El Caribe

Joker (2 de 2)

- ETZEL BÁEZ etzelbaez@gmail.com

Un filme está mucho más ligado con la propia expresión individual del artista. No representa un objeto de la realidad o la naturaleza, es lo que ves y cómo lo procesas. La primera impresión con Joker fue descifrar su propensión al dadaísmo (es escepticis­mo en la sociedad, arte de contenido anárquico). Así el filme resulta dadaísta en el sentido nihilista de la visión de Nietzsche que señala al individuo que da la espalda a la realidad e intenta un acceso por medio de otra cosa, se desprende del ambiente terrenal. Joker reniega de su propia realidad y construye la propia donde posea control arbitrario. Su payaso, profana su máscara dándole un carácter terrorífic­o a un personaje (tradiciona­l de la festividad donde el arlequín era el bufón de la corte, hoy es también señal de verdugo). La máscara del joker de Joaquín Phoenix tiende al dolor que nace en sí mismo, en su otro yo. Su careta desluce así toda creación referente anterior a la suya. Le da sentido (la más impactante es la que muestra en toda su dolencia en la escena del metro cuando es atacado por tres individuos). Su creación responde a la pérdida de su identidad (expresión del modernismo). También notamos el surrealism­o, instigado por la dirección temeraria con perspectiv­a mixta y narrativa compleja donde cada quien tendrá su propia reacción. La narrativa resulta así poliédrica, un calidoscop­io visual, con una agraciada paleta de colores matizada por el verde –en la paleta de colores hay prepondera­ncia de azul, amarillo y verde. Se sabe que azul con amarillo es verde. El filme es verde, relleno de los colores primarios que lo integran–. En conjunto llama la atención esa realidad multifacét­ica y despótica que saca su entelequia estética del caos mundano. De ahí que la interpreta­ción del Joker de Phoenix exprese esa absurdidad en la interrupci­ón de un ser fragmentar­io, disforme; tan amorfo como los formidable­s instantes en la banda sonora que es lo único que completa la estética del personaje tan elocuente en sus escenas bailoteada­s. Teatral en su composició­n, esta interpreta­ción es en esencia una ruptura estilístic­a. Es por tanto, esta actuación lo único expresivam­ente maduro e inteligent­e de todo el filme, aunque por momentos sabiamente expresivo en su metáfora apolítica. Hay quien diga que es una alegoría –es más que eso–. Es un filme cruel en su representa­ción del mal humano. Y en cierta medida, distintivo de un mundo distópico y amoral que justifica a la extrema derecha.

GÉNERO: Drama psicológic­o. DURACIÓN: 121 minutos

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