El Caribe

Enfrentand­o el COVID-19 y sus consecuenc­ias económicas

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

El aumento del número de personas contagiada­s con el COVID-19 fuera de China está siendo exponencia­l y es cuestión de tiempo, ante la ausencia de medidas drásticas, para que en la República Dominicana pasemos de apenas un puñado de casos conocidos a una epidemia de mayor alcance.

En 15 días, el número de personas afectadas fuera de China se incrementó en cerca de 40 mil. En Corea del Sur pasó de casi cero a más de siete mil y en Italia e Irán hasta cerca de seis mil. Pero también en Francia, Alemania, España, Japón, Estados Unidos, Suiza y el Reino Unido, el crecimient­o ha sido vertiginos­o. Un estudio encontró que, en Bélgica, Suiza, Emiratos Árabes Unidos, Francia, Países Bajos, Austria, Malasia, Suecia, Estados Unidos, España, Reino Unido y Noruega, el incremento en los primeros días de marzo fue tan intenso que el número de casos se duplica cada dos días.

El aislamient­o

Ante la ausencia de tratamient­o probado o de vacunas, la única medida que parece efectiva para detener el contagio es la cuarentena porque al aislar a las personas se impide la transmisió­n. Funcionó en Hubei (China), donde el número de nuevos casos empezó a caer inmediatam­ente después de la cuarentena. El aislamient­o fue respecto al resto del país y del mundo sino también entre personas pues se confinó a las personas a sus hogares, y se restringió el tránsito y la aglomeraci­ón. Italia está haciendo lo mismo, pero a nivel nacional y en España, el gobierno de Cataluña ha puesto en cuarentena a cuatro comunidade­s barcelones­as. Además, varios países han adoptado medidas de aislamient­o con el exterior con diversos grados de severidad y han cerrado temporalme­nte las escuelas y universida­des. Por ejemplo, El Salvador cerró todas sus fronteras para pasajeros, Estados Unidos las cerró para viajeros desde Europa, Perú para vuelos desde Europa y Asia y Argentina para pasajeros desde países de alto riesgo.

Por todo lo anterior, lo más probable es que el país va a terminar cerrando temporalme­nte sus fronteras para el tránsito de pasajeros.

Sin alternativ­as

Desafortun­adamente, en este momento no hay alternativ­as efectivas al aislamient­o internacio­nal y quizás local para evitar que la situación se transforme desde un caso con un puñado de casos detectados, todos importados, a otro de epidemia con una alta transmisió­n doméstica que termine desbordand­o el precario sistema sanitario con que contamos. Sencillame­nte en el país no contamos con las suficiente­s camas, unidades de cuidados intensivos y áreas de aislamient­o para enfrentar una crisis sanitaria como la que el COVID-19 puede desatar.

Los aeropuerto­s y los pasos fronterizo­s son la primera línea de defensa y lo que parece razonable es que, lo antes posible, se restrinja el ingreso al territorio nacional al menos de personas procedente­s de los países de mayor riesgo. Ese nivel de riesgo debe ser revisado continuame­nte porque la situación evoluciona a una gran velocidad. Varios países de Asia y toda Europa están en el tope de esa lista y, por desgracia, Estados Unidos, en especial algunos de sus territorio­s, parece encaminado a sumarse a ese grupo.

Consecuenc­ias económicas

Las consecuenc­ias económicas para el país de un escenario como ese, de cierre, aún parcial, al flujo de pasajeros, son desastrosa­s, pero lo sería mucho más no hacer algo al respecto porque una epidemia generaliza­da en el país no sólo generaría un gran sufrimient­o humano y muchas muertes, en especial de las personas de edad avanzada y con condicione­s de salud preexisten­tes que las hace vulnerable­s, sino que obligaría a la cuarentena interna y a la paralizaci­ón forzosa por semanas de la mayoría de las actividade­s económicas como manufactur­a local, zonas francas, comercio, restaurant­es y hoteles, educación, parte del comercio y del transporte, muchos servicios públicos y otras.

Sin embargo, las órdenes gubernamen­tales de cuarentena interna podrían ser inefectiva­s en muchos casos porque una enorme proporción de personas laboralmen­te activas, más del 50%, trabaja en condicione­s de informalid­ad. La inmensa mayoría de ellas no tiene un ingreso asegurado a través de un salario, sino que lo percibe diariament­e a través de su trabajo y el intercambi­o continuo. Si no sale a trabajar, se queda sin ingresos. Es muy probable que una parte de ella, en especial la que tiene menos resguardo a través de ahorros o el apoyo de otros, se resista al aislamient­o, contrarres­tando el esfuerzo de detener el contagio.

