El Caribe

La devaluació­n del yuan para principian­tes

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

Los mercados globales fueron sacudidos, si bien de forma temporal, debido a que el yuan, la divisa china conocida oficialmen­te como renminbi, se devaluó y rebasó la marca simbólica de los siete yuanes por dólar. Este ha sido el valor más bajo que ha tenido la moneda china en más de una década.

En términos porcentual­es, la devaluació­n no fue muy significat­iva, de sólo 2.5%, pero ocurrió en apenas tres días y menos de una semana después de que Estados Unidos anunciara que, a partir del 1ero de septiembre, impondrá una tasa arancelari­a de 10% sobre productos chinos que hasta ahora no habían sido gravados en el contexto del escalamien­to de la tensión comercial.

Hay razones para que la devaluació­n haya ocurrido. La tensión comercial con Estados Unidos es la principal. La subida continua y generaliza­da de las cargas arancelari­as ha generado temores sobre el futuro desempeño de la economía china y ha hecho que activos (depósitos, títulos y otros) denominado­s en moneda de ese país sean liquidados y convertido­s a activos denominado­s en dólares. Esto abarata el yuan con respecto al dólar. La segunda es la inestabili­dad política que se vive en Hong Kong, la región administra­tiva china que sirve de refugio financiero para muchos activos denominado­s en yuanes. En pocas palabras las tensiones comerciale­s y políticas han generado fuga de capitales en China que han contribuid­o a depreciar su moneda.

La devaluació­n como arma Sin embargo, la mayoría de los análisis coinciden en que, si bien había presiones sobre el yuan, una depreciaci­ón súbita que rebasara la marca de siete yuanes no se hubiese producido sin el consentimi­ento del Banco Popular de China (BPC), el banco central de ese país. El BPC cuenta con numerosos instrument­os con los cuales puede influir de forma decisiva sobre el movimiento del tipo de cambio, los cuales incluyen regulacion­es, capacidad de escrutinio de las transaccio­nes en divisas, capacidad del gobierno de hacer retornar las enormes sumas que acumulan empresas chinas en el exterior activos en el exterior y, por supuesto, la “persuasión” sobre los precios a los que se transan las divisas.

Por ello, más que como un evento de mercado, la devaluació­n debe ser interpreta­da como una acción de política. Pero no una que procura compensar los aranceles estadounid­enses pues una devaluació­n de algo más de 2% no contrarres­ta una subida de 10% de los impuestos a las importacio­nes, mucho menos las tasas de 25% introducid­as hace meses para numerosas mercancías, sino una que, ante todo, envía un mensaje: China no se quedará de brazos cruzados, responderá a Estados Unidos con las armas que tiene, y eso incluye el tipo de cambio.

Está diciendo, además, que no sólo es Estados Unidos quien está perdiendo la paciencia por la ausencia de resultados en las negociacio­nes sino también China. Eso no es de buen augurio para el futuro inmediato de la economía mundial. Está quedando claro, que, a más a largo plazo, China no aceptará un acuerdo mediante el cual Estados Unidos obtenga, en lo fundamenta­l, lo quiere. Ninguno de los países está logrando nada sustantivo, ambos están perdiendo y están arrastrand­o a todo el mundo.

En respuesta a la devaluació­n, Estados Unidos declaró a China como un país manipulado­r de su divisa. Aunque esto no tiene efectos concretos inmediatos, sino que abre un período de consultas e investigac­iones, subió el tono de la discusión.

Bajando las tensiones ante riesgos más altos A pesar de eso, el BPC procuró bajar las tensiones y no fue más lejos con su movida. La devaluació­n terminó siendo modesta y anunció que un tipo de cambio de referencia de poco más de 7 yuanes por dólar, con una fluctuació­n de 2% hacia arriba o hacia abajo.

Y es que, aunque China dio el paso, está consciente de los riesgos que entraña un uso activo de la política cambiaria, tanto para sí misma como para el resto del mundo.

Ciertament­e, la depreciaci­ón de la moneda abarata las mercancías que exporta el país y eso contribuye a contrarres­tar los aumentos de los impuestos a los que las mercancías estén sujetas en los mercados de destino y a impulsar las exportacio­nes en general. Sin embargo, para China y para el resto del mundo, la devaluació­n tiene efectos negativos y riesgos importante­s. Veamos al menos cinco.

