El Caribe

Desde La Habana II

- LILIAN CARRASCO lilycarras­cor@hotmail.com

Una vez en el Floridita, además del Daiquirí, merece la pena pararnos o sentarnos al lado de la escultura de Ernest Hemigway para dejar en el celuloide la huella de nuestro paso por uno de los lugares que más disfrutaba en La Habana el escritor estadounid­ense.

Al retomar la calle peatonal Obispo, nos encontramo­s con un sinfín de rincones que nos seducen. Y es que se configura un neoclasici­smo que pasa por el art decó hasta llegar a lo ecléctico, en un derroche de mármol, buena madera, frescos, cornisas, dinteles, frontones, volutas, pórticos, guardaveci­nos, guardacant­ones, vitrales y columnas decoradas. Todo esto hace del trayecto un paseo muy agradable, sobre todo, porque al ser una vía estrecha, se propicia una sombra protectora de los rayos violentos del sol en el Caribe.

Las demás calles que intercepta­n Obispo o que le quedan en paralelo, deben su nombre a vivencias cotidianas, es el caso de la calle Lamparilla, denominada así por un devoto de las animas que encendía todas las noches una lamparilla en su casa, situada en la esquina de la Calle Habana. Y, “De las Damas”, al igual que en Santo Domingo, porque muchas jóvenes se veían en ella.

Regresar a la ciudad de las columnas como llamó alguna vez Alejo Carpentier, siempre tendrá un nuevo sabor, es como reencontra­rnos con nuevos sabores y olores, crónicas y leyendas, muros y ruinas, espacios a veces ignorados y, muchos otros que permanecen en la memoria.

No dudo que la ciudad guarde un hechizo para quienes tanto hemos aprendido a amarle, entre sus plazas y callejuela­s, es difícil mantener un paso rápido porque siempre encontrare­mos elementos que roban nuestra atención. De ese modo, lo mismo paramos a tomar un agua de coco, seguir al ritmo del son o de los zanqueros, que casi siempre, irrumpen por la calle Mercaderes.

Ciertament­e, cuesta seguir a la Plaza de Armas sin curiosear en el hotel Ambos Mundos donde se hospedaba Hemingway. Aquel lugar cálido, discreto, rodeado de elementos que en su momento acompañaro­n al escritor, en lo más alto de aquella edificació­n, en el corazón de la Habana Vieja. Continuará.

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