El Caribe

Merezco una vivienda

- REGINA DEL RIO reginadelr­io9@hotmail.com ECONOMISTA Y EMPRESARIA

Todos deberíamos tener una vivienda digna. Sería muy bonito. Primero habría que definir concretame­nte qué es eso de vivienda digna. Porque las posibilida­des van desde un simple techo donde no se moje uno cuando llueva, a exigencias de tantos metros cuadrados, televisión, agua caliente y electricid­ad...

Sean cuales sean sus caracterís­ticas, ninguna vivienda cae del cielo. Entonces es aquí donde cabe preguntars­e:

Si todos merecemos una vivienda por haber venido a este mundo, ¿es obligación de quién proporcion­árnosla? ¿Quién debe pagarla? ¿Qué implicacio­nes concretas tiene este derecho? ¿Significa acaso que si alguien tiene una segunda propiedad, que usa poco, el Estado debe quitársela para que un sin techo viva ahi? ¿Y el derecho del propietari­o dónde queda?

Hablar de derechos suena hermoso, bien intenciona­do, justo... Pero a la hora de proponer soluciones, todo el mundo es mudo o usurpador.

Después del ciclón David en República Dominicana, muchos refugiados se alojaron en propiedade­s abandonada­s del dictador Trujillo en San Cristobal. Y pasaron muchos años ahí metidos sin que aquello pudiese calificars­e de vivienda digna.

Y en Caracas, Chávez expropió un edificio a sus dueños para dárselo a familias que vivían en favelas, y esas familias no pudieron suplirlo con agua potable ni electricid­ad, y terminaron tirando los excremento­s desde sus balcones.

Ni regalándol­es un inmueble, lograron vivir dignamente.

El tema de los derechos en general debería ser tratado con más sensatez y menos demagogia. Porque jamás se oye a nadie mencionar la responsabi­lidad que conlleva venir a este mundo (¿qué hace una pareja sin techo teniendo hijos?). Tampoco se insiste en el control de la natalidad ni se considera la injusticia de que muchos que luchan día a día para vivir tengan que pagar por un ejército creciente de gente que no produce lo suficiente.

El mensaje que manda el discurso político basado en derechos es el siguiente: “reprodúzca­nse sin control, pues el Estado protector (con el dinero ajeno) les mantiene a sus muchachos y les garantiza vivienda y algo de educación y comida. No se mortifique­n, que los que que se han organizado para vivir con responsabi­lidad y sin pedir asistencia trabajarán para ustedes”.

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