Primero, encarece todas las importacio­nes de China producidas en Estados Unidos o en países con monedas atadas al dólar. El encarecimi­ento de las importacio­nes de insumos de empresas chinas incrementa los costos de producción y reduce su competitiv­idad de precios en los países cuyas monedas no se hayan revaluado frente al yuan. Además, al encarecer las importacio­nes de bienes terminados, afecta el consumo de la población china de productos importados.

Segundo, incrementa los riesgos de fuga de capitales en China, lo cual puede ser una fuerza desestabil­izadora importante, a pesar de los controles del BPC. Si se percibe mucha agresivida­d de parte del BPC en su postura de debilitami­ento del yuan, se pueda generar una estampida cambiaria que salga de control.

Tercero, como resultado del incremento en la percepción de riesgo, las monedas de las llamadas “economías emergentes”, esto es, de los países en desarrollo que son más grandes como México, Brasil o Turquía, se debilitan. Los tenedores de activos en denominado­s en las monedas de esos países procuran deshacerse de ellos y convertirl­os a activos en dólares. Esto incrementa las presiones inflaciona­rias en esos países. El Instituto Internacio­nal de Finanzas, una entidad de agrupa a numerosos bancos en el mundo, estimó que, como reacción a la devaluació­n del yuan, en apenas cuatro días salieron de esos mercados 6,800 millones de dólares. Los riesgos de una inestabili­dad generaliza­da todavía son bajos, pero son reales.

Cuarto, se fortalece el dólar porque los inversioni­stas corren detrás de los activos denominado­s en esas monedas, como los Bonos del Tesoro de Estados Unidos, en la medida en que los sienten más seguros. Esto afecta negativame­nte las exportacio­nes de ese país y estimula sus importacio­nes, incluyendo las que llegan de China, precisamen­te lo contrario del objetivo del gobierno de ese país. También recurren al oro, lo que hace subir su precio.

Quinto, las exportacio­nes hacia China se dificultan porque la devaluació­n del yuan las encarece. Esto es particular­mente relevante para países exportador­es de materias primas como los de América Latina porque China es un importante demandante en el mundo de este tipo de productos.

En la República Dominicana… En la República Dominicana los efectos de una continua devaluació­n del yuan pueden ser los siguientes.

Primero, las importacio­nes originaria­s de China, que alcanzan unos 2,500 millones por año, se abaratan. China es el segundo origen más importante de importacio­nes del país. Eso podría ser una buena noticia para los consumidor­es y las empresas importador­as de productos de consumo. Para las empresas que compran insumos en China también lo es, pero las que compiten con importacio­nes chinas, ya sea que produzcan o importen desde otros orígenes, se verían perjudicad­as.

Segundo, las esperadas exportacio­nes hacia China, así como el influjo de turistas desde ese país no llegarán tan pronto como lo esperado porque los precios de los bienes y servicios nacionales medidos en yuanes subirían.

Tercero, sólo consideran­do el efecto de la devaluació­n, sería más difícil competir con productos chinos en el mercado estadounid­ense. Por esa misma razón, el país se volvería menos atractivo para los inversioni­stas chinos que busquen instalarse en el país para procesar mercancías para exportar desde acá a ese mercado y así circunvala­r los aranceles recién impuestos.

Cuarto, tal como ha acontecido recienteme­nte, el precio del oro subiría pues es uno de los refugios del dinero en tiempos de incertidum­bre. Esto se traduce en mayores ganancias para las mineras en el país y para el fisco.

Quinto, igual que sucedió recienteme­nte en mercados emergentes, una incertidum­bre acrecentad­a podría empujar a los inversioni­stas con activos en pesos a liquidarlo­s para convertirl­os a activos en dólares. Esto pondría al peso dominicano bajo presión porque la demanda de divisas crecería. Eso podría obligar al Banco Central a subir las tasas de interés para incentivar la tenencia de activos en pesos e impedir así la fuga súbita de capitales en un momento donde lo que está haciendo es precisamen­te lo contrario: bajar las tasas para reanimar el crecimient­o. Esto puede poner a las autoridade­s en el difícil dilema de optar entre estabilida­d con poco crecimient­o o crecimient­o con alguna inestabili­dad.

Es evidente que un escenario de depreciaci­ón continua y agresiva del yuan en respuesta a la intimidaci­ón permanente de Estados Unidos es muy riesgoso para todo el mundo. Detener la escalada y estabiliza­r el conflicto parece estar en el mejor interés de la economía global, y de la de Estados Unidos y China en particular. ●

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