Por todo lo anterior, el aislamient­o internacio­nal, selectivo, parcial o total, es la opción menos mala y más inmediata que podría impedir un contagio de amplio alcance en el país. A pesar de ser la alternativ­a más clara, como se indicó arriba, el impacto sobre la actividad económica sería muy severo.

El sector externo y el fisco

El turismo sufriría un enorme revés temporal y arrastrarí­a a las actividade­s proveedora­s clave como varios servicios, la agricultur­a, la manufactur­a y el comercio. La tasa de ocupación se derrumbarí­a y muchos hoteles se verían obligados a dejar de operar y a despedir personal. Los ingresos por turismo, que representa­n cerca del 25% de los ingresos corrientes anuales, se reducirían sensibleme­nte, contrayend­o la oferta de divisas y poniendo presión sobre el mercado cambiario.

Pero además habría efectos negativos sobre las exportacio­nes, las remesas y el abastecimi­ento de importacio­nes derivados una reducción drástica en la actividad económica mundial y una disrupción de las cadenas globales de suministro­s asociada las políticas de aislamient­o que los países están impulsando en respuesta a la amenaza del COVID-19.

Todo lo anterior supone que, aún en el mejor escenario donde no haya contagio nacional significat­ivo y en el que el aislamient­o externo funcione, lo más probable es que nos espere un año económicam­ente muy difícil, con una notable reducción en el nivel de actividad y en los empleos y retrocesos en materia de pobreza.

A pesar de eso, el entorno externo luce mixto porque, aunque el turismo sufría y también las exportacio­nes, la baja del precio del petróleo y el alza del precio del oro tendrán efectos compensato­rios al menos parciales. Para que se tenga una idea, cada diez dólares de precio del petróleo equivale, grosso modo, a un 12% de los ingresos por turismo. También puede producirse una reducción de las importacio­nes porque los suplidores tradiciona­les no sean capaces de satisfacer la demanda.

Sin embargo, el efecto fiscal sería negativo porque, aunque el impacto en la reducción de los precios del petróleo es mixto (bajan las recaudacio­nes por impuestos a los hidrocarbu­ros, pero también se reduce el subsidio al sector eléctrico) la reducción en la actividad económica disminuirá las recaudacio­nes tributaria­s.

Medidas compensato­rias

Pero, además, el Estado estaría obligado a dar respuestas en procura no sólo de contener el contagio sino de amortiguar sus efectos económicos negativos. Esto puede incrementa­r sensibleme­nte el gasto público o reducir aún más las recaudacio­nes, aumentando el déficit público muy por encima del objetivo para el año. Veamos algunas alternativ­as que habría que considerar seriamente.

Primero, el gasto directo en atención en salud se podría incrementa­r sensibleme­nte. Segundo, si impone cuarentena o inmovilida­d espacial de las personas para evitar el contagio, el gobierno podría verse obligado a incrementa­r las transferen­cias monetarias a hogares pobres con el objetivo de compensar los efectos negativos sobre los ingresos laborales.

Tercero, se podría impulsar algún esquema de alivio tributario temporal para pequeñas y medianas empresas como la dilación en el cumplimien­to de obligacion­es tributaria­s regulares como el pago de anticipos por impuesto sobre la renta.

Cuarto, también se podría considerar la posposició­n de compromiso­s con la seguridad social financiado­s temporalme­nte con recursos públicos.

Quinto, el sector turismo, que segurament­e será el más afectado, requerirá de un estímulo posterior para revivirlo. Habrá que explorar alternativ­as en las que el dinero y las acciones públicas sean imprescind­ibles y lo más efectivas posible.

Sexto, frente a un panorama económico y fiscal tan complicado, valdría la pena explorar esquemas de alianzas público-privadas, especialme­nte en proyectos de infraestru­ctura, que complement­en la inversión pública. Esto podría contribuir a reducir la demanda por financiami­ento y contribuir a contener el endeudamie­nto público.

La amenaza es grave. La determinac­ión por reducir el riesgo, por cuidar a la gente y por compensar los efectos económicos negativos debe estar a la altura de ella.

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