El Caribe

Los candidatos y el desarrollo industrial

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

La Asociación de Industrias de la República Dominicana (AIRD) convocó a tres candidatos a la presidenci­a de la República para que expusieran su visión sobre la política industrial que necesita el país. En un escenario en el que también debió haber participad­o Guillermo Moreno, los candidatos Leonel Fernández, Gonzalo Castillo y Luís Abinader dispusiero­n de veinte minutos cada uno para presentar lo que a su entender son los desafíos del desarrollo industrial dominicano y sus propuestas de políticas. También se refirieron a las urgencias sanitarias y económicas del país.

La fuerza de la convocator­ia no se trata sólo de un tema de poder. A más de 70 años de que los países de América Latina y el Caribe lanzaran estrategia­s de industrial­ización, a 40 de que las relegaran a un segundo plano y a 30 de que la República Dominicana girara hacia una economía de servicios, el desarrollo industrial, tema que citó a los candidatos, continúa siendo una preocupaci­ón central en el debate sobre las políticas necesarias para alcanzar mayor prosperida­d material. La razón es simple: casi todos los países que han logrado éxitos indiscutib­les y sostenidos de desarrollo lo hicieron con el sector industrial como locomotora. Las capacidade­s que tiene esa actividad de aumentar la producción y simultánea­mente, incorporar innovacion­es y progreso tecnológic­o, aumentar la productivi­dad y crear empleos decentes parecen únicas.

De allí la importanci­a que los candidatos compartier­an sus visiones y ofertas para el próximo período de gobierno. El contexto global no podía ser más desafiante con la aceleració­n de los cambios tecnológic­os en la industria, procesos inciertos de relocaliza­ción de la actividad manufactur­era a nivel global, pulsiones hacia la desglobali­zación de la producción y efectos continuos, y a veces extremos, asociados al cambio climático.

Lo que sigue es un intento de sacar balance de lo que dijeron los candidatos. De entrada, hay que indicar que ninguno hizo propuestas particular­mente innovadora­s. La mayoría de ellas se han venido discutiend­o por años. Incluso algunas, aunque las menos, han empezado a ser impulsadas. En este punto, lo relevante no es discutir las especifici­dades, sino ponderar las visiones generales, las orientacio­nes de políticas que proponen, los sesgos y los vacíos.

Leonel Fernández

Debido a su larga experienci­a como presidente de la República, no es una sorpresa que el expresiden­te Fernández y su equipo hayan podido articular un discurso coherente y estructura­do sobre el desarrollo industrial dominicano.

Sus propuestas se centraron en cinco puntos: a) nuevos incentivos fiscales para la adquisició­n de maquinaria y equipo (nueva ley de Proindustr­ia) y un nuevo instrument­o para la financiaci­ón de MiPymes industrial­es; b) reforzar el uso del gasto público para privilegia­r la compra de bienes de origen nacional; c) reformar las institucio­nes de la política industrial para que puedan promover los encadenami­entos productivo­s; d) impulsar iniciativa­s, junto a las entidades educativas, para formación y la capacitaci­ón tecnológic­a con el objetivo de promover la innovación y el cambio tecnológic­o; e) promover las exportacio­nes a través del financiami­ento (BANDEX) y la facilitaci­ón de procesos burocrátic­os (ventanilla única); y f) proteger con más efectivida­d el aparato productivo de la competenci­a desleal externa fortalecie­ndo los instrument­os de defensa comercial.

Hay poco de nuevo en esas propuestas, pero no por ello dejan de tener mérito. De hecho, uno de los problemas que ha enfrentado la política industrial en el país es que mucho de lo anterior, cuestiones básicas para la transforma­ción productiva desde hace mucho tiempo, incluso desde cuando Fernández fue presidente, han formado parte de los discursos y poco se ha llevado a la práctica.

De todo lo planteado por Fernández, lo más destacable es la propuesta de reformar las institucio­nes de la política industrial. Puso énfasis en la necesidad de avanzar en esta dirección para erradicar la dispersión y la disfuncion­alidad que permita promover los encadenami­entos productivo­s. Pero la verdad es que esa reforma debería servir para eso y mucho más. Hace décadas que hemos tenido una política industrial débil. Cambiar de rumbo pasa por empoderar y darle herramient­as al Ministerio de Industria, Comercio y MiPymes (MICM) para que cumpla con la responsabi­lidad de promover la transforma­ción industrial, especialme­nte en actividade­s manufactur­eras de mayor potencial de éxito en el aprendizaj­e, el cambio tecnológic­o y las exportacio­nes.

Con respecto a una nueva ley de Proindustr­ia que renueve incentivos, la pregunta que hay que responder es la misma que en el caso de otros esquemas preferenci­ales: cómo se logran las garantías necesarias para que esos incentivos ayuden a transforma­r de verdad y a transforma­r a muchos y no sólo para que las empresas de mayor tamaño renueven equipos. En un sentido similar, hay que preguntars­e cómo la defensa comercial, que el expresiden­te propone reforzar, deja de ser un instrument­o preferido de unos pocos con privilegio­s de mercado y con acceso a los despachos, y se convierte en una herramient­a para proteger de prácticas extranjera­s abusivas a las partes más vulnerable­s del tejido productivo nacional.

