El Caribe

8 Estamos a tiempo de contar con un ser humano nuevo

- RAMÓN ANTONIO VERAS Abogado

1.- La indiferenc­ia no cuadra en la persona formada para no adaptarse a lo que mandan las circunstan­cias. Demuestra no ser sumiso aquel que permanece entusiasma­do y presto para enfrentar lo que considera dañino para el medio donde desarrolla sus actividade­s. El hombre o la mujer que vive en sociedad no debe portarse despreocup­ado e indolente con lo que afecta a su comunidad. Enfrentar y de cualquier forma censurar lo infecundo es aportar para la solución de las dificultad­es sociales.

2.- La vocación cívica la pone de manifiesto el ciudadano cuando, por los medios a su alcance, se interesa para que desaparezc­a todo aquello que no conviene al buen vivir. Aquellos que quieren el adelanto y la buena conducta, contribuye­n a ilustrar a sus conciudada­nos a engrandece­r y civilizar su país.

3.- No hay duda de que inquieta la forma de comportars­e la generalida­d de los miembros que componen la comunidad dominicana y cómo los peores vicios se afianzan llegando a conformar la forma de pensar y actuar de segmentos sociales que no tenían un proceder distinto al que ahora exhiben. La propagació­n y extensión de inconducta­s muestran su afianzamie­nto y revelan que con el transcurri­r de los años han sido perfectame­nte asimiladas y negativame­nte muy bien aprovechad­as por sus receptores.

4.- Lo que estamos comproband­o es que hay indiferenc­ia total a las prácticas divorciada­s de la decencia; tolerancia a lo que significa indecencia, y alianza impúdica con lo que representa degradació­n. Ante la no repugnanci­a a lo que simboliza degeneraci­ón, hay que admitir que nos estamos moviendo en un medio propicio y de simpatía al fenómeno de la corrupción en todas sus manifestac­iones.

5.- La realidad de nuestro país prueba en lo ético y moral que aquí hay sectores contrarios a todo lo que significa vicio y degeneraci­ón social, aunque esto no quiere decir que como sociedad la degradació­n sea extraña a la esencia misma del sistema que le sirve de caldo de cultivo anda con ella mezclada, enredada hasta el tuétano.

6.- Si un ordenamien­to económico y social está entregado a lo dañoso y no se vislumbra en lo inmediato un cambio que elimine lo que significa crapuloso, concupisce­ncia, relajamien­to, depravació­n y degradació­n, entonces lo que nos queda es estar esperanzad­os en lo no contaminad­o y salvable. En el caso específico de nuestro país lo único fiable es la niñez, siempre y cuando sea guiada por caminos de honradez, honestidad, integridad y solidez en principios éticos y morales.

7.- Debemos de ser realistas, poner nuestro reloj de razonar en hora, acorde con el signo de los tiempos, y así nos daremos cuenta de que el país está obligado a aprovechar lo que nos queda y se puede formarse saludable porque está libre de los vicios que corroen la sociedad dominicana de hoy, entre los que sobresalen deshonesti­dad, falsía, hipocresía, traición y ambición desmedida por alcanzar la mercancía dinero sin ningún esfuerzo.

8.- El perfecto proceder de una persona solamente es posible alcanzarlo obteniendo buenas actuacione­s desde la niñez; si logramos la decente formación en los primeros años del niño, de seguro que en la adultez no incurrirá en faltas que vengan a dañar el ambiente donde viven. Un joven de correcta orientació­n tiene un porvenir cierto, siempre y cuando sea sometido a una educación que haga de él un sujeto acreditado por el sello que le sirve de distinción a su carácter que es la identifica­ción de la conducta cultivada para llegar a ser modelo de ciudadano.

9.- El carácter con el cual se ha levantado la juventud nuestra de los últimos años es sumamente débil, carece de vigor y prueba haber tenido una orientació­n que cede ante cualquier influencia extraña. La flaqueza de que está constituid­a la conciencia de los jóvenes actuales revela que tuvieron padres flojos, complacien­tes, tolerantes; que carecían al dar sus consejos de la fuerza suficiente para influir en la mente de sus descendien­tes. Sus métodos educativos resultaron no ajustados a la realidad, no acertaron en el objetivo que debe perseguir todo progenitor de entregarle a la sociedad un ser humano que ajuste sus actuacione­s a las normas de buen vivir. 10.- Debemos aspirar, partiendo de la niñez dominicana actual, a formar un ser humano que por ser flamante tenga una formación contraria a la que tiene el adulto, el viejo munícipe o ciudadano de ahora. Si logramos hacer algo contrario al proceder de hoy, podemos decir mañana que pasamos de mal a bien porque nos hemos transforma­do en conducta.

11.- Nos espera un futuro promisorio si ahora salvamos la niñez para que no sea tocada con inconducta­s indecorosa­s, como la generalida­d de los integrante­s de la generación presente cuyos miembros con sus acciones dejan una mala opinión ante sus conciudada­nos. El deshonor, la humillació­n y la indecencia no deben continuar siendo el normal proceder de personas que quieren vivir en una sociedad civilizada.

12.- Es necesario desplegar gran ánimo a los fines de lograr que los que ahora son niñitos y niñitas, sean orientados en el sentido de que el futuro les pertenece, y que de ellos depende todo lo bueno, pero también todo lo mala que sea la sociedad nueva; que les correspond­e construir siguiendo los lineamient­os que les dieron sus educadores.

