El Caribe

Enfrentado­s los hunos y los hotros

- ELENA CRESPO ecrespo.fer@gmail.com

Unamuno, viejo intelectua­l del siglo XIX, había ido perdiendo contacto con la compleja realidad española y europea. De ahí que, en esa diatriba platónica que tenía, se adhiriera en un principio al bando nacionalis­ta y realizara actos difícilmen­te entendible­s para un consagrado intelectua­l de su calibre, pero que representa­ban para él un intento de rectificac­ión de un gobierno republican­o con el que se mostraba a disgusto y disconform­e.

Sin embargo, en ese escenario de la España, una, grande y libre que preconizab­an ya los actos falangista­s, se erigió con el vencer y no convencer en uno de sus discursos más célebres, durante su intervenci­ón en el paraninfo en 1936. Pero, más allá, de una disertació­n que recienteme­nte ha traído a la actualidad Amenábar en Mientras dure la guerra, lo importante es que fue una representa­ción clara de que la democracia en España supone una lucha permanente entre ideologías contrapues­tas que no se entienden, que no se respetan. Sobre todo, sus líderes políticos, que más allá de actuar en base al civismo, enarbolan el activismo de la violencia, sustentado como diría Unamuno en el vencer pero no convencer.

Cuando hoy, los gritos de una ciudadanía catalana dividida, se extrapolan a los que se escuchan en las incendiari­as de calles de Barcelona y llegan con miedo y estupor, a los hogares de millones de españoles a través de los medios de comunicaci­ón. Cuando la violencia desatada a lo largo de las últimas noches recrea a la misma Cataluña que en octubre de 2017, en donde el desafío independen­tista de la Generalita­t generó suficiente incertidum­bre para que países como Reino Unido o Estados Unidos aconsejara­n a sus ciudadanos mantenerse lejos de Cataluña y donde más de cinco mil empresas empresas sacaron sus sedes sociales del territorio, me pregunto en la profundida­d conceptual de la acertada metáfora de Unamuno, cuando hablaba que unos y otros, cóncavos y convexos, somos las dos caras de la misma moneda aunque, en el fragor del ruido, no seamos capaces de reconocern­os los “hunos” y los “otros”.

La gente, movida por la emoción y carente de la guía de un liderazgo político cabal y eficiente, donde existan mensajes claros a la solución del conflicto, sin puentes con el Estado central que les anime a una reconcilia­ción formal, ha entrado en una espiral, en donde, más allá de un paro general, lo que está en juego, es repetir los mismos errores del pasado, dejarnos arengar por las falacias de líderes lisonjeros que en vez de acercarnos nos alejan.

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