Amigos

Teníamos muchos amigos en la clínica, hacíamos cenas todos los sábados en casas distintas, quiere decir que todos nos llevábamos muy bien. Después vivíamos al lado de la clínica, eso era una chercha, todos los médicos iban a tomar café a la casa, es decir que era muy bien gracias a Dios. También hice muchas amistades en la Academia Santiago, los cuales todavía conservo. Luego nos mudamos a la Avenida 27 de Febrero en una casa que era muy grande, porque eran seis hijos que teníamos, pero después que Juan murió me mudé a este apartament­o, que lo hizo el esposo de una de mis hijas. Me hicieron terraza, porque una de las cosas por las que me hacía mal mudarme de mi casa era dejar mis matas, me las quería traer conmigo. Me siento muy bien aquí gracias a Dios”.

4. Labor en el teatro

Trabajé por muchos años en el desapareci­do Teatro Colón, que era oficina y teatro a la vez, pues de este dependían el Teatro Apolo y todos lo que había en la época en la ciudad. Trabajaba por la mañana en la oficina y en la tarde y noche en la taquilla del teatro por muchos años. Cuando Juan y yo éramos novios, me esperaba en las noches para acompañarm­e hasta la casa. Después que tuve mi primer hijo, aunque tenía una persona que me ayudaba, nos lo llevábamos al teatro. Seguí trabajando mientras tuve mis primeras hijas, pero dejé de hacerlo cuando tuve a los mellizos”.

5. Rama Femenina

A pesar de tener seis hijos pequeños, comencé a trabajar en el Instituto del Cáncer, la gente me decía que cómo podía hacerlo teniendo tantos muchachos. Soy de las fundadoras de la Rama Femenina, cumplimos 50 años. Recuerdo que no fui a la primera reunión que se hizo, entonces las integrante­s me dijeron que me habían puesto como presidenta, le contesté que cómo me habían puesto a mí, si no estaba en la reunión, entonces me contestaro­n, pero sí, tú eres la presidenta. Cuando el Instituto de Cáncer se fundó no teníamos un edificio ni nada, en el mismo hospital José María Cabral y Báez nos dieron una sala con tres camas, ahí estaba Luis Pieter, quien me dijo que hiciéramos una cena benéfica y, a partir de ahí comenzamos. Desde el inicio, logramos muchas cosas, llegamos a hacer desfiles de modas con reconocido­s diseñadore­s, con todas las tiendas grandes de Santiago, se daban unos eventos muy bonitos, inclusive, si llovía la gente comenzaba a llamar para saber si se iba a cambiar la fecha, le decíamos que no, entonces llegaban con sus sombrillas, es decir que desde que comenzamos con el instituto hemos tenido éxito. Primero eran hombres nada más, pero cuando entré, comenzamos a llamarla Rama Femenina de Lucha Contra el Cáncer. Hicimos muchas cosas para poder llegar a donde estamos ahora, las cenas benéficas que antes eran en el Country, ahora las hacemos en el Centro Español, con esa cena, gracias a Dios, y con ayuda de algunos sectores, podemos mantenerno­s dándoles toda la ayuda a los pacientes que llegan al Instituto Oncológico”.

6. Impulso

Una vez, decía que iba a dejar esto, tenía mucho tiempo, entonces comencé a descuidarl­o un poco, estábamos cerca de la cena benéfica, entonces un día llegó mi mamá y me dijo que le habían diagnostic­ado cáncer, entonces me la llevé para la casa. Después de eso, tenía que ir a Santo Domingo a hacerle algunos procedimie­ntos que no se hacían aquí, me iba todos los días en la mañana y regresaba en la noche, porque tenía los muchachos chiquitos. Después que a mi madre le diagnostic­aron el cáncer, duró en mi casa siete años, se atendía en el Instituto Oncológico, ahí me la atendieron muy bien, luego murió. La enfermedad de mi mamá me impulsó a seguir en la institució­n, estaba un poco fría, pero eso me animó a continuar la labor”.

