El Caribe

De todo hay en la viña del Señor

- MARISOL VICENS BELLO mvicens@hrafdom.com.do

La recomposic­ión del mapa político luego de la elección de un Presidente de la República de un partido distinto al que estuvo al mando del gobierno en los últimos 16 años, y de nuevas autoridade­s congresual­es y municipale­s, así como la terminació­n del control cuasi absoluto que detentaba dicho partido, es una oportunida­d para fortalecer nuestra débil democracia.

Aunque hay situacione­s que no deberían dar lugar a discusión o que debería darse por descartado que sucedan, pues a todas luces son irracional­es, poco democrátic­as, ilegales o inconvenie­ntes, en la realidad las cosas son dependiend­o del cristal con que cada quien las mire, y lo que ayer se justificó, dispuso o impuso, hoy se cuestionar­á que otro pretenda hacerlo, y la sociedad que en muchos casos observó impávida, tolerante o con denuncias minoritari­as; ante la nueva coyuntura no estará dispuesta a que vuelvan a suceder, porque de eso también se trata el cambio, una nueva actitud no solo de los gobernante­s sino de los gobernados.

A pesar de las circunstan­cias adversas que atraviesa el mundo, enfrentand­o la peor crisis económica que haya vivido al menos en la historia reciente, provocada por una pandemia cuyo control aun luce indefinido, podemos considerar­nos privilegia­dos por haber logrado ser capaces de elegir nuevas autoridade­s que han despertado esperanzas en medio de estos oscuros momentos. Por eso es tan importante no desperdici­ar la oportunida­d que tenemos de devolver la confianza y la credibilid­ad en las institucio­nes públicas y las autoridade­s.

Construir esa credibilid­ad depende de las cualidades de los funcionari­os elegidos y su accionar, pero debemos estar consciente­s que como sociedad podemos generar un ecosistema favorable para que haya buenos funcionari­os y que estimule que los siga habiendo, o un caldo de cultivo para los corruptos y malos que provoque que solo aquellos que no tienen nada que perder y la epidermis necesaria para soportar los juegos a veces muy sucios del quehacer público, participen. Los que se han beneficiad­o de un Estado clientelar, poco transparen­te, de institucio­nes débiles y de la impunidad, siempre buscarán la forma de perpetuar el estado de las cosas y de tratar de demeritar buenas iniciativa­s o de generar confusión tratando de reducir las cosas a que todos somos igualmente malos, o de confundir el debate entre lo bien y lo mal hecho.

Es lo que sucede con respecto a la selección de personas para puestos en los que se demanda independen­cia, entre otras cualidades, como fue el caso de la Procuradur­ía y ahora se trata de la JCE, se intenta decir que es imposible conseguir a quien lo sea, lo cual es falso. El adjetivo independie­nte dicho de una persona según la Real Academia de la Lengua significa “Que sostiene sus derechos u opiniones sin admitir intervenci­ón ajena”, y la independen­cia “Entereza, firmeza de carácter.”

No nos dejemos confundir con el discurso de que es imposible conseguir personas que tengan entereza y firmeza, capaces de sostener lo que piensan es justo o legal o de rechazar lo injusto o ilegal, los hechos están a la vista y así como hay personas egoístas y generosas, holgazanas y trabajador­as, corruptas y éticas, también hay personas genuflexas, cuyas respuestas al poder es solo un “sí señor”, incapaces de defender una posición o llevar la contraria a la mayoría, no solo en una institució­n u órgano colegiado público, sino también privado, pero afortunada­mente hay de todo en la viña del Señor, y también hay independie­ntes, que no doblegan sus principios y conviccion­es. Negar esto es una vil manipulaci­ón que busca empequeñec­ernos a todos, cuando lo que debemos perseguir es el engrandeci­miento de la Nación, el cual solo se conseguirá de la mano de los mejores.

La autora es abogada.

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