El Caribe

El ocio en tiempo del coronaviru­s

- PEDRO DOMÍNGUEZ pdominguez@dominguezb­rito.com

En este tiempo del coronaviru­s, ser buen ciudadano es quedarnos en nuestras residencia­s cuidando nuestra salud y la de todos los que nos rodean, y si la situación lo precisa y es factible, también debemos servirle a los que más necesitan para resistir esta calamidad.

Reconocien­do la gravedad del momento, no es de extrañar que, para quizás convertir nuestro encierro en menos traumático, surjan chistes, ocurrencia­s, memes simpáticos, discusione­s sobre la enfermedad… Las redes están repletas de ellos. De igual manera, brotan pensamient­os profundos sobre la condición humana.

De mi parte, he meditado mucho sobre el ocio. Se ha apoderado de mi cuerpo y casi de mi cerebro. Es un ocio impuesto por las circunstan­cias. Por eso no me gusta. En cambio, me fascina el ocio elegido por mí, pues como decía Cicerón “no considero libre a quien no tiene algunas veces sus ratos de ocio”.

Disfruto cuando el ocio es voluntario, en ese estado descanso, reflexiono en paz y soy productivo; pero cuando es obligado, se me pierde la adrenalina que me impulsa a hacer las cosas, esa agradable presión que me motiva a ser útil. De todas maneras, en este período de ocio forzado, hago todo lo posible por imaginar que es un ocio escogido adrede y ese autoengaño me renueva.

Son mis metas mientras dure este inoportuno ocio: compartir con mis se

Respetando los protocolos de lugar, asumamos estos días con calma y prudente alegría, sin olvidar ser solidarios y orar por los cientos de miles de hermanos que hoy sufren. Algo positivo a la humanidad producirá esta pandemia”.

res queridos, siempre con prudencia; colaborar con algunos que lo requieren; contemplar la naturaleza; saborear un rico mondongo con yuca; fortalecer mi espíritu y cuidar mi cuerpo (a pesar del mondongo).

Y leer varios libros pendientes y escribir mucho de lo que se me antoje; alimentar y darle cariño a las mascotas dueñas de mi patio; escuchar a Silvio, Serrat, Aute y Sabina; y ordenar algo la casa.

Empecé por el hogar. Me dediqué a “cucutearlo” y organizarl­o. En varias cajas olvidadas encontré lo siguiente: dos lapiceros de madera, un ajedrez del Perú, el libro “La masa” de Elías Canetti, un birrete de abogado, una decena de poesías que nacidas en mi juventud y que me daba vergüenza publicar.

Luego apareció una foto de mi Primera Comunión, cinco Revistas “Muy interesant­e”, mis primeras sentencias cuando fui juez laboral en el año 1992, dos funditas de bellugas o bolones y tres cartas de amor quinceañer­o enviadas sin obtener respuestas. Y descubrí decenas de cosas más que me hicieron concluir al estilo Pablo Neruda: “Confieso que he vivido”.

Respetando siempre los protocolos de lugar, asumamos estos días con calma y hasta con prudente alegría, sin olvidar ser solidarios y orar por los cientos de miles de hermanos que hoy sufren. Algo positivo a la humanidad producirá esta pandemia.

lEl autor es abogado.

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