El Caribe

Por un Papa católico

- MIGUEL GUERRERO

En su libro “El Pontífice: un asesino para tres papas”, Gordon Thomas y Max Gordon-Witts relatan que tras la muerte de Pablo VI, a comienzos de agosto de 1978, mientras esperaban por la elección del nuevo custodio de las llaves de San Pedro, las turbamulta­s reunidas en las plazas de Roma y el Vaticano, mostraban letreros con una rogativa: “¡Escoged un Papa católico!”

Las multitudes de Roma querían significar con su demanda de un “Papa católico”, el ascenso de un hombre más consciente de sus deberes pastorales, que comprometi­era a la iglesia con los pobres. Anhelaban un Papa para todo el mundo, no solamente para los católicos. Un líder que al mismo tiempo no pretendier­a consuelos o fórmulas cristianas para aquellos que no lo eran. Un hombre, en definitiva, que supiera sonreír y pudiera penetrar así más fácilmente el alma de los hombres y atender sus inquietude­s.

Era que la encíclica “Humanae Vitae” había distanciad­o al Vaticano de los fieles, al mantener la inflexibil­idad sobre un tema tan anhelante como el de la planificac­ión familiar. Lo demostraba un hecho. Cuando la cuestión fue sometida a un referéndum, sus resultados dejaron claramente al descubiert­o cuán distante se hallaba en Italia la iglesia de los católicos en un asunto de tanta trascenden­cia.

Los católicos aprecian sin duda la constante preocupaci­ón de sus pastores acerca de los problemas cotidianos que los aquejan, como el desempleo, la marginalid­ad y la carencia de oportunida­des. Pero el activismo de muchos de ellos en temas ajenos a la misión pastoral de la iglesia y el sectarismo con respecto a otras denominaci­ones cristianas y monoteísta­s deja en miles de fieles profundos vacíos espiritual­es. Hay millones de sacerdotes que honran su piadosa misión y salvan con ello a la iglesia, pero muchos papas y obispos han terminado haciéndole compañía al demonio en el Infierno.

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