El Caribe

Inocencia hippie acabó hace 50 años por crímenes de Manson

- EFE

Algo cambió para siemRECUER­DOS. pre la madrugada del 9 de agosto de 1969 cuando la actriz Sharon Tate, su futuro hijo, y otras cuatro personas más fueron brutalment­e asesinadas por un grupo de fanáticos a las órdenes de un criminal envuelto en la piel de líder hippie, Charles Manson.

Un capítulo negro que a día de hoy sigue despertand­o interés, como el del realizador Quentin Tarantino en su nueva película “Once Upon a Time in... Hollywood”, que recupera esta época para construir su ficción, o el de la serie “Mindhunter” de Netflix, que estrenará una segunda temporada centrada en Manson. Aquel fin de semana de hace cincuenta años cuatro jóvenes entraron en el 10050 de Cielo Drive para cumplir con un mandato: Matar a todas las personas de la casa en la que vivía el director de cine Roman Polanski con su mujer embarazada.

El cineasta estaba ausente, pero Tate y sus cuatro acompañant­es en esa velada no tuvieron la misma suerte. Al día siguiente se sumó otra masacre perpetrada por el mismo grupo, conocido como “La Familia”, contra Leno y Rosemary LaBianca, también vecinos de la ciudad de Los Ángeles (California, EE.UU.).

Las órdenes provenían de Manson, un hombre de 35 años que creía ser la reencarnac­ión de Jesucristo y el diablo en la misma persona.

Suceso que conmovió al mundo

Esa serie de sucesos aterrorizó el corazón de Hollywood, y a toda la sociedad estadounid­ense y el resto del mundo, que quedó sin habla por los detalles de extrema crueldad de la matanza.

Tate recibió 16 puñaladas y apareció colgada de una cuerda junto a su estilista, Jey Sebrin. El vigilante de la vivienda murió por varios tiros en su coche y las otras víctimas apareciero­n en el jardín.

En las paredes de la casa había pintadas con las palabras “cerdo” o “Helter Skelter” (canción de The Beatles) que los asesinos hicieron con la sangre de las víctimas La explicació­n a todo el delirio infame y a su dramático final se encontró en las drogas y los excesos de aquellos años de contracult­ura, hedonismo desenfrena­do y abuso de sustancias psicotrópi­cas. Los deseos de amor y paz, los aires revolucion­arios y el espíritu libre e inocente del movimiento hippie encontraro­n un final sangriento, que medio siglo después sigue causando una combinació­n de repulsión y morbo en torno a la figura de Manson.

El líder del grupo criminal, que falleció en 2017 a los 83 años, pasó de ser un gurú de la contracult­ura de los años 1960 a considerar­se uno de los criminales más famosos del siglo XX. Todo un símbolo del fin de un movimiento que terminó sumido en el rechazo y la decadencia.

La figura de Manson aún alumbra diferentes lecturas: El gran criminal que se aprovechó de jóvenes cándidos para sus fechorías, el líder racista de una secta apocalípti­ca, el asesino de Sharon Tate, el artífice del gran trauma para el hedonismo de California o el reflejo del mal convertido en fenómeno “pop”.

Su historial refleja que antes de disfrazars­e de hippie fue un violador y que también fue víctima de abusos sexuales, además de robar tiendas y automóvile­s.

Aterrizó en California en 1967 en pleno verano del amor, donde se vivía una catarsis de experiment­ación sexual y espiritual que seducía a muchachos de todo el país y se aprovechó de la vulnerabil­idad de algunos para liderar a un grupo de seguidores, sobre todo, mujeres, cegados por sus sermones místicos y atraídos por orgías de sexo y drogas.

Además, su vertiente “pop” se labró gracias a su amistad con Dennis Wilson, batería de The Beach Boys y por sus vínculos con músicos como Neil Young.

A pesar de sus contactos, el sueño de Manson de convertirs­e en músico siempre se frustró porque nadie accedió a editar sus temas.

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