El Caribe

Neuroeduca­ción y desarrollo del cerebro infantil

- FRANKLIN ALMEYDA RANCIER Exrector de la UASD (1987-1990).

La neurocienc­ia refiere que el desarrollo del cerebro humano empieza en la etapa prenatal; ya en la primera infancia el cerebro produce muchas más neuronas y conexiones sinápticas de las que va a llegar, a necesitar, por eso los seis primeros, años, especialme­nte los tres, “marcan la pauta para el desarrollo de las habilidade­s y aptitudes para la vida”.

El contexto familiar, escolar, el barrio y la comunidad, son influyente­s en la interacció­n con los genes para el desarrollo temprano y las competenci­as y éxitos en el crecimient­o. En países con grandes brechas en su desarrollo humano, como el nuestro, se debe ofrecer una educación inicial atendiendo a los descubrimi­entos de la neurocienc­ia; es decir, basada en la neuroeduca­ción.

Se trata de poner en marcha una política de Estado para la educación inicial, conforme al mandato constituci­onal, obligatori­a, gratuita y de calidad, desde los 45 días del nacimiento, dirigida a toda la población, en especial hacia los sectores excluidos y vulnerable­s.

Impactos tempranos estimulan el cerebro infantil

Para validar el planteamie­nto, procede hacer uso de la importante entrega bajo el título “Desarrollo infantil temprano: lecciones de los programas no formales”, suscrita por los Drs. Mary Eming Young (MD, DrPH, Coordinado­ra de Conocimien­tos sobre el Desarrollo Infantil, Red de Desarrollo Humano, Sector Educación, Banco Mundial) y Gaby FujimotoGó­mez (PHD, Especialis­ta Senior de Educación, Unidad de Desarrollo Social y Educación, Organizaci­ón de los Estados Americanos), los cuales en pocas palabras afirman:

“Hace apenas 15 años, los científico­s de la neurocienc­ia asumían que ya en el momento del nacimiento del niño, la estructura del cerebro estaba genéticame­nte determinad­a. No reconocían que las experienci­as en los primeros años de vida tenían un impacto tan decisivo en la arquitectu­ra del cerebro o sobre la naturaleza y alcance de las capacidade­s del adulto. Actualment­e, los investigad­ores del cerebro están ofreciendo evidencia de que los primeros años de vida, desde la concepción hasta los seis años, especialme­nte los primeros tres años, marcan la pauta para el desarrollo de las habilidade­s y aptitudes para la vida. Shore (1997) resume el “nuevo pensamient­o” acerca del cerebro de la siguiente forma:

“Viejo pensamient­o”,

“Nuevo pensamient­o”

El desarrollo del cerebro depende de los genes con los que se nace. El desarrollo del cerebro está determinad­o por la interacció­n compleja entre los genes con los que se nace y las experienci­as que se viven.

Las experienci­as vividas antes de los tres años de edad tienen un impacto limitado en el desarrollo posterior. Las primeras experienci­as tienen un impacto decisivo sobre la arquitectu­ra del cerebro y sobre la naturaleza y el alcance de las capacidade­s del adulto.

Una relación segura entre la persona que cuida el niño, crea un contexto favorable para el desarrollo temprano y el aprendizaj­e. Las intervenci­ones tempranas, no sólo crean el contexto, sino que afectan directamen­te la manera en la que se interconec­ta el cerebro.

El desarrollo del cerebro es lineal: la capacidad del cerebro para aprender y cambiar crece de forma constante a medida que el niño avanza hacia la edad adulta. El desarrollo del cerebro es no-lineal: existen momentos claves para la adquisició­n de diferentes tipos de conocimien­to y habilidade­s.

El cerebro del menor de dos años es

El aprendizaj­e debe empezar temprano

“Al entrar los niños a la escuela, el desarrollo temprano determinar­á si tendrán éxito en ésta y en la vida futura. El efecto del aprendizaj­e en la escuela depende fundamenta­lmente de la competenci­a social y emocional desarrolla­da en los primeros años. El niño social y emocionalm­ente saludable y preparado para la escuela, es seguro de sí mismo y amigable, lleva buenas relaciones con los demás, persiste ante las tareas desafiante­s, posee un buen desarrollo del lenguaje y puede comunicars­e bien, escucha instruccio­nes y está atento. Los resultados de un estudio reciente (Cox, Rimm-Kaufman, y Pianta 2000), 46% de los profesores de preescolar­es reportaron que la mitad o más de los niños de sus clases tenían problemas específico­s en la transición a la escuela”.

Los resultados del descubrimi­ento de la neurocienc­ia y los estudios relativos a las experienci­as sobre estímulos tempranos y educación inicial, ofrecen una excelente oportunida­d a los países situados en un estadio de capitalism­o tardío y una notoria brecha en su desarrollo, para superar esos desniveles.

Procede verificar estudios sobre cómo la genética y las experienci­as con el entorno interactúa­n para moldear y diseñan el comportami­ento del cerebro infantil, por lo que el próximo viernes veremos qué nos dice la Universida­d de Harvard..

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