7. Diagnóstic­o a su hija

Ahora hay muchos pacientes con cáncer, mi hija Teresa, también tuvo cáncer. Ella se sintió algo raro en su cuerpo, entonces fue a chequearse con su hermano que es médico, en ese tiempo, les hacía cenas en la casa a todo el que vendía muchas boletas, a las enfermeras, siempre tenía un can. Recuerdo que para un año, en diciembre, teníamos un angelito, mi hijo y su esposa estaban muy lejanos, era que le habían hecho el diagnóstic­o a Teresa, y había salido con cáncer, pero no nos lo habían dicho. Al otro día, estábamos Juan y yo en la casa, cuando veo que van llegando las muchachas al mediodía, una después de la otra, entonces les digo qué pasaba, porque ellas Cada día me siento más comprometi­da de trabajar en el instituto, cuando veo tantos enfermos, me da pena”. Muchos me dicen cuándo es que vas a dejar eso, digo no, todavía me siento bien, no sé hasta cuándo voy a seguir, pero no lo quiero dejar ahora”. Ya en el Instituto Oncológico se hacen todas las cirugías, siempre está lleno, se dan quimiotera­pia, radioterap­ia, se hace todo. Hay una persona que se ocupa de atender a los pacientes de escasos recursos, a los que van, les damos lo que les falta, los medicament­os son a precios módicos, no tenemos entradas del gobierno, ni para nosotras, ni para el patronato, pero sí ayudamos a todos los pacientes que llegan a tocar nuestras puertas. Hay un patronato que es de hombres, ellos trabajan muy bien también, nosotras tenemos nuestra oficina en el mismo patronato, donde nos reunimos los miércoles para ver los casos y determinar qué ayuda necesita cada paciente para su tratamient­o, pero cuando tenemos la cena benéfica nos reunimos más a menudo. Hay una persona que se ocupa de atender a los pacientes de escasos recursos, cada uno de ellos lleva el referimien­to del médico, llena un papel, que luego nos pasan a nosotras.

Con lo que recaudamos en la cena ayudamos todo el año, si se nos ofrece hacer algo más lo hacemos. En la cena nos va bien gracias a Dios, la gente nos apoya, con la recaudació­n de fondos nos mantenemos todo el año. Aparte de eso, tenemos las empresas que nos ayudan bastante, nosotras aportamos también una cuota fija todos los meses. Somos 20 voluntaria­s, siempre he presidido la institució­n, tengo el manejo de todas las cosas, a veces les digo que vamos a poner a otra presidenta, entonces todas empiezan a decir que se irán del patronato y tengo que continuar presidiénd­olo. Todas opinamos qué hacer, no podemos darle el tratamient­o completo a todo el que va, pero si le ayudamos con lo que podamos, les damos medicinas, no damos dinero en efectivo, pero si se atienden en otra clínica y acuden al patronato, también le damos ayuda, pero en cheque a nombre de la clínica en la que se tratan. Le ayudamos aunque no sea el tratamient­o allá, pero ayudamos más a los que van al oncológico. siempre iban a la casa, pero no al mediodía, en eso llegó el varón llorando, entonces ahí fue que me dijo mami lo de Teresa es cáncer. Me dieron mucho apoyo mis amigas del Instituto, fue un proceso muy duro para nosotros, pero gracias a Dios ella ya está sana, ahora la tenemos ayudándono­s en el Instituto”.

8. Cambios

No sé si es que antes se decía menos o antes la gente a lo mejor escondía la enfermedad, pero ahora hay más gente con cáncer. Recuerdo que a veces iba al Instituto y personas que conocía no se dejaba ver de mí, pero ahora sí, la gente dice si tiene cáncer, pero uno lo que hace es que lo ayuda para que puedan vencer la enfermedad. Ahora hay más facilidade­s, pero la medicina es muy cara, hay muchas gentes que se han tratado y se han sanado, si se detecta a tiempo mucho mejor, si las mujeres se hacen sus Papanicola­ou, sus mamografía­s a tiempo, tienen más remedio, a veces llegan allá cuando la enfermedad es definitiva. Las mujeres tienen que atenderse con tiempo”.

9. Anécdotas

La semana pasada fue una pareja de esposos a la oficina, preguntó por mí, la asistente le dijo que no estaba, que me podían llamar, ellos dijeron que no, entonces nos dejaron un cheque, pero no quisieron decir quiénes eran, nos pusimos muy contentas, es decir que mucha gente va a la institució­n y nos dejan sus aportes, aunque no los conozcamos, gentes que nos han hecho promesas o que hemos atendido en algún momento. Hay pacientes que le hemos ayudado y siguen yendo al instituto. Cuando llego a la oficina, todo el mundo me llama, eso me hace sentir muy bien gracias a Dios, es grato poder ayudar a un enfermo y que después vaya a darte las gracias. En el instituto se trabaja mucho, pero como tengo una buena asistente, hasta por teléfono se resuelven casos”.

10. Reconocimi­ento

Fui reconocida como Mujer del Año por Diario Libre en 2011. He recibido muchos reconocimi­entos, pero éste lo tenía lejos, recuerdo que me llamaron, vinieron a la oficina, entonces fui nominada y resulté ganadora. Me sentí muy contenta. Además, he recibido reconocimi­entos de los Rotarios, del mismo instituto y también uno por parte del ayuntamien­to”. La enfermedad de mi mamá me impulsó a seguir en la institució­n, estaba un poco fría, pero eso me animó a continuar la labor”. Somos solidarias para aquellos pacientes de escasos recursos que padecen esa terrible enfermedad”.

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