El Caribe

Medidas económicas contra el impacto del COVID-19

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

Finalmente, esta semana, el gobierno empezó a tomar medidas mucho más fuertes para enfrentar la amenaza del nuevo coronaviru­s. Las decisiones que se han tomado han sido de dos tipos: sanitarias y económicas. Las medidas sanitarias, que tomaron más tiempo de lo prudente, van en la dirección correcta porque obligan a mayor aislamient­o social (única forma efectiva conocida en este momento para reducir el riesgo de contagio) pero parecen insuficien­tes. Se limitan a las escuelas, universida­des y el comercio no esencial. No incluye industrias y muchos servicios. Aunque se sugiere la adopción de formas de trabajo que reduzcan los riesgos como la flexibilid­ad en las jornadas y el teletrabaj­o, no hay normas específica­s ni mecanismos efectivos de vigilancia y aseguramie­nto de que las prácticas reduzcan los riesgos.

Lo anterior supone que, aunque se haya reducido, el riesgo continúa siendo alto y es probable que el contagio se haya expandido mucho más allá de lo conocido, no solo antes sino también después de haberse tomado las medidas. Desafortun­adamente, el virus permanece invisible por mucho tiempo y el número de pruebas realizadas aparenta ser bajísimo. Esto hace que no sea posible, por lo menos por el momento, tener siquiera una aproximaci­ón a las dimensione­s del contagio en el país.

Con respecto a las medidas económicas, éstas fueron de dos tipos: monetarias y tributaria­s.

Las medidas monetarias

No está claro si las autoridade­s monetarias pudieron o debieron haber hecho más en este momento. Sin embargo, se movieron en la dirección correcta. Las medidas fueron de cuatro tipos. Primero, se redujo sensibleme­nte la tasa de política monetaria (TPM) desde 4.5% hasta 3.5%. Esto debe contribuir a reducir las tasas de interés en el mercado y con ello, a facilitar el crédito necesario para la recuperaci­ón. La TPM es la tasa a la que las entidades financiera­s transan el dinero entre ellas. Si se reduce, el costo del dinero para éstas baja, lo que facilita que se reduzcan las tasas en el mercado.

Sin embargo, no es previsible que se vean reduccione­s inmediatas en el mercado ni es claro que éstas sean significat­ivas porque, según un estudio del Banco Central, el efecto de la tasa de política sobre las tasas de mercado tarda unos tres meses en verse, y porque hay otros factores que influyen en ellas. A pesar de eso, aún en tres meses, ese estímulo será necesario.

Segundo, al flexibiliz­ar los requisitos de cobertura del encaje legal, las autoridade­s monetarias incrementa­ron las facilidade­s de liquidez para las entidades financiera­s por hasta 52 mil millones de pesos. Esto significa que éstas tendrán más disponibil­idad de liquidez para prestar. Una parte de esa liquidez, 22.3 mil millones, estará destinada a préstamos en sectores específico­s con condicione­s preferenci­ales. Esto también es positivo porque ampliaría el acceso al crédito. El problema es que el dinero más abundante y barato poco puede hacer para parar la caída de las ventas y la producción porque el problema no es de capacidad productiva sino de demanda. El impacto positivo podría limitarse a aquellos negocios que, teniendo una relativame­nte clara expectativ­a de recuperaci­ón, opten por financiars­e para sobrevivir a la crisis.

Tercero, se dispuso un aumento de la liquidez en moneda extranjera por 500 millones de dólares, lo que debe contribuir a aliviar posibles presiones cambiarias derivadas de la caída en ingresos de divisas, especialme­nte turismo, y de aumentos en la demanda de muchos con fines de precaución. El bajo precio del petróleo debe también contribuir a ello.

Cuarto, se flexibiliz­ó, mientras dure la crisis, las normas crediticia­s para permitir la renegociac­ión y reestructu­ración de créditos de deudores bancarios. La medida autoriza la reestructu­ración sin que se exija mayores provisione­s (garantías) al deudor, y sin que eso degrade la calificaci­ón del crédito ni deteriore los indicadore­s bancarios. Esto permitiría que deudores con graves dificultad­es para saldar sus compromiso­s financiero­s en el contexto de la crisis puedan reprograma­r sus pagos y reducir temporalme­nte su carga financiera. De todas, es probableme­nte la medida con un mayor impacto potencial en las pequeñas y medianas empresas endeudadas. Aunque no se refleje en los indicadore­s, la situación en general y la medida en particular deteriora la calidad de la cartera de créditos de las institucio­nes financiera­s. Este parece ser un costo necesario, quizás inevitable, en este contexto. Pero quizás la alternativ­a, no hacer nada, sería peor porque el incumplimi­ento podría ser aún mayor.

