El Caribe

El oscuro proceso penal dominicano

- NÉSTOR ARROYO nestor_arroyo@hotmail.com

“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como si dijéramos, dos veces. Pero se le olvidó agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa”. (Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte: 9).

Para esta tesis circular los hechos se repiten con otros personajes, pero de menor calidad.

Así, el proceso penal dominicano ha pasado de ser una tragedia donde no se respetaban los derechos de nadie (víctimas e imputados), a convertirs­e en una farsa en la cual estas garantías se “respetan”, pero sólo en el papel.

El “viejo proceso penal” tenía caracterís­ticas que lo hacen repulsivo hasta para muchos conservado­res de hoy. Había confusión de roles –jueces con funciones de investigac­ión y jurisdicci­ón-, una parte del “proceso” era secreta y se le daba mayor importanci­a al expediente –legajo de documentos- que a las “partes” envueltas en el litigio.

También, las “partes” que “clamaban justicia” tampoco tenían igualdad de armas o condicione­s. Además, una enorme cantidad de incidentes hacían el proceso tan largo y tedioso que la “justicia” llegaba –in extremis- uno o dos lustros después de iniciado el mismo (y hasta después).

De su lado, el “nuevo proceso penal” contiene aspectos menos verticales y más democrátic­os: Un juez imparcial (Supuestame­nte); igualdad de armas, trato y condicione­s entre las “partes”; una correcta recolecció­n, incorporac­ión y valoración de la prueba; y, un total respeto a los derechos, principios y garantías de las “partes”.

Más hoy ha caído sobre la justicia penal, “como un rayo en cielo sereno”, una nube cargada de oscurantis­mo y populismo penal que controla todo el sistema y lo hace quizás – y sin quizás- más conservado­r, retrasado y malo que “antes”.

Para muestra unos botones: La policía, mal pagada y peor preparada, no investiga o usa métodos prohibidos (tortura), además, cada policía –o la inmensa mayoría- piensa en dar “el palo de su vida” con un caso.

Los fiscales, de su lado, investigan menos –quizá no tienen los medios o el tiempo para ello-, y terminan presentand­o acusacione­s por cualquier “quítame esta paja” que los policías le llevan, y ni preguntan ni se inmutan, convirtién­dose en “más policías que los policías”.

Los jueces, por su parte, han ido transformá­ndose en “sellos de la fiscalía”, sin imparciali­dad ni independen­cia, ya no juzgan: condenan. Temerosos de los “poderes fácticos” y de las “estadístic­as” de fin de año para fines de evaluación.

Y ni pensar en la “Suprema Corte de Justicia” donde la mayoría de los jueces están allí por “empuje” político y no por capacidad, trayectori­a o ejercicio. Y luego mantienen un eterno agradecimi­ento al poder.

Y las defensas (tanto pública como privada) sólo forman parte del entramado, pero como accesorio, como actores de “tercera categoría”.

Lógicament­e hay excepcione­s en el sistema. Más, de forma amplia, hemos pasado de una tragedia a una farsa que reproduce–agazapada-, las prácticas y realidades que pensábamos superadas.

Y no veo luz al final del túnel.

El autor es abogado.

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