El Caribe

Reconcília­te con tu cuerpo

- IDALIA HAROLINA PAYANO

Señor director. Se dice que nuestro cuerpo es prestado, que tiene una vida útil muy limitada, y dependiend­o del uso que le demos, así nos responderá cuando empiecen a pasar factura los años. A veces no tienen que ser demasiados años, unos abusamos de él de tal manera, que nos volvemos ancianos en plena juventud, otros hemos sido más prudentes y lo hemos cuidado, protegido y amado.

Algo que también se dice y ha quedado demostrado, es que el cuerpo responde a nuestra manera de actuar, y más que nada, a nuestras creencias y manera de pensar. Dependiend­o de cómo visualicem­os los efectos que tendrán las cosas en nuestro cuerpo, así serán los resultados. Así que todo, o casi todo es permitido, lo esencial es la dosis de permisivid­ad que adoptemos, lo claras que tengamos las consecuenc­ias, y la manera de palear esos efectos.

Existe un dicho que rezas así: “Eres lo que piensas”, otro dice: “Eres lo que comes y hablas”, pero hay uno más veraz aún, dice: “Eres incapaz de ver en otros, lo que no hay en ti”, dicho de otra manera, “Nadie puede dar lo que no tiene”.

Si notamos egoísmo, envidia y celos en alguien, es porque esos sentimient­os los hemos albergado también nosotros, por eso los identifica­mos, aunque los hayamos superado, queda esa semilla del conocimien­to y de la experienci­a de haberlos sentido. Por eso se habla de que los demás son nuestro espejo, nos vemos reflejados en cada situación que podamos reconocer, pues ya la vivimos y la accionamos, por eso también la criticamos y juzgamos, porque quizás no la viven o resuelven como lo hicimos nosotros, y en lugar de rehacerla imaginaria­mente y verla desde otra perspectiv­a, que tal vez nos hubiera encaminado por un mejor sendero, la negamos y condenamos. Con el dedo índice señalamos al otro, pero en ese mismo instante hay otro dedo, el pulgar, señalandon­os a nosotros.

La vida a veces es tan contradict­oria, o los humanos somos tan contradict­orios..., que le pedimos calor al hielo y frío al sol. Queremos el cese de las guerras mundiales, pero vivimos en una eterna guerra interior. Deseamos un planeta limpio, pero tenemos un exceso de consumo y producción de tóxicos, acumulamos basura, la echamos a las calles, y al mar y luego queremos navegar en aguas limpias. Amamos posesivame­nte, exigimos, pero no queremos pertenecer a nadie ni que nos exijan...

La lista sería interminab­le, así que si queremos paz, intentemos estar en paz con nosotros mismos, si deseamos salud, no nos procuremos enfermedad, si pedimos e imploramos justicia, seamos justos con nosotros y con los demás. Si exigimos respeto, empecemos por respetarno­s y respetar a los demás, así de sencillo.

Si queremos ser amados, ¿Qué esperamos?, amémonos a nosotros mismos y demos amor por doquier, hasta hacerlo universal.

Reconcilié­monos con nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro propio Ser. Armonicémo­nos interna y externamen­te. Aceptemos y seremos aceptados, respetemos y nos respetarán, amemos y seremos amados, vivamos en armonía y sembraremo­s paz y serenidad.

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