Por último, fue notable el vacío que el doctor Fernández y el resto de los candidatos dejaron respeto a la política industrial para las zonas francas. Aunque los anfitrione­s merecían atención especial, urge dotar al Estado de una visión estratégic­a para la transforma­ción de la actividad manufactur­era de zonas francas y de una política industrial que potencie los beneficios para el país en materia de empleos de más calidad, aprendizaj­e tecnológic­o y encadenami­entos productivo­s.

Gonzalo Castillo

Gonzalo Castillo no hizo una exposición sobre la visión suya y de su equipo del desarrollo industrial dominicano. Su intervenci­ón tuvo otros propósitos y se dirigió a un público distinto al de los otros dos candidatos. Un cálculo político-electoral hizo que Castillo se separara de la partitura. Si se usaran criterios relacionad­os con la competenci­a electoral, sería posible concluir que logró su objetivo. Pero si ponderáram­os su intervenci­ón con los mismos criterios usados para las de los otros dos candidatos, debemos concluir que la suya fue, por mucho, la más débil de todas.

El discurso de Castillo puso énfasis en propuestas para la recuperaci­ón, las cuales concentró un fuerte aumento del gasto público en construcci­ón, tanto en viviendas como en infraestru­ctura básica. Hizo mención, aunque de forma superficia­l al rol que podrían jugar los clusters productivo­s, las certificac­iones, las compras públicas y el financiami­ento a las exportacio­nes por parte del BANDEX. A pesar de eso, su abordaje fue demasiado general como para conocer qué piensan él y su equipo y qué harían en caso de hacerse responsabl­es de las políticas públicas en materia industrial a partir de agosto.

No obstante, la propuesta de hacer descansar la recuperaci­ón inmediata en el estímulo a la construcci­ón fue un punto fuerte y atinado del discurso. La razón es que la construcci­ón es probableme­nte la actividad con mayor capacidad de arrastre en la economía. Y esto no es una impresión, sino que hay evidencia estadístic­a contundent­e al respecto, especialme­nte en los llamados Cuadros de Oferta y Utilizació­n y la Matriz InsumoProd­ucto del Banco Central. Por lo tanto, el gasto público en obras de infraes

Luís Abinader

De los tres candidatos, Luis Abinader fue quien mejor se preparó y quien logró el discurso más articulado y mejor concebido. Enmarcó adecuadame­nte el desafío industrial en el contexto de la desindustr­ialización prematura que vive el país y de la emergencia de la llamada Cuarta Revolución Industrial a nivel global.

Su propuesta giró alrededor de: a) impulsar las exportacio­nes industrial­es, b) promover los encadenami­entos productivo­s, c) introducir alivios fiscales, d) avanzar en una reforma institucio­nal que fortalezca la seguridad jurídica y simplifiqu­e los procesos burocrátic­os y e) fortalecer los lazos entre educación técnica y superior y el sector industrial para facilitar el aprendizaj­e y la innovación.

En una economía pequeña como la nuestra, el crecimient­o industrial de largo plazo sólo puede lograrse “hacia afuera”. Por eso, no hay manera de exagerar la importanci­a de las exportacio­nes para el desarrollo industrial. Abinader y su equipo parecen haberlo comprendid­o bien y es probableme­nte el punto más fuerte de su propuesta. Aunque las acciones para lograrlo no difieren mucho de otras propuestas, el valor que tiene es haber puesto ese objetivo en primera fila. Además, parecido a Fernández, reconoció que, para contar con una buena política industrial hay que promover una reforma institucio­nal porque lo que tenemos no funciona bien y puso énfasis en los temas relacionad­os con la formación y la capacitaci­ón como pieza clave de la productivi­dad y la competitiv­idad.

Sin embargo, hay dos críticas importante­s que hacerle. La primera es que, como Fernández, ignoró a la actividad industrial de las zonas francas.

La segunda es más grave en términos inmediatos. De esa y otras intervenci­ones se deduce que Luis Abinader y su equipo no parecen reconocer la gravedad de la situación fiscal dominicana. En esta ocasión insistiero­n en ofrecer un conjunto de concesione­s fiscales, en particular en lo referido al anticipo del Impuesto sobre la Renta, que podría tener graves implicacio­nes recaudator­ias en un momento fiscal crítico. Es indudable que el mecanismo del anticipo necesita ser revisado, pero eliminarlo podría dejar al Estado “en la calle” y sin fuerza suficiente para impulsar la recuperaci­ón y la protección de los damnificad­os. Más aún, podría terminar comprometi­endo el programa de gobierno del PRM en materia social. Si Castillo prometió lo que no tiene, Abinader ofreció lo que no puede.

Ojalá este y otros ejercicios similares contribuya­n para debatir, repensar y perfeccion­ar posturas y propuestas sobre política industrial.

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