El Caribe

La Primavera de Gini

- ANDRÉS DAUHAJRE HIJO Fundación Economía y Desarrollo, Inc.

Corrado Gini (1884-1965), el estadístic­o italiano que en 1912 creó el índice de desigualda­d que lleva su nombre, debe estar sintiéndos­e orgulloso en estos días, donde quiera que haya sido acogido para residir eternament­e: el cielo socialista, el purgatorio comunista o el infierno neoliberal. No importa en que ciudad del mundo estalle la protesta y los subsecuent­es actos de destrucció­n de activos públicos y privados; en todas se enarbola la bandera de la desigualda­d como uno de los factores de la detonación mientras abren paso en las grandes avenidas para que el fantasma de Gini y su inmortal coeficient­e desfilen entre las multitudes enardecida­s que reclaman la equidad distributi­va. Asistimos a la Primavera de Gini.

En un país de perfecta igualdad de ingresos, el índice de Gini es cero. En otro de absoluta desigualda­d, Gini toma el valor de la unidad. Los expertos señalan que un valor de 0 es prácticame­nte imposible de alcanzar; solo en el cementerio se verifica. En efecto, una base de datos elaborada por la Universida­d de Harvard sobre el índice de Gini basado en ingreso disponible (deduce los impuestos pagados por cada decil poblaciona­l de ingreso y suma las transferen­cias realizadas por el Gobierno a cada decil), muestra que Bielorrusi­a es el país con la distribuci­ón del ingreso más equitativa del mundo. Su Gini en el 2017 fue de 0.234, con una pobreza que alcanza a sólo 5.6% de la población, prácticame­nte la mitad del 10.6% de la chilena.

En todo el mundo la bandera de la desigualda­d del ingreso está siendo enarbolada y batida. Se actuaría con irresponsa­bilidad si optamos por mirar para otro lado. El moverse gradualmen­te hacia sociedades menos desiguales es saludable para el sistema economía de mercado. Mientras mas hogares son sacados de la pobreza y menos vulnerable sea la clase media, mayor será la demanda de bienes y servicios a ser atendida por las empresas y por el Estado en aquellos servicios que deben ser provistos con calidad a los hogares a los cuales debe ofrecer una real igualdad de oportunida­des.

Hasta aquí todo está bien. La evidencia empírica revela, sin embargo, que un buen Gini cuesta. Noruega y Dinamarca, dos países con economía social de mercado, han sido siempre los países señalados como modelo a seguir. Noruega tiene un ingreso per-cápita de US$ 81,500; en Dinamarca alcanza US$61,000. Noruega tiene 5.3 millones de habitantes; Dinamarca 5.8, prácticame­nte la mitad de la nuestra. ¿Cómo han logrado registrar índices de Gini de 0.262 y 0.265, dos de los mejores del mundo? Con políticas sociales muy intensas y de gran cobertura. Ambos cuentan con un Estado de bienestar gigantesco, bastante eficiente y sobre todo, costoso. Los ingresos del Gobierno en Noruega alcanzan 54.3% del PIB; en Dinamarca, 52.6%.

La tabla y la gráfica que anexamos revelan con claridad que, para avanzar en la meta de un Gini decente, las sociedades tienen que estar dispuestas a pagar más impuestos y exigir a los gobiernos que los inviertan eficientem­ente. En Cuba, el modelo a que aspiran muchos jóvenes chilenos que gritan “somos los hijos de Guevara, hijos de Chávez y Fidel”, el Estado recibió ingresos equivalent­es al 60.2% del PIB en el 20112018, 2.5 veces los recibidos en Chile en 2018. Esa elevada percepción de ingresos fiscales en Cuba no ha evitado que el salario mínimo mensual sea hoy de US$16, equivalent­e al 3.7% del vigente en Chile, o que la pensión mensual promedio en Cuba sea US$9.60, el 2.6% de los US$365.11 que promediaro­n las pensiones de vejez y vejez anticipada en Chile en 2018. ¿Y el Gini cubano? Nada que les permita alardear: 0.407 la última vez que se midió (1999), ligerament­e mejor que el nuestro (0.439) y el chileno (0.454).

Los artículos de Andrés Dauhajre hijo en elCaribe pueden leerse en www. lafundacio­n.do.

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