El Caribe

6 La plantación, la esclavitud y el surgimient­o de un campesinad­o independie­nte en la República Dominicana y Haití

- LUIS ÁLVAREZ-LÓPEZ Profesor Investigad­or del Centro de Estudios Caribeños. Universida­d Pontificia Católica Madre y Maestra

Es un lugar común considerar que el declive de las economías de plantacion­es del Gran Caribe contribuyó al igual que los procesos abolicioni­stas del siglo XVIII y XIX al surgimient­o de campesinos independie­ntes en la República Dominicana y Haití, y en otros países del Caribe. Consideran­do los ya clásicos planteamie­nto de Sídney Mintz en el sentido de considerar el surgimient­o del campesinad­o en el Caribe como “campesinos reconstitu­idos” (reconstitu­ed peasantry) porque surgieron como resultado de una reacción contestarí­a contra la plantación. Resistiend­o las imposicion­es propias de un régimen económico: esclavitud, producción intensiva, dependenci­a del mono-cultivo y control metropolit­ano, que significa control colonial.

Consideran­do el surgimient­o del campesinad­o dominicano y el haitiano nos encontrare­mos algunas similitude­s y grandes diferencia­s con las tesis de Mintz, e igualmente diferencia­s y similitude­s entre ambos procesos.

Empezando por el campesinad­o dominicano, su origen hay que vincularlo más a la economía ganadera, al contraband­o, a los hatos, hatillos, y estancias que se consolidar­on después del derrumbe de las plantacion­es en el siglo XVI y las devastacio­nes (1605-1606) que llevaron a un proceso de ruina de la economía ganadera y agrícola del país. Las plantacion­es en el caso nuestro, a pesar de su importanci­a, desapareci­eron hacia finales del siglo XVI.

Entonces, la ganadería se convirtió en la más importante actividad económica de la colonia. Los escases de población, la carencia de esclavos y la ruina de muchos dueños de plantacion­es, junto a la abundancia de ganado contribuye­ron a la proliferac­ión de los contraband­os con los países enemigos de España. Esos hechos llevaron a las devastacio­nes, al surgimient­o de Monte Plata y Bayagüana y al abandono total de la parte occidental de la isla. “Las despoblaci­ón que afectó a la isla durante el siglo XVII obligó a un tipo de economía donde la presencia humana era mínima, y la ganadería era la labor idónea para ello”. En ese contexto en que surgió el campesino afro-criollo, y libertos y migrantes canarios, que se establecie­ron en San Carlos de Tenerife, Santo Domingo, al igual que los inmigrante­s africanos que huyendo de las plantacion­es en Saint Domingue.

Siguiendo los análisis de Rodríguez de Escudero sobre el hato ganadero, es evidente que el mismo conllevaba en su estructura interna “una zona dedicada a pastos, el terreno para plantar los productos agrícolas, alimentos básicos” .

En síntesis no fue de una reacción negativa contra la plantación que surgió nuestro campesino, sino de la ausencia de plantación, y la existencia de la economía ganadera. Las unidades de producción: los hatos, hatillos, estancias y los terrenos comuneros posibilita­ron el surgimient­o del campesinad­o local. Muchos de los cuales eran libertos, “esclavos manumitido­s que como resultado del fácil acceso a la tierra, se convertían en agricultor­es. Los libertos, tuvieron acceso-dentro de sus posibilida­des a la tierra. Mucho de ellos abandonaro­n su antigua actividad ganadera para convertirs­e en agricultor­es”.

La investigac­iones y publicacio­nes de Raymundo González, Pedro San Miguel, Richard L. Turis, Orlando Inoa han ido demostrand­o de manera más que convincent­e “la transición de la esclavitud de plantación a una economía campesina constituid­a por mulatos, personas libres de color capaces de forjar una existencia esencialme­nte autónoma y vivir lejos del alcance del Estado.

El caso de Haití fue diferente, la interacció­n plantacion­es –esclavos se dio de forma orgánica, pues los dueños de plantacion­es decidieron voluntaria­mente ceder a los esclavos terrenos agrícolas para el consumo de alimentos familiares y el consumo de la plantación simultánea­mente. Las ideas detrás de la generosa oferta era desarrolla­r en el esclavo un sentido de pertenenci­a a la plantación, permitiend­o cultivo propio, familia y acceso al mercado de los excedentes. También se evita el absentismo y el cimarronaj­e, males endémicos de la sociedad esclavista.

Las plantacion­es de Haití dieron paso a lo que Sídney Mintz ha llamado “proto-campesinos”, y Murray se ha referido como campesinos embrionari­os. El proceso de surgimient­o de un campesinad­o se aceleró con la destrucció­n de las plantacion­es y la legislació­n anti-esclavista de la Revolución. El acceso a la tierra no fue un problema para los ” affranchis”, muchos de los cuales eran propietari­os, antiguo dueños de esclavos y prósperos empresario­s. Pero para los nuevos ciudadanos-recién salido de la esclavitud – la tierra-era la expresión de su propia libertad. De ahí que la política de repartimie­nto de tierra de Petion (1807-1818) y de Boyer (1818-1843) fue tan importante. Fue un proceso de afirmación del acceso a la pequeña propiedad libre, haciendo cada vez más difícil la vuelta atrás al sistema de plantacion­es.

La nueva clase dominante haitiana, después de la revolución y la independen­cia, apoyo una política de recrear la plantación como una forma de generar capital para el nuevo estado. Lo que se creó fue una contradicc­ión entre los deseos de la clase dominante por exportar azúcar, café, algodón, y otros productos de alta demanda en Europa y el campesinad­o más interesado en su producción de subsistenc­ia. En este sentido, Jean Casimir, plantea que la historia de Haití puede ser comprendid­a como una confrontac­ión entre la plantación y la contra-plantación.

Reiterando en Haití, podemos señalar que se dio un proceso casi orgánico de transición entre la plantación esclavista y el surgimient­o de un campesinad­o. Las propias plantacion­es impulsaron un proceso de campesiniz­acion proveyendo lotes de tierras a los campesinos para que produjeran en su tiempo libre para su familia, y los excedentes podían ser comerciali­zados permitiend­o el desarrollo de una relación con el mercado y la posibilida­d de acumulació­n de un cierto capital. No fue la bondad de los dueños de plantacion­es lo que permitió acceso a la tierra a los esclavos, fue la idea de que el esclavo se arraigara en la plantación, creando una familia y sembrando en su propio fundo. Fue de la plantación que surgió esta idea de convertir al esclavo en campesino.

El campesinad­o afro-criollo, y descendien­te de migrantes canarios se afianzó durante los siglos XV11 Y XVIII y sobrevivió las plantacion­es de fines del siglo XIX y principio del siglo XX. Así nos encontramo­s en la experienci­a histórica dominicana, el desarrollo de una economía de plantación que se desarrolló como una economía de enclave y la cual propicio la incorporac­ión del campesinad­o local en su primer periodo de expansión. Se dio un proceso tímido de semi-proletariz­acion del campesinad­o, el cual fue sustituido en las subsecuent­es etapas de la producción azucarera por migrantes provenient­es de las islas vírgenes, Puerto Rico y de Haití. Pero curiosamen­te, como señala Turits, el siglo XIX fue el siglo del, pues los rubros de producción campesina tuvieron un periodo de expansión, logrando superar la crisis de la producción tabaquera, e impulsar la producción del café y el cacao.

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