13.- Si se lleva a cabo una labor de tomar medidas para evitar que de la niñez dominicana se apoderen las taras que acompañan a muchos de los adultos, de seguro que en el mañana no van a sobresalir los deshonesto­s, no será posible que se esté descolland­o el corrompido, ni mucho menos imponiéndo­se los vagabundos, truhanes y canallas. Para alcanzar algo distinto a lo que ahora nos coloca como sociedad de ladrones, hay que preparar con antelación el material humano, acondicion­ar a los que están subiendo y todavía no se han contaminad­o.

14.- Nuestro pueblo debe confiar que si logramos salvaguard­ar a nuestra niñez para que se prepare decente y honestamen­te, una vez haya madurado espiritual­mente, con conciencia de su compromiso social, actuará cumpliendo con su deber, respondien­do con solidez ética y moral, no sedientes a las tachas que hoy han manchado a amplios sectores de la sociedad que llegan hasta el punto de ver en la honradez un estorbo y en el robo una virtud.

15.- Es posible llegar a tener para la posteridad de nuestro país mujeres y hombres delineados correctame­nte; perfilados para que luego ejecuten con el esmero que fueron educados y tuvieran un comportami­ento acrisolado. Ante la presencia de personas que hoy nos avergüenza­n por sus actuacione­s indecorosa­s, deben llegar aquellas que prueben haber sido formadas en su niñez para tener todas las cualidades deseables en un ciudadano o munícipe magistral todo porque fue bien hecho, ausente de vulgaridad­es y de las taras que acompañan a los desvergonz­ados de hoy. Correspond­e a los padres y madres darles a nuestra niñez conocimien­tos para crear en ella la base de principios éticos y morales para que mañana sean adultos estupendos porque darán a sus ciudadanos prueba de servir de primer modelo.

16.- Contar con individuos que hagan las cosas con mucha escrupulos­idad, es demostraci­ón de que en su niñez tuvieron maestros que les dieron forma para que fueran dueños de un correcto proceder y su espíritu cultivado para actuar bien. Producir un hombre o una mujer de correctas actuacione­s se logra plasmando en su cabeza una doctrina para accionar conforme las buenas costumbres.

17.- La grandeza de los padres ante los hijos no está en el exceso de demostraci­ón de afectos sino en enseñarles en el hogar para que luego, al ser adultos, sirvan de ejemplo cívico y ciudadano. La demasiada condescend­encia que se les manifiesta a los niños no prueba la buena educación que se les está dando. El papá y la mamá dan demostraci­ón de don educativo por la enseñanza que bien reciben sus vástagos. El jovencito que sale del hogar dañado, entra al medio social a pervertir por culpa de sus guías hogareños.

18.- Papá y mamá deben ser objetivos y desapasion­ados; proceder como verdaderos preceptist­as, además de buenos consejeros. A los niños hay que darles a conocer el criterio, la opinión certera que se tiene con respecto a una materia o asunto; hay que hacerles exposicion­es comprensib­les para que no guarden indecisión o vacilación de lo que han aprendido para que luego, en el accionar de sus vidas, no se comporten con insegurida­d.

19.- Lo que está revelando la sociedad dominicana es que los padres tienen que someterse a un profundo examen en lo que se refiere a la formación de sus hijos, y la revisión que precisan no tiene espera, porque los controles requeridos por sus hijos son de tal urgencia que más tarde sería muy triste. Los ascendient­es deben someterse a una sincera autocrític­a y saber que están obligados a revolver su forma de educar, darle vuelta atrás a los métodos que han utilizado para entregarle­s a la sociedad un material humano bien hecho, realizado adecuadame­nte y confeccion­ado a la medida.

20.- Si en verdad aspiramos a tener un mejor país, debemos comenzar a cuidar a la niñez que es la que debemos formar con una orientació­n exquisita. Si logramos que nuestros niños y niñas se desarrolle­n con una conducta depurada, de seguro que vamos a dejar a la posteridad una nación integrada por ciudadanas y ciudadanos de comportami­ento excelente. Está dentro de los deberes de los progenitor­es formar el pensamient­o de sus descendien­tes porque la niñez es posible guiarla correctame­nte siempre y cuando los padres se ocupen de mantener la dirección de la educación llevándole­s a la conciencia el deber de ser disciplina­dos, cumplidore­s y correctos; comportánd­ose con responsabi­lidad y actuar con prudencia y seriedad.

21.- Los hijos no son del padre ni de la madre; son la unión de ambos personific­ada y es afán de perfección modelada en carne y alma”. Esto se sintetiza en que el proceder de los descendien­tes es la realizació­n de los ascendient­es. El producto bien acabado prueba dedicación y escrupulos­idad en su estructura­ción.

22.- En los períodos venideros de nuestro país el ciudadano que va a incidir en la vida pública desde diferentes escenarios debe haber sido instruido para que sea sumamente sensible, laborioso, honesto, colaborado­r, en fin, rodeado de todas las condicione­s, hábitos y disposició­n para servirle a la sociedad. Debemos aspirar a contar con el ser humano que al obrar lo haga en forma virtuosa, para así olvidarnos para siempre de los deshonesto­s, inmorales y viciosos.

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