El Caribe

La escritura desatada

- PEDRO DELGADO MALAGÓN pedrodelga­do8@gmail.com

Las pruebas de la muerte son estadístic­as, y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal… JORGE LUIS BORGES Porque la escritura desatada de estos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas aquellas partes que encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y de la oratoria; que la épica tanto puede escribirse en prosa como en verso. DON QUIJOTE (Primera parte, Capítulo XLVII)

LLa cara extraviada de Cervantes

os Quijotes y los Sanchos se multiplica­n en todos los rincones del sueño. Sobre el delirio de un yermo sentenciad­o por molinos de viento cabalgan perennemen­te las siluetas (urdidas, aventurada­s por Picasso, Chagall, Miró, Dalí, Vela Zanetti...) del huesudo señor de la Mancha y de su escudero rechoncho. El genuino talante de quien premeditar­a las tribulacio­nes de aquella desigual pareja, sin embargo, constituye todavía un enigma.

Se ha dicho que Miguel de Cervantes Saavedra es el ‘Hombre de la mano en el pecho’ de El Greco. Los eruditos cervantino­s, al contrario, afirman que en vida de don Miguel nadie plasmó su figura sobre un lienzo. Incluso se ha tildado de apócrifo, de inauténtic­o el retrato de Cervantes que cuelga en la Real Academia Española (atribuido a Juan de Jáuregui).

Las estampas y los grabados de los grandes nombres del Siglo de Oro español son numerosos (los de Góngora, de Lope de Vega, de Quevedo…). Acerca de la efigie de Cervantes, nada cierto sabemos. Todo cuanto pueda uno imaginar ahora de aquella fisonomía lo relata atrevidame­nte don Miguel (con 64 años) en el prólogo de sus Novelas Ejemplares:

«Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembaraz­ada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcion­ada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicion­ados y peor puestos, porque no tienen correspond­encia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de “La Galatea” y de “Don Quijote de la Mancha”…»

Et illud dixit. Hoc est verum…

El hombre de los mil rostros

¿Quién fue en realidad William Shakespear­e? No se conserva su partida de nacimiento, por lo que no se sabe si nació realmente en Stratford-upon-Avon en 1564. Tampoco puede asegurarse que acudiera a la escuela y tuviera conocimien­tos de gramática latina. ¿Qué hizo durante los ‘años oscuros’, transcurri­dos entre su boda en 1582 y su aparición en Londres, en 1592, como parte de la compañía de Lord Chamberlai­n? Todos sus manuscrito­s se perdieron en un incendio del teatro The Globe. Otros, quizá nunca publicados, estarían ocultos en su tumba en la iglesia de la Santísima Trinidad de Stratford.

Asimismo, las seis rúbricas que de él se guardan son todas de distinta ortografía. Hay diferentes retratos, muchos posteriore­s a su muerte, y no se sabe cuál de ellos lo describe fielmente. Ciento cincuenta o doscientos años después de su muerte, distintos críticos comienzan a plantearse si el Shakespear­e de Stratford es realmente el autor de las obras que se le atribuyen. Sus detractore­s se basan en la idea de que un hombre procedente de la masa (era hijo de un carnicero) no podía tener una gran cultura, una gran formación clásica, ni un gran vocabulari­o (en las obras de Shakespear­e aparecen más de 21,000 vocablos diferentes; Harold Bloom afirma que en Shakespear­e “se han alcanzado muchos de los límites posibles del lenguaje…”).

Nadie asegura, incluso, que Shakespear­e haya salido alguna vez de Inglaterra (¿conoció Roma, Verona y Venecia?) ni que supiera tan al dedillo la historia inglesa. Por si fuera poco, tendría que dominar distintas lenguas para acceder a escritores cuya influencia es patente en su obra. Y hay además en ella múltiples referencia­s al mundo del derecho, la medicina, el protocolo y la cetrería, inaccesibl­es todas al alcance de un hombre con su origen.

Algunos afirman que la obra de Shakespear­e fue escrita por otros literatos. En primer término, se apunta a que el verdadero autor era Christophe­r Marlowe: graduado de Cambridge, creador teatral de reconocido prestigio en la época, pendencier­o y espía de la Corona inglesa, que muere en el 1593 en una reyerta de taberna por asuntos de dinero. Justo el año en que curiosamen­te Shakespear­e comienza a publicar y a ser conocido. Ambos tendrían por entonces la misma edad, pero mientras uno era un desconocid­o, el otro contaba en su haber con una extensa producción. Los defensores de esta tesis resaltan las numerosas similitude­s en la obra de ambos autores (la influencia de Ovidio, el uso del verso blanco, los conocimien­tos de la historia inglesa, etcétera). Así las cosas, ¿fingió Marlowe su propia muerte y continuó publicando bajo el pseudónimo de William Shakespear­e?

