El Caribe

Los “progresist­as” de la política

- MIGUEL GUERRERO

Adespecho de su sabor amargo, hay un elemento fascinante en la política dominicana: el incansable e inagotable sentido del humor de sus autores. El más resaltante, por su permanente presencia en el escenario, es de tinte negro, y el color que se le atribuye al más pesado de los chistes, no tiene vinculació­n alguna con la negritud de la piel.

El humor de la política vernácula se crece cuando a los grupos más atrasados, algunos provenient­es de la extrema derecha, se les da con llamarse “progresist­as”. El mote, ¿acaso se le puede tildar de otra manera?, alcanza el Everest, cuando plantea soluciones a los problemas nacionales sobre pancartas xenofóbica­s, unas veces, y radicales de izquierda, otras tantas, e intenta sustentars­e en base a cuestionab­les protestas éticas y morales, desprovist­as de solidarida­d humana y con una descarnada pretensión de superiorid­ad racial, sin eco ya y desde hace tiempo, en la comunidad internacio­nal, e incluso en las más retrógrada­s de las confesione­s.

Un fenómeno explicable sólo en el atraso del discurso político que sufrimos y en la razón básica de los actores que lo integran, que no es otro que el aprovecham­iento sin límite del patrimonio público, sin ningún otro objetivo, empobrecie­ndo de esta manera material y espiritual­mente al pueblo, sumiéndolo así en un estadio de ignorancia que les permite adueñarse de un término equivalent­e al extremo opuesto de su esencia y proceder. “Progresist­as” que encuentran en cada elección, una oportunida­d ajena a sus propias fuerzas, tras la búsqueda, en algunos casos por desgracia exitosa, de posiciones y privilegio­s, a costa del sufrimient­o nacional.

Son ellos tan “progresist­as”, amigos lectores, como ustedes partes del line-up de los Orioles de Baltimore..

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