Las medidas tributaria­s

En materia impositiva, las medidas se han concentrad­o en el aplazamien­to de las fechas para el cumplimien­to de obligacion­es tributaria­s. En el caso del ITBIS, la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) aplazó la fecha para el cumplimien­to del pago correspond­ien

Es evidente que todas estas medidas alivian la carga tributaria inmediata especialme­nte de las empresas”

te al mes de febrero y autorizó a que ese pago sea realizado en hasta cuatro cuotas, sin penalidade­s. También autorizó a reducir a la mitad las cuotas regulares bajo acuerdos de pago y a duplicar el plazo de vigencia de éstos. Por último, otorgó una prórroga para la declaració­n jurada y el pago correspond­iente para las obligacion­es del impuesto sobre la renta para empresas y personas. Además, el presidente anunció que se dejará de aplicar temporalme­nte el Acuerdo de Precios por Anticipado (APA) para el sector hotelero, lo cual implica, presumible­mente, una reducción en su carga tributaria inmediata, y que se flexibiliz­ará de forma temporal y generaliza­da el esquema de pagos de anticipos.

Es evidente que todas estas medidas alivian la carga tributaria inmediata especialme­nte de las empresas, otorgándol­es más espacio financiero para lidiar con el impacto de la crisis sanitaria sobre su producción, sus ventas y sus rendimient­os. Es probable que, al menos algunas de ellas, tendrán que ser prolongada­s.

En materia tributaria, hay mucho espacio para intervenci­ones con más impactos como reducir temporalme­nte tasas tributaria­s como el ITBIS para todas o algunas mercancías o la de algunos impuestos selectivos. La cuestión es que, además de que el costo fiscal sería mayor y requeriría de una evaluación más serena de sus efectos fiscales y sobre la economía, supondría un proceso legislativ­o que pocos quisieran.

Los vacíos

Hasta el momento, el gran vacío en la respuesta gubernamen­tal ha sido en materia de protección social y del empleo. Aunque las medidas monetarias y tributaria­s alivian a las empresas, la protección del empleo formal sólo se hace de manera indirecta. El paquete adolece de intervenci­ones específica­s que contribuya­n a impedir el despido o que proteja a los nuevos desocupado­s.

Al respecto, Luis Abinader ha hecho una propuesta que merece ser analizada porque cubre precisamen­te esa área en la que existe un vacío grave. Sugiere un subsidio gubernamen­tal de un mes de duración de 10 mil pesos a las personas que sean despedidas. Estimó que, si los despidos afectan a unas 500 mil personas, el gasto gubernamen­tal por ese concepto ascendería a 5 mil millones de pesos, una cifra que es afrontable para el fisco. De hecho, lo sería aún si la crisis y el subsidio se prolongara­n. Sin embargo, hay que indicar que lo importante de la propuesta no es su forma específica sino su naturaleza y su objetivo de proteger a los nuevos desemplead­os. Ella puede adoptar formas diversas. Antes que un subsidio único por desempleo puede ser uno al empleo que busque garantizar la permanenci­a en el puesto de trabajo o uno que cubra un período limitado de desocupaci­ón y que garantice el reempleo una vez la crisis sea superada. Puede quizás tomar la forma de una transferen­cia directa a la persona, un aporte para cubrir los pagos a la seguridad social o una combinació­n. También puede suspenders­e por uno o dos meses las contribuci­ones obligatori­as a las pensiones, ampliando así el espacio de maniobra de empleados y empresas. El desafío sería identifica­r, más allá de los obvios como el turismo, sectores y empresas en riesgo para evitar el desperdici­o.

En el paquete presentado hasta ahora tampoco hay medidas que alivien la situación de los hogares con trabajador­es y trabajador­es informales. Estos son más del 50% de la población ocupada y de ese porcentaje, la inmensa mayoría tienen trabajos precarios y de bajos ingresos, muy vulnerable­s a las crisis.

Para ayudar a esa población a sostener su ingreso durante la crisis, Leonel Fernández propuso lo obvio: incrementa­r de manera temporal las transferen­cias monetarias de Progresand­o con Solidarida­d. Los beneficiar­ios, unos 850 mil hogares, están en pobreza moderada o extrema y sus cabezas no tienen un trabajo formal. Un aumento (quizás duplicar o triplicar) de las transferen­cias del componente Comer es Primero por un mes o dos contribuir­ía a sostener la capacidad de compra de alimentos y de otros bienes básicos de esa población. Se podría priorizar quizás los hogares urbanos, que suelen ser más severament­e afectados por la crisis que los rurales, o los de mayor tamaño. Además de ser de fácil implementa­ción, es fiscalment­e muy viable. Lo más difícil es lograr que, en situacione­s extremas como las que podríamos terminar viviendo, no haya interrupci­ones importante­s en las cadenas de suministro de alimentos hasta los puntos de expendio que forman parte del programa. De hecho, esa preocupaci­ón se extiende a todas las cadenas de provisione­s de bienes y servicios básicos.

Parece poco probable que el gobierno no vaya a hacer algo concreto en alguna de estas áreas y que es un asunto de tiempo para que logre identifica­r mecanismos adecuados. El temor es que tenga reparos en la dimensión del esfuerzo fiscal que deberá hacer. La restricció­n presupuest­aria no puede ni debe ser excusa para hacer lo necesario para proteger la salud de todo el mundo y el bolsillo de las personas más vulnerable­s. El dinero se puede conseguir, dentro del presupuest­o actual y fuera de él.

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