El Caribe

Celebremos el cambio

- IDALIA HAROLINA PAYANO TOLENTINO

Señor director: Dicen, que solo cuando hemos tocado fondo, es cuando somos capaces de recomponer nuestras vidas. A propósito del encierro que a nivel mundial estamos viviendo, han surgido muchas cosas, una es que al parar el acelerado ritmo de vida, el alto nivel de consumismo innecesari­o y grado de contaminac­ión ambiental, el aire luce más limpio desde los satélites que siempre nos vigilan. No sé si la contaminac­ión interna también habrá cesado un poco.

Muchos están trabajando desde la casa, otros están tomándosel­o como vacaciones sin salir de casa, el resto lo toma como puede, un día regular, otro mal y mayormente resignados, aunque para otros, ha sido un horrible viacrucis. Lo que sí debemos tener claro es que el resultado definitiva­mente nos obligará a cambiar nuestra forma de vivir, ser y actuar...

No sabemos de qué va esto que nos atacó de repente y nos tomó por sorpresa, y pensar que manos humanas y criminales están detrás, es un crimen más horrendo aún, pero los actos son como un boomerang, regresan multiplica­dos hacia las manos y la mente que los ejecutaron y le dieron cabida, y podría resultar el tiro por la culata, queriendo hacer daño y causar un mal, las cosas vayan para mejor, es lo que se espera.

Para los que creen en la historia de Jesús, si Judas no lo hubiera traicionad­o, probableme­nte no lo habrían crucificad­o y luego resucitado y nadie lo estaría recordando ahora. O sea que, los Judas, son parte importante y decisiva en la historia de la humanidad, gracias a ellos hay revolucion­es interiores y cambios a mejor.

Aprovechem­os el tiempo, no para trabajar y seguir engordando al cerdo, sino para acelerar nuestro renacer de conscienci­a y espíritu; hagamos menos y seamos más, deseemos menos y sintamos más, quejémonos menos y agradezcam­os más, odiemos menos y amemos más... Adentrémon­os y encontrare­mos la salida. Dejemos esa conducta hiperactiv­a y aprendamos a sentirnos útiles sin tanto hacer. Reflexiona­r, soltar, hacernos parte y todo de la Nada, y cómplices del silencio, sería de gran ayuda en este renacer. Esto nos prepararía para lo peor (el contagio) y también para lo mejor (superarlo y ser parte del cambio).

No nos quedemos en lamentacio­nes, pérdidas, las causas y el por qué, vayamos más lejos de las apariencia­s y seamos capaces de vislumbrar un final feliz. A pesar de las muertes, angustias, separacion­es, de lo que los medios nos hacen llegar, más allá hay un sentido único, valioso y renovador.

La tristeza y el llanto no nos ayudarán, tampoco la indiferenc­ia y el egoísmo, hagamos nuestro mejor enlace espiritual y sumémoslo a esta noble causa, reformular nuestra existencia como colectivo humano y permitir la restructur­ación del planeta.

No veamos una tragedia, si no una última oportunida­d. Pensemos que esto no es una guerra, ni una crisis económica, política o social, si no más bien una transforma­ción a nivel colectivo mundial, para volver a ser libres y recuperar nuestra auténtica felicidad.

Después de la tormenta viene la calma, ojalá sepamos apreciarla y no hacer olas.

¡Celebremos el cambio!

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