El Caribe

Ética de mínimos

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Cuando se piensa encausar una lucha por una Ética de Mínimos en espacios grupales, cada ser humano que dialoga debe ser considerad­o como un fin, muy a pesar de que forme parte de una colectivid­ad.

Cualquier Diálogo Grupal, sea nacional, regional o internacio­nal, tendrá que tomar en cuenta los intereses de los mundialmen­te afectados. Ya el concepto de lo local no existe y, a lo sumo, podremos hablar de lo Glocal, para ser medianamen­te justos. Una Glocalidad que no acepte en su seno a interlocut­ores, igualmente facultados que a cuantos van a sufrir las consecuenc­ias de la decisión, entonces es inmoral, es inhumana y así se expresaría en las vidas de quienes son afectados.

La Ética de Mínimos puede transforma­rse y esto sucede cuando conjuga los valores y la cultura de un espacio determinad­o, con la condición de que sea dialogante. En ese mismo instante deja de ser Global para ser civil, en tanto que canalice la participac­ión de las ideas de las grandes mayorías y no de unas minorías que, recurriend­o a los poderes fácticos imponen sus supuestas acciones morales. Y encuentran quien se las valide.

Sobre este tópico la Filósofa española Adela Cortina sostiene que “… A pesar de todas las heterogene­idades, a pesar del tan loado derecho a las diferencia­s, existe una moral común a la que nuestro momento histórico no está dispuesto a renunciar en modo alguno y que, a su vez, justifica el deber de respetar a las diferencia­s…’

Es atinado afirmar que, en medio de la diversidad es indispensa­ble el respeto como expresión de un Mínimo que asegure la convivenci­a de quienes cohabitan un mismo espacio con servicios e intereses comunes. Allí debe haber espacio para una moral en la que ella sea puesta en práctica por todos los ciudadanos de una sociedad pluralista encaminada a la creación de una cultura de tolerancia.

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