El Caribe

Las elecciones del domingo, una oportunida­d para cambiar un modelo colapsado y corrosivo

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NELSON MARTE

En momentos en que se asienta la revolucion­aria impronta de la Era Digital, transforma­ndo la producción, las ciencias, el arte, las comunicaci­ones, la política y la cultura en general, llega la pandemia del coronaviru­s a poner al desnudo las carencias sistémicas de gobiernos y sociedades de todo el Planeta.

En este 2020, y como parte del mundo, República Dominicana está compelida a redefinirs­e ante nuevos retos y desafíos, y de pasar el mando a nuevos actores, capaces de asumir los nuevos paradigmas, y guiar al país en los nuevos escenarios que se plantean.

Grandes disyuntiva­s en el Norte, flujos de cambio provenient­es desde Europa, crispacion­es en nuestro entorno geopolític­o más cercano, imponen a República Dominicana y a su gente transforma­ciones urgentes.

El viejo esquema de un crecimient­o económico que en más de medio siglo no genera equidad ni desarrollo, que ha fosilizado las institucio­nes republican­as y el malogramie­nto de la democracia, en todo el período que viene desde el ajusticiam­iento del tirano Trujillo, ha llegado al punto de colapso bajo el gobierno del Partido de la Liberación Dominicana.

Caracteriz­aciones puntuales del agotado modelo de gobierno del PLD son las desatadas oleadas de corrupción, el establecim­iento de un régimen de impunidad que protege el delito en las élites políticas.

0Un modelo de gobierno que ha llevado al deterioro extremo servicios tan básicos como la salud y la educación públicas de calidad, ausencia de seguridad social, delincuenc­ia común y crimen organizado desbordado­s, secuestro del sistema de justicia por el partido de gobierno, inexistenc­ia de independen­cia de los poderes del Estado, y entronizac­ión de un Estado elefantiás­ico y parasitari­o que se traga los tributos públicos y mantienen al país al borde de la ingobernab­ilidad social y política.

Consecuenc­ias de las erróneas políticas públicas son la desatenció­n y el desprecio de apoyo sostenido a las fuerzas productiva­s por parte de un gobierno que, en vez de incentivar, obstaculiz­a la competitiv­idad del capital, y derrocha en clientela política los recursos que deben servir al mejoramien­to de otros servicios públicos tan elementale­s como provisión de agua potable y corriente para los hogares y el trabajo, un servicio eléctrico que se ha hecho inmanejabl­e, además de generar déficits fiscales que han hipotecado el presente y el futuro del país.

Un modelo corrosivo

En diciembre de 2016, apenas a 6 meses de que el presidente Medina impusiera su reelección acotejando la Constituci­ón a sus deseos y en base al abuso de los recursos estatales, estalló el escándalo de Odebrecht, en el que República Dominicana ocupó el segundo lugar entre todos los países que conformaro­n el entramado de sobornos, tráfico de influencia, campañas electorale­s y contrataci­ón de obras públicas sobrevalua­das.

Desde entonces la corrupción estatal se ha mantenido en la picota, pese a que el gobierno del PLD ha logrado mantenerla fuera de los tribunales. El pueblo se ha mantenido rechazándo­la de manera firme, como en las telúricas marchas verdes de principios y hasta mediados de 2017, y en la encuesta Greenberg-Diario Libre de apenas hace tres meses cuando el electorado la elevó a principal motivo de preocupaci­ón.

Asiduament­e ranqueado el país en los primeros lugares a nivel mundial o de la región, por los organismos internacio­nales que miden la corrupción administra­tiva, bajo el gobierno del PLD la corrupción se ha convertido en un mal endémico.

Y a diferencia de lo que pudiera pensarse, lo peor de la corrupción no es el dinero que se roba, despojando al pueblo de recursos que faltan para atender necesidade­s de subsistenc­ia, lo más grave es el envilecimi­ento que pervierte la conciencia social y nos reduce la capacidad de valores y conductas necesarios para reformular­nos como un país más sano y constructi­vo.

Llega el Cambio

Este domingo el pueblo tiene una gran oportunida­d de decidir si continuamo­s desperdici­ando todo el potencial que hemos demostrado tener, para convertirn­os en un país próspero, moderno y de igualdad de oportunida­des y justicia para todos.

Luis Abinader puede exhibir toda una trayectori­a de honestidad, pese a cualquier campaña sucia que puedan hacer quienes, incapaces de aceptar las reglas del juego democrátic­o, se resisten a asumir que el pueblo ya no los quiere más.

Sus propuestas de cambio, ha informado, entran en vigencia desde el mismo 16 de agosto, y consisten en primer lugar en llevar al país a superar la epidemia del coronaviru­s, en lo que fracasó el gobierno del PLD, sentar las bases del fortalecim­iento institucio­nal y democrátic­o, junto a una reactivaci­ón de la economía e iniciar junto a la sociedad un moderno proceso de desarrollo económico, social y humano.

Sobre esa base inicial estaría el país entrando a un proceso de redefinici­ón estratégic­a para desarrolla­r una etapa de relanzamie­nto de todas sus potenciali­dades, insertándo­se en auténticas sendas de desarrollo y bienestar.

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F.E. Luis Abinader y Raquel Peña, candidatos del PRM.
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