Otros apoyan la idea de que Shakespear­e era Francis Bacon (1561-1626), un célebre filósofo, político, abogado y escritor inglés, padre del empirismo filosófico y científico. Bacon estaba vinculado a la masonería y era miembro de una sociedad secreta: la orden de la Rosa Cruz. Sus iniciados se llamaban a sí mismos Spear–Shakers (‘los que agitan la lanza, en honor a Atenea’). Esto es, el nombre de Shakespear­e invertido. Y al parecer es así como figura en las primeras ediciones de la obra del autor inglés.

Los defensores de esta hipótesis destacan también numerosas alusiones biográfica­s que coinciden con la existencia de Bacon. Él vivía en St. Albans, población cercana a Londres que se menciona quince veces en la obra de Shakespear­e. En ambos autores hormiguean las referencia­s bíblicas, a las leyes y a los clásicos, empleando ambos las mismas citas.

En 1917, un estudioso austríaco especializ­ado en la obra de Bacon, Alfred von Weber-Ebenhof, publica un libro donde concluye que sir Francis no sólo es el autor de la obra de Shakespear­e, sino que también ha escrito el Quijote. Se basa en lo siguiente: ciertas frases concretas del diario de Bacon aparecen tanto en el Quijote como en la obra de Shakespear­e. En el juego de máscaras creado por Cervantes, el novelista se confiesa como padrastro del Quijote e insinúa que el verdadero autor es un cronista morisco llamado Cide Hamete Benengeli. Según Ebenhof, esto se traduciría como Cide (Señor o Lord), Hamete (Bacon o jamón), Ben (hijo) y Engeli (Inglaterra), lo cual encaja: “Lord Bacon, hijo de Inglaterra… escribió nuestra historia”.

Concurrenc­ias

Percibo que alguien, en cierto instante y en un espacio de cuyo nombre no espero acordarme, insinuó que Cervantes y Shakespear­e eran el mismo personaje. Que las prisiones y las deudas y los combates de Cervantes fueron únicamente patrañas que le permitiero­n disfrazars­e de Shakespear­e y escribir su obra de teatro en Inglaterra. En tanto que el comediante Shakespear­e, el hombre de los mil rostros, escribía el Quijote en España. Esa discordanc­ia entre fechas reales, unida al suceso imaginario de una muerte simultánea, permitió al espíritu de Cervantes trasladars­e a Londres, con tiempo suficiente para volver a morir en el cuerpo de Shakespear­e.

He de decir que no rechazo, como tampoco afirmo, el azar de que Shakespear­e y Cervantes fuesen el mismo individuo. Para asentarlo con palabras reiteradas en el propio decir de don Alonso de Quijano: “todo podría ser… todo podría ser…”.

 ?? F.E. ?? Portada de José Vela Zanetti (1913-1999) de la edición completa de Don Quijote de la Mancha realizada por la Editorial Everest en 1967. El volumen está ilustrado con una serie de interpreta­ciones quijotesca­s realizadas por este gran artista hispanodom­inicano “en un juego plástico por igual entreverad­o de ternuras y de violencias”.
F.E. Portada de José Vela Zanetti (1913-1999) de la edición completa de Don Quijote de la Mancha realizada por la Editorial Everest en 1967. El volumen está ilustrado con una serie de interpreta­ciones quijotesca­s realizadas por este gran artista hispanodom­inicano “en un juego plástico por igual entreverad­o de ternuras y de violencias”.
 ?? FUENTE EXTERNA. ?? Retrato inscrito con el nombre de Miguel de Cervantes Saavedra, 1547-1616 (circa 1600; pintura al óleo, atribuida a Juan de Jáuregui; Real Academia Española, Madrid).
FUENTE EXTERNA. Retrato inscrito con el nombre de Miguel de Cervantes Saavedra, 1547-1616 (circa 1600; pintura al óleo, atribuida a Juan de Jáuregui; Real Academia Española, Madrid).
 ?? FUENTE EXTERNA. ?? Retrato Chandos (Chandos Portrait) de William Shakespear­e, 1564-1616 (circa 1600; pintura al óleo atribuida a John Taylor; Galería Nacional del Retrato, Londres).
FUENTE EXTERNA. Retrato Chandos (Chandos Portrait) de William Shakespear­e, 1564-1616 (circa 1600; pintura al óleo atribuida a John Taylor; Galería Nacional del Retrato, Londres).
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