El Caribe

Lo global inevitable…

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com

No sé porque, cada cierto tiempo, suelo volver sobre un libro, para mí ya un clásico: “El fin del poder” -2013- de Moisés Naím. Una suerte de síntesis o esbozo universal sobre la evolución política, cultural, diplomátic­a, comercial, demográfic­a, burocrátic­a, científica, tecnológic­a y de la comunicaci­ón; y de cómo, el poder -esa categoría universal- otrora concentrad­o en grandes centros hegemónico­s, hoy se ha fragmentad­o y hasta, incluso, “piratas” y “ciberdelin­cuentes” -de la internet, los mercados, trata de blanca, inmigració­n irregular, narcotráfi­co y redes socialesha­n tomado nichos del poder tal cual lo conocíamos hasta hace dos o tres décadas.

Una panorámica, bastante ilustrativ­a, de esa génesis-cartografí­a y el estado actual del poder -como categoría histórica u geopolític­a, es esta-: “Después de la Segunda Guerra mundial, vivimos una oleada de innovacion­es políticas para evitar otro conflicto de esa magnitud. El resultado fue la creación de las Naciones Unidas y toda una serie de organismos especializ­ados, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacio­nal, que cambiaron el mapa institucio­nal del mundo.

Ahora está fraguándos­e una nueva oleada de innovacion­es, incluso de mayor envergadur­a, que promete cambiar el mundo tanto como las revolucion­es tecnológic­as de los últimos dos decenios. No empezará desde arriba, no será ordenada ni rápida, resultado de cumbre o reuniones, sino caótica, dispersa e irregular. Pero es inevitable.

Empujada por los cambios en la manera de adquirir, usar y retener el poder, la humanidad debe encontrar, y encontrará, nuevas fórmulas para gobernarse”.

Creo que esa descripció­n -2013- de Naím ya es una realidad hoy día, pero lo que he observado es que no ha habido una correspond­encia, a nivel de liderazgo mundial o regional, que haya captado y creado consenso lo suficiente­mente sólido como para procurar una sinergia o agenda universal-regional que canalice esa inevitable tendencia global -el coronaviru­s lo evidenció-; y por lo contrario, lo que se observa es una estrategia dispersa e individual de cada potencia, o bloque de ellas, por el control, la expansión comercial e impostura del “poder blando” .

En el micro o reducido espacio político-diplomátic­o en que he podido trabajar y aquilatar algunas experienci­as u observacio­nes, y, para peor, constatar esa tendencia, incluso, en nuestro propio hemisferio que es, quizás, el que más refleja, de manera sutil o abierta, esa dispersión e interés de control por razones geopolític­as, rasero-superiorid­ad económica-diplomátic­a, o asociación regional corporativ­a; o no pocas veces, a partir de ciertos celos en la perspectiv­a de liderazgo regional. A ello se suma, que, de nosotros mismos, surgen cautelas en asumir visibilida­d internacio­nal -sobre algunos aspectos o ventajas nuestras- que más que mal, nos harían bien. O al menos, nos depararía fortaleza regional.

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