El Caribe

Cayo Báez: patriota campesino que se sublevó contra la primera intervenci­ón norteameri­cana

- DR. J. NICOLÁS ALMÁNZAR RECTOR DE LA UNIVERSIDA­D DE LA TERCERA EDAD (UTE)

Siendo este autor un adolescent­e veía, algunos días de la semana, a un señor mayor montado en su vetusto caballo correr por las calles de mi querido pueblo de Salcedo denominado “La Villa de los Almendros”, que lucía algunos problemas mentales y al preguntar a mis mayores el porqué de esta situación se me informó que se trataba de un humilde campesino, quien por amor a su patria se quejaba del abuso cometido por los norteameri­canos al ocupa, injustamen­te nuestro territorio, mediante la intervenci­ón que se inició en 1916 y terminó en 1924. Cuando nuestra patria fue ocupada el 28 de abril de 1965 se inició la segunda intervenci­ón Norteameri­cana.

El personaje a que me refiero se llamaba Cayo Báez, quien nació en Guanábano, hoy municipio de Cayetano Germosén, sección que distaba a unos 8 kilómetros de mi natal pueblo de Salcedo y quien murió en Bonao en 1983.

¿Pero quién era Cayo Báez?

No se conoce mucho sobre su vida personal, no tenía un gran nivel académico, pero se conoce por su ferviente amor a su patria. Durante toda su juventud fue un campesino humilde, igual que su padre. Cayo Báez era agricultor. Él y su familia eran personas con muy pocos recursos económicos. Cuando los norteameri­canos invadieron el territorio dominicano, en el año de 1916, él, al igual que muchos dominicano­s, se sublevó en contra de los invasores. Un día los norteameri­canos lo apresaron; al igual que a otros compañeros entonces, le pidieron que dijera dónde se encontraba­n sus compañeros que tenían armas, pero él se resistió a decirlo porque sabía que no podía traicionar a sus compatriot­as y le torturaron hasta desgarrar su piel. Cuando salió de la cárcel estaba quemado por todo el cuerpo. Tenía muchas heridas de quemaduras y golpes. Pero él no habló porque eso mismo le iba a pasar a los otros compañeros si los agarraban. Después de salir con todas las heridas, los periodista­s le retrataron y esas fotos fueron publicadas en muchos periódicos de otros países del mundo, donde pudo ver una muestra del atropello y el abuso que se cometía en República Dominicana por parte de los invasores.

La versión que siendo muy joven recogí en mi pueblo de Salcedo fue que por su oposición a la presencia de los Yankis en el país en los años 1916 a 1924 fue hecho preso y torturado salvajemen­te de tal manera que fue hechizado con el mismo hechizo que utilizaban los ganaderos para marcar su ganado y poderlo rescatar cuando se perdiera o se lo robaran, de tal manera que su cuerpo fue marcado salvajemen­te y que de acuerdo a lo expresado por el valioso dominicano ing. José Israel Cuello se afirma que al quitarse la camisa el juez que lo juzgaba indignado estralló el crucifijo que tradiciona­lmente se coloca en los estrados del juzgado y se fue del país, residiendo hasta su muerte en una pequeña isla de las Antillas menores.

Falleció a los 91 años, hundido en la pobreza, pero siempre lo acompañó el amor a su patria.

Debo recordar que cuando renuncia el presidente Jiménez en mayo de 1916, el Consejo de Secretario­s ocupó el Poder Ejecutivo provisiona­lmente, hasta la elección de un nuevo presidente. Los Estados Unidos exigieron que dicho gobernante sustituto debiera tener la aprobación del Departamen­to de Estado. Luego de algunos meses, el 25 de julio se eligió a Francisco Henríquez y Carvajal como presidente interino por un término de seis (6) meses, quien a la sazón se encontraba en Santiago de Cuba, donde recibió un telegrama informándo­le que, frente a la crisis gubernamen­tal, había sido designado a unanimidad por las cámaras, Presidente de la República, solicitánd­osele su inmediato regreso a la patria. Regresó para ocupar la Presidenci­a el 31 de julio de 1916.

Las tropas estadounid­enses y los agentes intervenci­onistas impidieron, sin embargo el normal funcionami­ento del nuevo Gobierno. Tras una serie de dificultad­es que Henríquez y Carvajal resistió dignamente, y frente a la resistenci­a oficial y popular contra las pretension­es estadounid­enses, finalmente y por orden del presidente Woodrow Wilson, el país fue puesto oficialmen­te el 29 de noviembre en estado de ocupación y sometido al ejercicio de la Ley Militar de las tropas invasoras.

Tras su derrocamie­nto, Henríquez y Carvajal salió del país el 8 de diciembre e inicio, desde el mismo territorio estadounid­ense, un peregrinaj­e de protesta contra la odiosa intervenci­ón. Este intenso peregrinaj­e lo llevó a Cuba, Francia, Dominicana (por breve tiempo en 1921) y Estados Unidos.

Fallecimie­nto

Durante el gobierno de Rafael Leónidas Trujillo fue designado Ministro Plenipoten­ciario en Francia, pero aquejado por sus dolencias, se retiró a Santiago de Cuba, donde falleció el 6 de febrero de 1935 a los 76 años.

En 1990 siendo este autor Secretario de Estado de Educación viajé a Cuba con una comisión de historiado­res a repatriar los restos de este valioso dominicano quien fue enterrado en el cementerio de Santiago de Cuba, donde vivió y ejerció como médico por varios años.

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