La epidemia de cólera en 1868
guían muriendo ciudadanos cada día en una forma temible. Eran tantos los cadáveres, que se improvisó un cementerio en el solar donde años después estaría la Escuela de Estudios Primarios República del Paraguay, frente al Parque Independencia. Ese cementerio al aldo del antiguo cementerio de la ciudad en la avenida Independencia recibió el nombre de “cementerio de los coléricos”.
Sobre esa epidemia escribió el doctor Wenceslao Guerrero en el Boletín Oficial, felicitando al farmacéutico Juan Batista Lamoutte, propetario de la Farmacia La Dominicana por su extraordinaria labor en esos terribles momentos. El licenciado Lamoutte ofrecía asistencia a todos los afectados e incluso regalaba las medicinas necesarias a los más necesitados en aquel trance. El doctor Guerrero escribió: “conducta tal es digna del aplauso general, y no es de dudarse que el superior gobierno sabrá hacer honorífica mención de dicho señor. Yo en nombre de infinidad de familias agradecidas y en el mío propio, felicito al Sr. Lamoutte por el tino, desinterés y finura con que se está comportando en estos días azarosos en que nos ha invadido el cólera”.
El hecho del aislamiento de la ciudad de Santo Domingo por el cerco militar, fue probablemente la causa para que esa epidemia no se extendiera a todo el territorio nacional. Luego de la disminución y eventual desaparición de la epidemia, la ciudad de Santo Domingo fue mejorada en sus condiciones sanitarias. En el 1873, el ayuntamiento de Santo Domingo, publicó un trabajo escrito por el doctor Socrátes Cadet, en el que sostenía la tesis de que el sulfuro negro de mercurio, era útil en la prevención y tratamiento de esa temible enfermedad, que todavía hoy, en el siglo XXI, ataca de forma temible poblaciones en distintos lugares del mundo.